Si las exposiciones temporales del Museo Naval de Madrid suelen ser como para no perdérselas, la actual, que puede visitarse hasta el próximo 30 de noviembre, es simplemente imprescindible. Se trata, ni más ni menos, de El último viaje de la fragata Mercedes. La rázón frente al expolio. Muchos llevábamos un largo tiempo esperándola, al menos desde el 31 de enero de 2012, cuando la Corte Suprema de EEUU zanjó a favor de España el largo contencioso impulsado por nuestro país para recuperar los restos de la Mercedes, expoliados por los piratas de Odyssey Marine Exploration. Al entrar en la exposición, el visitante siente por ello la satisfación de ver reparados dos atropellos: el del 5 de octubre de 1804, cuando la fragata fue hundida en tiempo de paz por buques británicos, y el intento de Odyssey de apropiarse de los despojos.
La exposición se centra en los sucesos que condujeron a aquel combate frente al cabo de Santa María en otoño de 1804, cuando una flotilla de cuatro fragatas españolas se disponían a concluir la misión encomendada por Godoy: repatriar los caudales retenidos en Lima durante la guerra librada contra Inglaterra a partir de 1796, cuando España unió su destino al de Francia. Por cierto que son escasos los restos propiamente de la Mercedes; seguramente alguna otra exposición en el futuro se centrará en ellos.
Pero hay testimonios tan interesantes como los documentos oficiales que, presentados en los tribunales de EEUU, permitieron atestiguar el carácter oficial de la misión de la Mercedes: o el estupendo vídeo que reconstruye los avatares del combate, según la narración del comandante de la fragata Medea, José de Bustamante y Guerra: o la recreación, mediante un ingenioso juego de espejos, de la cubierta de una de aquellas fragatas, con sus imponentes cañones de doce libras.
La exposición, no obstante, no puede dejar de producir un cierto efecto agridulce. Alegra contemplar la espectacular vitrina con 1001 reales de plata de a ocho y dos escudos de oro, como testimonio de los bienes recuperados. Pero es triste constatar cómo España se desangró en aquellos años finales del siglo XVIII y primeros del XIX, en gran medida como víctima propiciatoria del enfrentamiento por la hegemonía europea entre Francia e Inglaterra. "Mis arsenales están agotados, mis navíos casi en la imposibilidad de armarse", le confesaba, en una patética demostración de impotencia, Carlos IV a Napoleón por aquel entonces.
Pero dejemos eso para otra ocasión. Hoy es día para recordar a los 275 oficiales, marineros y pasajeros de la Mercedes que murieron aquel día (y cuyos nombres se relacionan en un estremecedor panel), y para celebrar a la Armada y al Museo Naval por haber hecho posible la recuperación y divulgación de este magnífico testimonio histórico.
Como siempre, visitas imprescindibles. Gracias, Arturo.
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