La exposición que conmemora los 500 años de historia de la exploración del Pacífico por los marinos españoles es toda una revelación. Ante la preponderancia que las rutas atlánticas tienen en el imaginario colectivo español respecto a nuestra relación con el antiguo espacio colonial, es fácil subestimar la envergadura de la navegación y el esfuerzo explorador que tuvo lugar en el Pacífico. La exposición corrige en gran medida este error de perspectiva.
Como ejemplo de ello valga el Galeón de Manila, también llamado Nao de la China, que durante 250 años, entre 1565 y 1813, fue la única ruta marítima estable de importancia comercial que conectaba Asia y América. Esto fue posible por una de las grandes hazañas marineras de la Edad Moderna: el descubrimiento del llamado Tornaviaje desde Asia a México por el agustino Andrés de Urdaneta que, viajando con Legazpi, halló la ruta Cebú - México en una navegación de 123 días. Curiosamente, el Galeón de Manila fue suprimido por las Cortes de Cádiz.
Otros hitos de este tiempo fueron las expediciones de Cortés para tratar de hallar un paso por el Norte entre el Atlántico y el Pacífico, que tuvieron como resultado el descubrimietno de California, o las expediciones de Mandaña en busca de las islas de Ofir que debían albergar las minas del rey Salomón, y que bautizaron con el nombre del rey las islas homónimas, o la de Quirós en 1606 que descubrió la Australia del Espíritu Santo, 182 años antes de que fuera "redescubierta" por Inglaterra.
La exposición también aborda, nunca mejor dicho, los grandes logros de la marina ilustrada española del siglo XVIII, reforzada con el propósito de conocer el mundo, apoyar el comercio y proteger las colonias. Fue el tiempo de las expediciones científicas y geográficas de Jorge Juan y Ulloa que permitió medir el meridiano terrestre en el ecuador en 1735, y la de Malaspina y Bustamante entre 1789 y 1793 con sus fragatas Descubierta y Atrevida, tal vez el más ambicioso periplo científico del siglo.
Menos conocidas son las grandes navegaciones hacia el Noroeste de América que provocaron las noticias llegadas a la Corona de España de la expansión de los asentamientos rusos en la zona, que provocaron la firma de la Convención de Nutka en la bahía de Vancouver. Impresiona ver la Carta general de cuanto se ha descubierto y examinado por los españoles en la costa septentrional de California, realizada en 1791 por Juan Francisco de la Bodega y Cuadra, ¡que incluye toda la costa pacífica de Alaska y las islas Aleutianas! En este tiempo bien puede decirse que el Pacífico, con sus 20.000 islas y su extensión abarcando una tercera parte del planeta, era un océano español.
Aún hubo tiempo para epopeyas humanitarias como la expedición filantrópica de la vacuna de la viruela, que por iniciativa del médico de la corte de Carlos IV, Balmis, difundió la vacuna entre 1803 y 1814 por innumerables lugares del Atlántico y el Pacífico.
Es bien sabido que a finales del siglo XIX la guerra de Cuba y Filipinas dio el golpe de gracia a la presencia española en el Pacífico. AUnque no tanto que el último episodio de la misma fue la venta a Alemania en noviembre de 1899, a punto de terminar el siglo, de las islas Carolinas, Marianas y Palao por 25 millones. Qué curioso. En fin, un lujo de exposición, realizada en colaboración por la Casa de América y el Museo Naval, como para no perdérsela. La tenéis hasta el 2 de febrero de 2014, en Casa de América.