miércoles, 9 de diciembre de 2020

ANÍBAL AL FRENTE DE LA FLOTA CARTAGINESA (Galería de imágenes TRILOGÍA DE ANÍBAL XVII)

 


Entre los protagonistas que hacen su aparición en El cáliz de Melqart está la navegación marítima, con una atención especial a las trirremes militares cartaginesas que, durante siglos, dominaron las aguas del Mediterráneo occidental, e incluso del Atlántico. El reto literario que ello supuso para mí se queda pequeño ante el desafío artístico y documental que ha tenido que afrontar Sandra Delgado para hacer una recreación casi sin precedentes de los buques de guerra púnicos. El resultado es, como puede verse, deslumbrante: la imagen habla por sí sola.

Sandra ha resumido en una imagen las diversas escenas que en el libro transcurren a bordo del Gloria de Melqart y otros navíos bárquidas. He seleccionado un texto para ponerle palabras:

Aníbal llegó a la popa del barco y quedó inmóvil durante un largo instante contemplando la flota que los seguía haciendo la travesía desde Tipasa hacia Ispania: cincuenta pénteras y cuatrirremes, y doscientos navíos de transporte, avanzando a golpe de remo en la calma del corazón del verano. Aquellas frágiles carcasas de madera contenían catorce mil remeros y tripulantes y cuatro mil soldados veteranos, que habían derrotado por completo a los gétulos en tan solo dos lunas. Bajo su mando, con Naravas como jefe de la caballería, habían eliminado el último conato de rebelión que quedaba en toda la Libia. Sintió que el orgullo le dilataba el pecho.

Más allá de las naves el mar se extendía calmo e iridiscente hacia las costas de África, hacia Cartago. Le resultó extraño. Ese mar que para todos los cartagineses había sido siempre el de Poniente, ahora lo era de Levante para quienes habían trasladado a Ispania la raíz y el horizonte de sus vidas. Desde Ispania el mundo entero se miraba con otra perspectiva.

Si quieres conocer los libros de la Trilogía de Aníbal:

El heredero de Tartessos

El cáliz de Melqart

La cólera de Aníbal

Y no olvidéis que las ilustraciones de Sandra pueden obtenerse en impresiones artísticas de gran calidad en:

Ilustraciones de Sandra Delgado


martes, 8 de diciembre de 2020

HIPPOLYTUS TESSELAVIT (Un Colegio de Jóvenes romano en Complutum)

 


En espera de que las circunstancias -y las autoridades- nos permitan volver a movernos a nuestras anchas, la ocasión es óptima para prestar atención al patrimonio arqueológico de la Comunidad de Madrid, bien surtido de joyas que merecen ser visitadas y revisitadas. Un ejemplo es el valioso legado romano Complutense, y dentro de él la conocida como Casa de Hippolytus no puede pasarse por alto, de modo que decidimos celebrar el día de la Constitución yendo a Alcalá de Henares.

La Casa de Hippolytus es un Colegio de Jóvenes romano que alcanzó su mayor esplendor a finales del siglo III d. C. En él estudiaban, socializaban y practicaban ritos dedicados a Hércules y Diana casi un centenar de jóvenes de familias acomodadas, beneficiándose del patrocinio de Gayo Anio y Magia Atia, que donaban 600 sestercios mensuales para el mantenimiento de la institución.

La casa está ejemplarmente preparada para explicar a los visitantes las estancias y actividades que se llevaban a cabo en ellas y en el jardín de sabor mediterráneo, mostrándonos el aspecto de los baños, las exedras, las letrinas, el santuario.

Son espectaculares los mosaicos; el principal de ellos muestra una barca de pescadores echando la redes para capturar diversas especies de fauna mediterránea; el detalle zoológico es impresionante. El artista quedó tan satisfecho que firmó su obra con grandes letras: HIPPOLYTUS TESSELAV[IT].












martes, 17 de noviembre de 2020

EL LEÓN DE CÁSTULO (Dibujos Arqueológicos VI)

 


En 2013 el yacimiento arqueológico de Cástulo dio a la luz una pieza de gran tamaño y factura realmente extraordinaria: representaba un león íbero de gran realismo, con las guedejas de la melena cuidadosamente trabajadas, las fauces entreabiertas y las garras delanteras sujetando la cabeza de un hombre sometido. Tan pronto como se exhibió al público en el museo arqueológico de Linares fui a verla y quedé admirado. Desde entonces la he considerado una obra maestra, y no podía faltar en mi colección de dibujos arqueológicos, en especial por su valor para jalonar mi periplo tras las huellas de Aníbal.

lunes, 12 de octubre de 2020

EL ALTAR DE VAÉLICO EN EL RASO DE CANDELEDA (Dibujos Arqueológicos V)

 


En el museo municipal de El Raso de Candeleda observo la reproducción del altar consagrado a Vaélico, el dios-lobo de los vettones. Fue hallado en la ermita de San Bernardo, construida sobre un antiquísimo santuario del dios, en el paraje conocido como dehesa de Postoloboso. No pude resistir la tentación de caminar hasta el lugar por una trocha de robles y madroños a los pies de Gredos. Fue una peregrinación que me dejó una huella de misterio. Debe ser que perdura en mí algún resto del panteísmo mágico de los antiguos y estoy siempre atento al aliento con que respiran el paisaje, los objetos y la memoria.


lunes, 21 de septiembre de 2020

ÍDOLOS - MIRADAS MILENARIAS (Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid)


Desde siempre me han fascinado las expresiones más tempranas de la inclinación por lo simbólico del espíritu humano. En este blog se da cuenta de alguna hermosa muestra de ello. Por eso, desde que supe de la exposición sobre ídolos neolíticos organizada conjuntamente por el MARQ de Alicante y el MAR de la Comunidad de Madrid, he esperado con impaciencia la ocasión de visitarla. Ahora, por fin, se ha presentado.

La exposición es una maravilla. Reúne piezas de España y Portugal, y recorre el periodo entre el IV y III milenio a.e.c. en que la cultura megalítica impregnó buena parte de la península, dejándonos un asombroso legado de monumentos y objetos funerarios que no deja de salir a la luz en numerosas excavaciones arqueológicas.

la cultura material de aquellos pueblos se expresa en una constelación de representaciones antropomorfas que tradicionalmente se han considerado asociadas a divinidades pero que hoy los son a los difuntos en cuyos enterramientos aparecen, frecuentemente acompañando a los restos humanos. No representan a dioses, sino a hombres y mujeres como nosotros, con su individual singularidad, formando parte de un sistema de clanes y linajes de los que no podemos sino imaginar. Son pequeños objetos hechos en piedra o hueso con rasgos esquemáticos. La sencillez no hace sino realzar la efectividad de su simbolismo. Los brazos, las manos sobre el pubis, la geometría del peinado o los tatuajes. Sobre todo, los ojos-soles vigilando e iluminando. Con sus abismadas miradas milenarias parecen no haber perdido la energía mágica con que fueron consagradas.

En el sepulcro de muy de Montelirio se inhumaron veinte cadáveres, casi todos de mujeres distinguidas con ropajes ceremoniales. Por todas partes está la huella del cinabrio, el venenoso tinte rojo que presidió sus ceremonias y qué tal vez causara a las sacerdotisas una lenta muerte terrible.

Así son las entrañas de la tierra. Contienen, como el corazón de las mujeres y los hombres, colores y penumbras, soles y lunas, anhelos y secretos. 

A la salida no se puede dejar de pasar por la librería-tienda. Tiene una irresistible variedad de libros y reproducciones arqueológicas. Y la cordialidad de Javier, el librero, es proverbial.















 

lunes, 7 de septiembre de 2020

QART HADASHT (Galería de imágenes TRILOGÍA DE ANÍBAL XVI)


Qart Hadasht. Pocas grandes capitales de la antigüedad fueron tan efímeras, pero también pocas conservan tal poder de evocación. La Qart Hadasht bárquida existió tan solo durante dieciocho años -los transcurridos desde su fundación por Asdrúbal Barca en 227 a. C. hasta su conquista por Escipión en 209 a. C.-, pero fueron suficientes para legarnos la leyenda de una ciudad cuya memoria arqueológica no deja de salir a la luz en Cartagena. 

¿Cómo fue, qué impronta dejó en quienes la contemplaron aquella ciudad que ha servido como uno de los principales escenarios de la Trilogía de Aníbal? Muy pocas ilustraciones de calidad han intentado hasta ahora recrear la ciudad ante nosotros. Por fortuna, Sandra Delgado se ha decidido a hacerlo en el marco de este proyecto de creación del libro de arte de la trilogía que con esta obra cruza su ecuador.

El resultado es espectacular: la ciudad bárquida cobra vida con su gran muralla helenística, los cinco templos coronando las colinas que jalonan la península en que se asienta, el soberbio palacio de Asdrúbal, el puerto, las calles, el gran foro central... La Qart Hadasht de Sandra tiene tal veracidad que al punto se convierte en el paisaje mental en que imaginamos los sucesos de aquel tiempo.

Sandra nos regala además dos propinas para que conozcamos mejor su proceso de creación: el primer boceto en blanco y negro de la ilustración y la ampliación de un fragmento para que no se nos escape la riqueza de los detalles. La mejor forma de disfrutarlos es mediante una reproducción de alta calidad, que podéis adquirir -junto con otras muchas de sus ilustraciones- en la tienda digital de Sandra. Con la Qart Hadasht de Sandra en la retina es fácil disfrutar de una sensación de familiaridad cuando la ciudad se despliega ante el lector en El cáliz de Melqart:

Ante ellos se desplegó el formidable espectáculo de Qart Hadasht. La ciudad ocupaba un vasto promontorio que se adentraba en un golfo tan cerrado y protegido que mantenía la superficie del agua inmóvil como una gran balsa de aceite. En el horizonte el mar se disolvía en una neblina turbia y caliginosa. Al pie de la colina en la que se alzaba la casa, más allá de un barrio de pequeños edificios blancos recorridos por un dédalo de callejuelas, estaba, tras la muralla, el puerto comercial, que apenas pasado el mediodía hervía de actividad bajo la intensa luz del sol. Había grandes mercantes púnicos con el ojo rojo de Melqart pintado en las velas cuadradas, procedentes de los numerosos puertos del mar cartaginés: de la propia Cartago y de Gadir, de Ebussus, de Kartenna e Hippu en la costa líbica, de las ciudades sardas de Nora y Bitia, de Palla y Aleria en Córcega. Había también pesqueros mastienos con sus característicos mascarones de proa en forma de cabeza de caballo, navíos griegos de Rhodes y Emporion especializados en el transporte de ánforas de vino y aceite, barcas de Arse y de otras ciudades ibéricas. Una multitud abigarrada y multicolor atestaba los muelles, llenando el aire del rumor de voces que subían y bajaban rítmicamente de intensidad, como si fueran el poderoso latido de la ciudad. Se oía a los capataces dirigiendo con gritos y chasquidos de látigo las reatas de esclavos que descargaban las bodegas de los buques hacia los silos y almacenes; a los comerciantes ofreciendo sus mercancías, a los cambistas y prestamistas voceando sus tarifas, a los conductores de carros y bestias de carga pidiendo paso. Más allá, en una dársena protegida por soldados de túnica púrpura y cascos de bronce, se alineaban los barcos militares: viejas trirremes supervivientes de la guerra de Sicilia junto a magníficas pénteras recién salidas del astillero fundado por Asdrúbal el año anterior.
En el interior de la muralla, de casi una legua de perímetro, cinco colinas rodeaban una depresión central en la que la ciudad nueva crecía siguiendo el trazado de una cuadrícula de calles que confluían en el ágora que señalaba el corazón de la urbe. 

Si quieres seguir explorando la Qart Hadasht de los Bárquidas en otras publicaciones de este blog:



La Trilogía de Aníbal está formada por las novelas:






miércoles, 26 de agosto de 2020

LA CÚPULA DEL MILLÓN DE TESELAS (CENTCELLES, Constantí, Tarragona)


Tras muchos años de visitas arqueológicas, creo que es la primera vez que he tenido que mirar hacia arriba para disfrutar contemplando mosaicos romanos. Es decir, lo normal es que los mosaicos estén en el suelo, enterrados, y creen una trepidación expectante cuando los arqueólogos, con su arte paciente y pulcro de pinceles y escobillas, los van devolviendo a la luz, en una epifanía inagotable de tesoros artísticos. Pero en Centcelles (Constantí, Tarragona), el guión fue bien distinto. Resulta que en el siglo XIX un payés llamado Antoni Soler compró una antigua ermita y la convirtió en masía. La estructura más singular del edificio era una vasta cúpula enyesada que creaba un hermoso espacio lleno de ecos en su interior. 

Algún tiempo después se desprendió una sección del yeso de la bóveda. Y allí estaba, para estupor de todos, el esplendor de un soberbio mosaico tardorromano. El tiempo acabaría revelando toda su magnitud. Cuando se completó en el siglo IV, lo formaron ni más ni menos que un millón de teselas multicolores.

Son distintas las teorías sobre la historia y función del lugar. Pudo haber servido de mausoleo en honor del emperador Constante, hijo de Constantino I el Grande, tras ser asesinado en Hispania por el usurpador Magencio. O pudo ser una villa aristocrática, o un edificio de culto de los primeros cristianos.

El visitante puede dejar que su corazón elija sus propias respuestas cuando se sumerja en la milenaria penumbra del lugar. Al hacerlo, conviene que dedique un instante de gratitud al Instituto Arqueológico Alemán, que salvó el edificio de la destrucción al comprárselo al propietario en 1959 -cuando en España no se prestaba mucha atención a estas fruslerías- para cedérselo en los años 70 del pasado siglo a las autoridades españolas. Tomemos nota.









miércoles, 12 de agosto de 2020

UN HOMÍNIDO CON MASCARILLA (En el Museo de la Evolución Humana de Burgos)

Parece mentira: soy de familia de raigambre burgalesa, hijo como quien dice de la ribera del Duero, y en sus ya diez años de vida no había encontrado ocasión de visitar el Museo de la Evolución Humana. Lo he hecho en este agosto en que la COVID-19 ha dejado desiertas muchas instituciones culturales, y me ha impactado. 
Es verdad que apabulla un poco el edificio para un contenido más bien modesto en cantidad, pero es un hermosísimo espacio, aéreo y sereno con sus geometrías de planos, terrazas y paralelepípedos. Y tiene una sala maravillosa que por sí sola merecería el edificio entero: la que alberga algunos de los hallazgos originales más trascendentales del yacimiento de Atapuerca. Poder estar en la penumbra silenciosa de la sala frente a la pelvis Elvis, la bifaz Excalibur o el cráneo nº5, el famoso Miguelón, me produjo una honda emoción, respetuosa y propicia a los misterios. El cráneo es especialmente sobrecogedor. Hace medio millón de años perteneció a un individuo que me hubiera mirado con ojos ya inteligentes. Como los de la corpulenta figura de Homo Heidelbergensis que han recreado los conservadores del museo, y que como testimonio del tiempo que vivimos luce ahora una mascarilla quirúrgica. Ese detalle parece haberle convertido, como por arte de magia, en humano.

Espectacular la librería del museo. Y un bonito detalle homenajear en un gran panel con sus nombres a todos los participantes en las excavaciones de Atapuerca entre 1978 y 2018.











lunes, 3 de agosto de 2020

LA DIOSA DEL SOL DE PUENTE TABLAS (JAÉN) (Dibujos Arqueológicos IV)


En el Museo Íbero de Jaén, nada me impresiona tanto como el betilo de la diosa del Sol hallado en Puente de Tablas. En su vitrina de luces y sombras, ejerce sobre mí una fascinación difícil de explicar. La observo largamente, me marcho y regreso de nuevo. Mantengo con ella una conversación inconfesable. Es como si en su presencia hubiera algún misterio a punto de revelarse, o alguna secreta fuente de certidumbre. No es extraño: al fin y al cabo, ella vio nacer el sol en los equinoccios durante generaciones. Ella vio, y recibió, el sacrificio de las cerdas preñadas, la sangre y el azufre. En la penumbra de la sala del museo se abraza el vientre y parece no haber muerto del todo.