lunes, 21 de septiembre de 2020

ÍDOLOS - MIRADAS MILENARIAS (Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid)


Desde siempre me han fascinado las expresiones más tempranas de la inclinación por lo simbólico del espíritu humano. En este blog se da cuenta de alguna hermosa muestra de ello. Por eso, desde que supe de la exposición sobre ídolos neolíticos organizada conjuntamente por el MARQ de Alicante y el MAR de la Comunidad de Madrid, he esperado con impaciencia la ocasión de visitarla. Ahora, por fin, se ha presentado.

La exposición es una maravilla. Reúne piezas de España y Portugal, y recorre el periodo entre el IV y III milenio a.e.c. en que la cultura megalítica impregnó buena parte de la península, dejándonos un asombroso legado de monumentos y objetos funerarios que no deja de salir a la luz en numerosas excavaciones arqueológicas.

la cultura material de aquellos pueblos se expresa en una constelación de representaciones antropomorfas que tradicionalmente se han considerado asociadas a divinidades pero que hoy los son a los difuntos en cuyos enterramientos aparecen, frecuentemente acompañando a los restos humanos. No representan a dioses, sino a hombres y mujeres como nosotros, con su individual singularidad, formando parte de un sistema de clanes y linajes de los que no podemos sino imaginar. Son pequeños objetos hechos en piedra o hueso con rasgos esquemáticos. La sencillez no hace sino realzar la efectividad de su simbolismo. Los brazos, las manos sobre el pubis, la geometría del peinado o los tatuajes. Sobre todo, los ojos-soles vigilando e iluminando. Con sus abismadas miradas milenarias parecen no haber perdido la energía mágica con que fueron consagradas.

En el sepulcro de muy de Montelirio se inhumaron veinte cadáveres, casi todos de mujeres distinguidas con ropajes ceremoniales. Por todas partes está la huella del cinabrio, el venenoso tinte rojo que presidió sus ceremonias y qué tal vez causara a las sacerdotisas una lenta muerte terrible.

Así son las entrañas de la tierra. Contienen, como el corazón de las mujeres y los hombres, colores y penumbras, soles y lunas, anhelos y secretos. 

A la salida no se puede dejar de pasar por la librería-tienda. Tiene una irresistible variedad de libros y reproducciones arqueológicas. Y la cordialidad de Javier, el librero, es proverbial.















 

lunes, 7 de septiembre de 2020

QART HADASHT (Galería de imágenes TRILOGÍA DE ANÍBAL XVI)


Qart Hadasht. Pocas grandes capitales de la antigüedad fueron tan efímeras, pero también pocas conservan tal poder de evocación. La Qart Hadasht bárquida existió tan solo durante dieciocho años -los transcurridos desde su fundación por Asdrúbal Barca en 227 a. C. hasta su conquista por Escipión en 209 a. C.-, pero fueron suficientes para legarnos la leyenda de una ciudad cuya memoria arqueológica no deja de salir a la luz en Cartagena. 

¿Cómo fue, qué impronta dejó en quienes la contemplaron aquella ciudad que ha servido como uno de los principales escenarios de la Trilogía de Aníbal? Muy pocas ilustraciones de calidad han intentado hasta ahora recrear la ciudad ante nosotros. Por fortuna, Sandra Delgado se ha decidido a hacerlo en el marco de este proyecto de creación del libro de arte de la trilogía que con esta obra cruza su ecuador.

El resultado es espectacular: la ciudad bárquida cobra vida con su gran muralla helenística, los cinco templos coronando las colinas que jalonan la península en que se asienta, el soberbio palacio de Asdrúbal, el puerto, las calles, el gran foro central... La Qart Hadasht de Sandra tiene tal veracidad que al punto se convierte en el paisaje mental en que imaginamos los sucesos de aquel tiempo.

Sandra nos regala además dos propinas para que conozcamos mejor su proceso de creación: el primer boceto en blanco y negro de la ilustración y la ampliación de un fragmento para que no se nos escape la riqueza de los detalles. La mejor forma de disfrutarlos es mediante una reproducción de alta calidad, que podéis adquirir -junto con otras muchas de sus ilustraciones- en la tienda digital de Sandra. Con la Qart Hadasht de Sandra en la retina es fácil disfrutar de una sensación de familiaridad cuando la ciudad se despliega ante el lector en El cáliz de Melqart:

Ante ellos se desplegó el formidable espectáculo de Qart Hadasht. La ciudad ocupaba un vasto promontorio que se adentraba en un golfo tan cerrado y protegido que mantenía la superficie del agua inmóvil como una gran balsa de aceite. En el horizonte el mar se disolvía en una neblina turbia y caliginosa. Al pie de la colina en la que se alzaba la casa, más allá de un barrio de pequeños edificios blancos recorridos por un dédalo de callejuelas, estaba, tras la muralla, el puerto comercial, que apenas pasado el mediodía hervía de actividad bajo la intensa luz del sol. Había grandes mercantes púnicos con el ojo rojo de Melqart pintado en las velas cuadradas, procedentes de los numerosos puertos del mar cartaginés: de la propia Cartago y de Gadir, de Ebussus, de Kartenna e Hippu en la costa líbica, de las ciudades sardas de Nora y Bitia, de Palla y Aleria en Córcega. Había también pesqueros mastienos con sus característicos mascarones de proa en forma de cabeza de caballo, navíos griegos de Rhodes y Emporion especializados en el transporte de ánforas de vino y aceite, barcas de Arse y de otras ciudades ibéricas. Una multitud abigarrada y multicolor atestaba los muelles, llenando el aire del rumor de voces que subían y bajaban rítmicamente de intensidad, como si fueran el poderoso latido de la ciudad. Se oía a los capataces dirigiendo con gritos y chasquidos de látigo las reatas de esclavos que descargaban las bodegas de los buques hacia los silos y almacenes; a los comerciantes ofreciendo sus mercancías, a los cambistas y prestamistas voceando sus tarifas, a los conductores de carros y bestias de carga pidiendo paso. Más allá, en una dársena protegida por soldados de túnica púrpura y cascos de bronce, se alineaban los barcos militares: viejas trirremes supervivientes de la guerra de Sicilia junto a magníficas pénteras recién salidas del astillero fundado por Asdrúbal el año anterior.
En el interior de la muralla, de casi una legua de perímetro, cinco colinas rodeaban una depresión central en la que la ciudad nueva crecía siguiendo el trazado de una cuadrícula de calles que confluían en el ágora que señalaba el corazón de la urbe. 

Si quieres seguir explorando la Qart Hadasht de los Bárquidas en otras publicaciones de este blog:



La Trilogía de Aníbal está formada por las novelas: