La realidad es que el
piedemonte y las parameras segovianas estaban ya en un considerable estado de
romanización. Toda la zona había caído bajo dominio romano durante las campañas
del procónsul y gobernador de la Hispania Citerior, Tito Didio, más de tres
décadas antes, en 98-94 a. C. Se diría que el límite de la Citerior se
estableció precisamente allí donde llegaron las legiones de Tito Didio, siguiendo
aproximadamente el eje de la actual autopista A-6, quedando al sur de esta el
extremo aún levantisco e inestable de la Ulterior, hasta que atrajo la atención
de César.
En época de Tito Didio se
aplicaba pulcramente lo que podríamos llamar el manual de las mejores prácticas
de la romanización. En el 95 a. C., cuando Tito Didio se veía ya victorioso, el
Senado envió una comisión senatorial para asistir al procónsul en la
reordenación de los territorios conquistados al sur del alto y medio Duero. La
extensa región se articuló alrededor de tres ciudades: Cauca, heredera de la
gran villa vaccea de ese nombre; Segovia, auténtica encrucijada étnica, en la
que predominaba la estirpe celtibérica; y la ciudad de nueva planta de Confluenta,
en Duratón, en la que se instalaron las poblaciones de las ciudades
celtibéricas de la zona, principalmente la arévaca Colenda, situada en el
emplazamiento de la actual Sepúlveda, a 7 km de Duratón, que fue arrasada por
Tito Didio tras un asedio de nueve meses.
Una visita al museo de
Segovia permite una rápida puesta en contexto sobre la Edad del Hierro
segoviana y los primeros compases de la romanización. El museo está alojado en
la llamada Casa del Sol, un antiguo matadero situada en un espolón de la
muralla medieval, que ofrece una vista espectacular. Cuenta con salas dedicadas
a las distintas etapas de la prehistoria y la protohistoria segovianas, con una
especial atención a los numerosos vestigios protohistóricos en la provincia y
al origen de la propia ciudad de Segovia.
Según las fuentes escritas
romanas, el núcleo indígena de Segovia fue tenido por vacceo primero y por
arévaco después, por lo que probablemente tuvo parte de ambos pueblos. Son celtibéricos
los rasgos de la muralla prerromana y del oppidum
encontrados en el lugar donde hoy se alza el famoso Alcázar de la ciudad. Si
además tenemos en cuenta que en la ciudad se han hallado verracos típicamente vetones
como el jabalí y el toro, tallados en granito, que salieron a la luz en la
calle Real, frente al atrio de la iglesia de San Martín, cabe imaginar Segovia
como una gran encrucijada de pueblos célticos en el corazón de Hispania, en un
lugar que era además un importante cruce de caminos.
Tal vez fuera precisamente
esa diversidad la que hizo tan perdurable el sustrato indígena. Segovia
continuó estando habitada tras la campaña de Tito Didio y, posteriormente,
durante la guerra sertoriana, tras el sometimiento de la ciudad a las tropas de
Pompeyo, en el 75 a. C. El nombre de Segovia apareció precisamente por
aquel entonces, en un «as» acuñado en el último tercio del siglo I a. C. La
onomástica céltica permaneció presente en las inscripciones funerarias hasta
dos siglos después.