Es llamativo el modo en que la antigua Roma le ha servido de inspiración a no pocos de los proyectos imperiales que han surgido en Occidente a lo largo de los siglos. Desde los carolingios a los nazis y los fascistas italianos, pasando por los padres de la Revolución Americana, todos han sucumbido en alguna medida a la fascinación por Roma.
También fue el caso del Primer Imperio Francés. Hay innumerables ejemplos de ello, pero posiblemente ninguno tan elocuente como el que puede contemplarse en esa joya urbanística que es la plaza Vendôme de París, un rectángulo de elegante racionalismo neoclásico. En su centro se alza la columna que ordenó levantar en 1810 Napoleón III para conmemorar la formidable victoria de su tio, Napoleón Bonaparte, contra rusos y austriacos en Austerlitz el 2 de diciembre de 1805.
Austerlitz fue un hito histórico de la mayor trascendencia. En aquella localidad de Moravia se enfrentaron 72.000 franceses contra un ejército de 85.000 rusos y austriacos comandado por el Zar Alejandro I y el Emperador Francisco II. El genio militar de Napoleón le valió la victoria en aquella batalla "de los tres emperadores", que puso término a la Tercera Coalición creada contra él y, de paso, al Sacro Imperio Romano Germánico, que quedó extinguido tras el tratado de paz entre Francia y Austria.
Cuando Napoleón III quizo conmemorar aquella hazaña no encontró referencia más inspiradora que la del emperador Trajano. Y así, la columna de Austerlitz es un remake de la marmórea columna trajana de Roma, con los hechos bélicos recorriendo en ambas el fuste en un bajorelieve helicoidal. La columna de Vendôme, sin embargo, no está hecha de mármol, sino del bronce de los cañones ganados al enemigo en Austerlitz, y los siglos la han revestido de una pátina verdigris que contrasta con la piedra dorada de los edificios de la plaza.
Observo el conjunto y descubro que hay un poderoso sortilegio en el juego de colores y geometrías. Las fachadas contemplan impertérritas los 44 metros de bronce alzándose al cielo de París; y desde la altura la estatua de Napoleón, ataviado de emperador romano, pasea su mirada por toda la ciudad. Doy una vuelta alrededor de la base de la columna observando los relieves: uniformes vacíos, ruedas de cañones, tambores y clarines, sables y fusiles, estandartes. Resulta inquietante que no haya representada ninguna figura humana. A excepción de las dos mujeres aladas que sostienen la placa conmemorativa:
NEAPOLIO - IMP - AUG
MONUMENTUM - BELLI - GERMANICI
ANNO MDCCCV
Me marcho por la tarde de enero con una traducción improvisada dándome vueltas en la imaginación. Napoleón Emperador Augusto. Monumento a la Guerra contra los Germanos. Me pregunto qué pensaría Trajano si levantara la cabeza...