jueves, 28 de agosto de 2014

La reparación de dos atropellos (La fragata Mercedes en el Museo Naval de Madrid)



Si las exposiciones temporales del Museo Naval de Madrid suelen ser como para no perdérselas, la actual, que puede visitarse hasta el próximo 30 de noviembre, es simplemente imprescindible. Se trata, ni más ni menos, de El último viaje de la fragata Mercedes. La rázón frente al expolio. Muchos llevábamos un largo tiempo esperándola, al menos desde el 31 de enero de 2012, cuando la Corte Suprema de EEUU zanjó a favor de España el largo contencioso impulsado por nuestro país para recuperar los restos de la Mercedes, expoliados por los piratas de Odyssey Marine Exploration. Al entrar en la exposición, el visitante siente por ello la satisfación de ver reparados dos atropellos: el del 5 de octubre de 1804, cuando la fragata fue hundida en tiempo de paz por buques británicos, y el intento de Odyssey de apropiarse de los despojos. 

La exposición se centra en los sucesos que condujeron a aquel combate frente al cabo de Santa María en otoño de 1804, cuando una flotilla de cuatro fragatas españolas se disponían a concluir la misión encomendada por Godoy: repatriar los caudales retenidos en Lima durante la guerra librada contra Inglaterra a partir de 1796, cuando España unió su destino al de Francia. Por cierto que son escasos los restos propiamente de la Mercedes; seguramente alguna otra exposición en el futuro se centrará en ellos.

Pero hay testimonios tan interesantes como los documentos oficiales que, presentados en los tribunales de EEUU, permitieron atestiguar el carácter oficial de la misión de la Mercedes: o el estupendo vídeo que reconstruye los avatares del combate, según la narración del comandante de la fragata Medea, José de Bustamante y Guerra: o la recreación, mediante un ingenioso juego de espejos, de la cubierta de una de aquellas fragatas, con sus imponentes cañones de doce libras.

La exposición, no obstante, no puede dejar de producir un cierto efecto agridulce. Alegra contemplar la espectacular vitrina con 1001 reales de plata de a ocho y dos escudos de oro, como testimonio de los bienes recuperados. Pero es triste constatar cómo España se desangró en aquellos años finales del siglo XVIII y primeros del XIX, en gran medida como víctima propiciatoria del enfrentamiento por la hegemonía europea entre Francia e Inglaterra. "Mis arsenales están agotados, mis navíos casi en la imposibilidad de armarse", le confesaba, en una patética demostración de impotencia, Carlos IV a Napoleón por aquel entonces.

Pero dejemos eso para otra ocasión. Hoy es día para recordar a los 275 oficiales, marineros y pasajeros de la Mercedes que murieron aquel día (y cuyos nombres se relacionan en un estremecedor panel), y para celebrar a la Armada y al Museo Naval por haber hecho posible la recuperación y divulgación de este magnífico testimonio histórico.













lunes, 4 de agosto de 2014

Richard Hamilton y la ley de la gravedad


Tras pasear durante toda la mañana por la exposición de Richard Hamilton en el Reina Sofía, llego a la conclusión de que comparto con él un punto de vista para observar e interpretar el mundo: ambos creemos que sobre cada punto gira y descansa todo lo que le rodea, que cada instante encierra la vida entera que lleva hasta él. Es uno de los principios que dan vida a mi literatura: la descripción de un instante contiene, al menos, todas las claves del observador. Cada palabra da testimonio de nuestra versión de los hechos.

Hamilton se expresa como artista condensando en el instante que captura la obra todo el territorio de lo contemporáneo. Ello es especialmente elocuente en el modo en que los interiores retratan su tiempo; por ello dice que cada detalle del interior de Las Meninas de Velázquez "es un testimonio de la historia de España". Y de ese modo se eleva a la categoría de arte el panteón con que el consumo y la cultura de masas ha poblado nuestros altares paganos.

El punto de vista de un artista genial como Hamilton permite, por la sola obra de su mirada, superar la banalidad inane de este mundo que aspira a fotocopiarse a sí mismo en todos sus rincones. Él nos dice que le gustaría pensar que "el propósito de mi arte es la búsqueda de lo épico en las actitudes y los objetos cotidianos". Yo creo que para que cada día sea un acontecimiento épico basta con enfrentarse a él declarándose insumiso a la ley de la gravedad. Para eso nos sirve el arte contemporáneo. No hay mejor refutación del aburrimiento y el conformismo.