miércoles, 17 de marzo de 2021

UN ENCUENTRO EN EL PUERTO DE QART HADASHT (Galería de imágenes de la TRILOGÍA DE ANÍBAL XX)

 


Diodoro ha acompañado a Elena, sirvienta de Sofonisba, a la lonja de pescado, y se apresura a buscar algún lugar donde tomar algo caliente y protegerse del húmedo relente del amanecer. 

Movió la cabeza con desagrado al recibir en el rostro el rocío con olor a algas podridas, salitre y pescado; se envolvió en el manto de lana y corrió hasta embocar el callejón más cercano. Subió por él, entre comercios y almacenes aún cerrados, y se encaminó hacia la taberna de Herofonte, uno de esos lugares cercanos al puerto que nunca cerraban sus puertas, donde los griegos solían darse cita.

Pero esas son horas en las que los rincones del barrio del puerto ocultan sorpresas.

Se detuvo en seco. Había doblado una esquina del callejón en un punto en que los ángulos de las paredes bloqueaban la luz oscilante de las teas para producir una penumbra honda y desmayada. Sintió que por todo el cuerpo le percutían señales de alarma. En esa penumbra había alguien, apoyado contra la pared.

Sandra Delgado hace un planteamiento de esta escena de El cáliz de Melqart en el que la perspectiva de la arquitectura y las posiciones e iluminación de los personajes crean una desasosegante sensación de amenaza. Los mástiles y gaviotas que se distinguen al fondo dan aliento marino al juego de luces y sombras, en el que atrae nuestra atención el brillo glauco en la mirada del hombre que acecha.

Si quieres conocer los libros de la Trilogía de Aníbal:

El heredero de Tartessos

El cáliz de Melqart

La cólera de Aníbal

Y no olvidéis que las ilustraciones de Sandra pueden obtenerse en impresiones artísticas de gran calidad en:

Ilustraciones de Sandra Delgado


viernes, 12 de marzo de 2021

El VASO DE LOS CABALLOS de El Llano de la Horca (Dibujos Arqueológicos IX)

 

La pasada semana relataba en este blog una visita al yacimiento carpetano de El Llano de la Horca, en la población madrileña de Santorcaz. Allí compartía la impresión de que el oppidum tenía aspectos que me recordaban a las poblaciones celtíberas. Nada testimonia con tanta claridad la influencia celtíbera en nuestros carpetanos madrileños como el más famoso hallazgo del yacimiento, que le sirve de símbolo: el llamado Vaso de los Caballos, que se exhibe en el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares. 

Hoy os comparto mi interpretación de la pieza. Según el MAR, "El Vaso de los Caballos tiene un innegable estilo numantino, ya que los paralelos de la composición, entre bandas de líneas paralelas para delimitar el friso decorado y las propias figuras de los caballos, tienen en la producción numantina su mejor referente". A mí me gustan especialmente las figuras de los caballos, con una suerte de ligereza y una elegancia exótica que hace pensar en una suerte de híbrido de caballo, cebra y jirafa. Una maravilla.

sábado, 6 de marzo de 2021

CARPETANOS DE MADRID (Tras las huellas de Aníbal XXIII)

 


Esta caminata tras las huellas de Aníbal hubiera quedado incompleta si no hubiera hecho alguna escala en el solar carpetano. Limitándose el abanico de opciones a los lugares arqueológicos situados en la Comunidad de Madrid, por encontrarnos en aquellos días (puente de la Constitución de 2020) confinados perimetralmente en territorio madrileño por la COVID-19, la elección fue clara: el oppidum de El Llano de la Horca, situado en un cerrillo dominando el valle excavado por el río Anchuelo, junto al pueblo de Santorcaz.

El yacimiento fue adquirido en 2000 por el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid y acogió excavaciones durante la década siguiente. Los hallazgos de las campañas se mostraron en una sobresaliente exposición en el museo en 2012. El catálogo de la exposición[1] es una maravilla con profusión de ilustraciones (a cargo de Arturo Asensio) y fotografías de piezas y paisajes que recrean la vida de «los últimos carpetanos».

Se llega al lugar por un camino que parte de las piscinas municipales de Santorcaz y se adentra en el cerro abriendo senda en una pradera de hierba alta, quemada por el invierno, que se agita al compás del viento helado. Las estructuras del yacimiento consolidadas por los arqueólogos se ofrecen pronto a la vista: son unas pocas manzanas de zócalos de piedra que trazan calles y casas de planta rectangular con una disposición de estancias, hogares y porches porticados que bien podrían ser celtíberas o vettonas. Leemos[2] que en el oppidum anónimo se desarrollaron actividades cerámicas y metalúrgicas, y que debió de disfrutar de gran tamaño y considerables lazos comerciales, porque en él han aparecido un centenar de fíbulas y monedas de plata de cecas romanas e ibéricas como Bolskan, Arecorata y Sekorobices.

En conjunto, El Llano de la Horca nos evoca más a un poblado celtíbero desprovisto de murallas que al villorrio «indigente» de una tribu primitiva dejada de la mano de Dios. Y será por un residuo de prurito madrileño, pero echando la vista a la ancha extensión del cerro aún sin excavar, no puedo dejar de confiar en que la arqueología nos depare en los próximos años buenas nuevas de los carpetanos.

Tomamos la senda de regreso y en el último horizonte, difuminándose en la bruma de diciembre, vemos las altas torres del final del paseo de la Castellana alzadas como tótems geológicos, poniendo punto final a la visita con un trazo de incongruencia.


[1] Los últimos carpetanos, El oppidum de El Llano de la Horca (Santorcaz, Madrid), MAR de la Comunidad de Madrid, Alcalá de Henares 2012.

[2] Diego Salvador Cornejo, Itinerarios arqueológicos madrileños, Ediciones La Librería, Madrid 2017.