sábado, 6 de marzo de 2021

CARPETANOS DE MADRID (Tras las huellas de Aníbal XXIII)

 


Esta caminata tras las huellas de Aníbal hubiera quedado incompleta si no hubiera hecho alguna escala en el solar carpetano. Limitándose el abanico de opciones a los lugares arqueológicos situados en la Comunidad de Madrid, por encontrarnos en aquellos días (puente de la Constitución de 2020) confinados perimetralmente en territorio madrileño por la COVID-19, la elección fue clara: el oppidum de El Llano de la Horca, situado en un cerrillo dominando el valle excavado por el río Anchuelo, junto al pueblo de Santorcaz.

El yacimiento fue adquirido en 2000 por el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid y acogió excavaciones durante la década siguiente. Los hallazgos de las campañas se mostraron en una sobresaliente exposición en el museo en 2012. El catálogo de la exposición[1] es una maravilla con profusión de ilustraciones (a cargo de Arturo Asensio) y fotografías de piezas y paisajes que recrean la vida de «los últimos carpetanos».

Se llega al lugar por un camino que parte de las piscinas municipales de Santorcaz y se adentra en el cerro abriendo senda en una pradera de hierba alta, quemada por el invierno, que se agita al compás del viento helado. Las estructuras del yacimiento consolidadas por los arqueólogos se ofrecen pronto a la vista: son unas pocas manzanas de zócalos de piedra que trazan calles y casas de planta rectangular con una disposición de estancias, hogares y porches porticados que bien podrían ser celtíberas o vettonas. Leemos[2] que en el oppidum anónimo se desarrollaron actividades cerámicas y metalúrgicas, y que debió de disfrutar de gran tamaño y considerables lazos comerciales, porque en él han aparecido un centenar de fíbulas y monedas de plata de cecas romanas e ibéricas como Bolskan, Arecorata y Sekorobices.

En conjunto, El Llano de la Horca nos evoca más a un poblado celtíbero desprovisto de murallas que al villorrio «indigente» de una tribu primitiva dejada de la mano de Dios. Y será por un residuo de prurito madrileño, pero echando la vista a la ancha extensión del cerro aún sin excavar, no puedo dejar de confiar en que la arqueología nos depare en los próximos años buenas nuevas de los carpetanos.

Tomamos la senda de regreso y en el último horizonte, difuminándose en la bruma de diciembre, vemos las altas torres del final del paseo de la Castellana alzadas como tótems geológicos, poniendo punto final a la visita con un trazo de incongruencia.


[1] Los últimos carpetanos, El oppidum de El Llano de la Horca (Santorcaz, Madrid), MAR de la Comunidad de Madrid, Alcalá de Henares 2012.

[2] Diego Salvador Cornejo, Itinerarios arqueológicos madrileños, Ediciones La Librería, Madrid 2017.






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