sábado, 26 de febrero de 2011

Con San Petersburgo en los labios


Los años, y ese empeño mío en ver las cosas por su lado más positivo, me han hecho reconciliarme más o menos con esta forma de viajar a que me viene obligando el trabajo. Estoy hoy aquí y mañana allá, en viajes relámpago en los que a menudo me tengo que dar por satisfecho si tengo un minuto o una hora para echar un vistazo alrededor y hacer con el móvil alguna foto de circunstancias, o incluso si no puedo hacer otra cosa que mirar curiosamente por la ventanilla de camino al aeropuerto. Al menos de ese modo identifico los lugares a los que deberemos volver.

Pero a veces es especialmente difícil: cuando un lugar tiene resonancias que lo hacen imprescindible, y ha estado esperando durante toda la vida, esta forma efímera y atribulada de tomar contacto resulta frustrante. Me ocurrió en Pekín, en Río, en Nairobi. Estos días me ha vuelto a suceder en San Petersburgo, la ciudad fundada por el zar Pedro el Grande en 1703 para convertirla en "la ventana del Rusia hacia el mundo occidental". Llevaba mucho tiempo deseando conocer su esplendor dieciochesco a orillas del Neva, y apenas si pudimos dar un paseo por la Perspectiva Nevski, desde el puente sobre el Fontanka hasta la plaza Dvortsovkaya, con la maravilla del Hermitage, blanco y verde, junto al Neva. Fue algo menos de una hora, en un mediodía de sol radiante a catorce grados bajo cero. Con la capucha puesta y tapados hasta los ojos, caminando cautelosamente sobre la nieve, disfrutamos contemplando las maravillosas proporciones clásicas de la ciudad.

Hermosa ventana a Europa la que abrió Rusia hace poco más de tres siglos. Pero por ella intentaron colarse los que no habían sido invitados: entre 1941 y 1945 la ciudad sufrió un espantoso sitio de novecientos días por parte del ejército alemán de Von Leeb; se estima que el hambre y el frío causaron la muerte de un millón doscientas mil personas. Un monumento con dramáticas estatuas de bronce recuerda a los muertos del sitio de Leningrado en la avenida que sale de la ciudad hacia el aeropuerto de Pulkovo. Al pasar junto a él me doy cuenta de que apenas he estado dieciséis horas en San Petersburgo. Apenas lo suficiente para saber que debemos volver cuanto antes, para llevarme en la retina la imagen resplandeciente del Palacio de Invierno junto a la vasta extensión blanca del Neva.

Me he quedado con la miel en los labios. Con San Petersburgo en los labios.


viernes, 11 de febrero de 2011

La Tierra de la Calma Matutina


Seúl amanece en la bruma. El tráfico en la autopista elevada sobre el río Han parece un torrente sanguíneo: se distribuye por los puentes como columnas de hormigas diligentes, apresuradas. Más allá de Walker Hill, los edificios numerados se disuelven en la niebla hacia Seongdong-gu y el centro de la ciudad. Seúl tiene un aire vasto y difuminado, ajetreado pero indiferente. Recorremos la ciudad, contemplando la torre de Seúl en lo alto del parque Namsam, y los rascacielos en Yeovido y Yeongdong, y el denso caudal humano en la avenida Euljiro.

Aunque se trata de un viaje de trabajo, conseguimos sacar un rato para visitar dos museos: el National Folk Museum of Korea, en el interior del recinto del palacio de Gyeongbokgung, y el National Museum of Korea. El primero es un museo antropológico, y refleja la historia de Corea y de las formas de vida de sus habitantes. No es grande, ni incluye piezas inolvidables, pero ilustra muy bien sobre el país y tiene un enfoque museográfico muy ameno. El segundo, el Museo Nacional, es de todo punto extraordinario; se anuncia como uno de los seis más grandes del mundo, y es obvio que no es exagerado. El edificio que lo alberga es colosal pero ligero y aéreo al mismo tiempo; tiene ante sí una amplia zona ajardinada que se incendia de colores granates y ocres al llegar el otoño, produciendo hermosos reflejos en el amplio estanque que hay en su centro. El conjunto expresa al mismo tiempo la potencia económica y tecnológica, y el sutil refinamiento de Asia.

El interior del museo es fascinante. Dedica una planta entera a la historia antigua y medieval de Corea, con obras de arte de sus principales reinos: Gorguyeo, Silla, Goryeo, Joseon. En las plantas superiores hay un poco de todo, con una especial atención al arte de otros países de Asia. Además, durante nuestra visita tuvimos la suerte de poder contemplar una exposición temporal sobre las asombrosas pinturas budistas de Goryeo, de los siglos X al XII.

Paseamos al caer la tarde por los jardines del palacio de Gyeongbokgung, construido en 1395 por la dinastía Joseon, que gobernó Corea entre 1392 y 1910. Pienso que, durante el apresurado recorrido, se ha hecho patente uno de los rasgos definitorios del país: habiendo estado durante toda su historia entre dos gigantes, China y Japón, ha sabido mantener en equilibrio su propia identidad. Nada es una expresión tan clara de ello como el característico alfabeto, el Hangeul, creado por el rey Sejong el Grande en el siglo XV. Descubro cuánto me gusta el país: próspero y vital, caótico pero amable, con una democracia duramente ganada, confiado en el futuro a pesar de la aterradora vecindad de los dictadores estalinistas que aún imponen su voluntad al norte del Paralelo 38.

Esta fue durante más de quinientos años la capital del reino de Joseon. Me dicen que Joseon significa Tierra de la Calma Matutina. Qué nombre tan hermoso.

domingo, 6 de febrero de 2011

Vídeo de la presentación de "Mis andanzas por Europa", de Charlie Chaplin, en El Ateneo de Madrid



El pasado 26 de enero tuvo lugar en El Ateneo de Madrid la presentación del libro Mis andanzas por Europa, de Charlie Chaplin, publicado por Ediciones Evohé y El Periscopio. En el libro, Chaplin relata en primera persona, en una narración llena de humor, inteligencia e ironía, el recorrido que hizo en 1921 por Inglaterra, Francia y Alemania, humeando aún los rescoldos de la Primera Guerra Mundial.

En la presentación participamos Javier Baonza (Ediciones Evohé), Jaime Alejandre (El Periscopio), Luis Alberto de Cuenca (prologuista del libro) y yo mismo, periscópico y traductor del libro. Fue una sesión amable y divertida, con magníficas presentaciones de mis compañeros de mesa y un coloquio muy vivo e interesante a su término.

Si no tuvisteis oportunidad de asistir, y os apetece compartir con nosotros aquella sesión, podéis ver los vídeos en los enlaces:

http://www.youtube.com/watch?v=UTsbYVep_ro&nofeather=True

http://www.youtube.com/watch?v=ptjTx2KGt1c&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=bfagAlhCYjY&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=-_iBcwPfYjc&feature=related