jueves, 23 de julio de 2020

Las ilustraciones de SANDRA DELGADO en impresión de alta calidad


¡Ya están aquí! He recibido las impresiones de las ilustraciones de Sandra Delgado para mis novelas de la Trilogía de Aníbal, y el resultado no puede ser más espectacular. Si se me permite el juego de palabras, las impresiones de www.inprnt.com producen una excelente impresión. Tanto las tarjetas postales como las láminas de mayor formato tienen una calidad insuperable. La riqueza del color (¡o la paleta de grises en las sorprendentes versiones en blanco y negro!) y la nitidez de los detalles producen a quien las contempla la sensación de estar viendo las ilustraciones por primera vez, de que ningún soporte electrónico les hace pleno honor. 

Os animo a probar; hay que tener un poco de paciencia porque los tiempos de transporte también reflejan el efecto de la disrupción de la pandemia, pero no os va a defraudar. Por mi parte, estoy impaciente por ir incorporando a mi colección las nuevas ilustraciones que cree Sandra. La siguiente está casi a punto, y os va a impactar. Qart Hadasht como no se había representado hasta ahora, ni más ni menos…


La Trilogía de Aníbal:

El heredero de Tartessos












jueves, 16 de julio de 2020

QUÉ SOLOS SIN VOSOTROS


Hoy España celebra su homenaje a las víctimas de la pandemia del COVID-19, y a quienes han estado, y siguen estando, en primera fila para combatir sus efectos y protegernos a todos. Para sumarme a ese homenaje recupero el texto que escribí en las semanas más amargas del confinamiento, cuando las ausencias empezaban a tocarnos cada vez más de cerca.

Hoy sentí algo parecido a la esperanza cuando escuché la noticia de que en las últimas veinticuatro horas la guadaña del coronavirus había segado "solo" 450 vidas. Como si esa tragedia fuera menos pavorosa que la de días pasados por obra y gracias de la aritmética; como si olvidase que infinitas veces uno es igual de infinito que infinitas veces 450. Más aún cuando ese uno es, como el pasado martes, Emilio, un hombre que había hecho de la generosidad, el afecto y la sonrisa sus razones de ser. Pusimos en el llanto de su pérdida el duelo por tantos que están perdiendo la batalla del aire en estas semanas de pesadilla.

Y más aún también cuando ese uno es, como he sabido esta misma tarde, Luis Miguel Madrid, Luismi, el alma hospitalaria y rebelde del café María Pandora, anfitrión de tantas de nuestras reuniones editoriales. Nunca le olvidaré con su gorra marinera negra calada sobre la hondura de una mirada curtida en quién sabe qué tormentas, tomando una cerveza apoyado en la barra, escuchando los versos que nos estuviesen siendo revelados esa noche. Siempre pensé que a Luismi la vocación de regentar un bar le venía del gusto por reunir a su gente y escuchar; hasta que descubrí que él mismo era un poeta de los que pronuncian sus versos en voz baja, como confidencias compartidas al paso, casi sin querer.

Leí su libro Tres moscas tres y durante largo tiempo después seguí escuchándole en el silencio.

Abrió con la llave que no era la puerta
que no estaba.
Dentro,
cerró los ojos ciegos de su cara opaca
y escuchó
el silencio del amor susurrando nada.

Son ya 20.453 en España, 166.766 en todo el mundo. Hasta siempre Luismi y Emilio y todos los demás. Qué solos nos sentimos de pronto sin vosotros.

Domingo 19 de abril de 2020

Ya en plena desescalada, semanas después, pasamos por el María Pandora, en la plaza de Las Vistillas, y lo encontramos cerrado a cal y canto. Un cartel pegado con celo pronunciaba su despedida: "Hasta siempre, amigo".

domingo, 12 de julio de 2020

DE "TRAFALGAR" A "CÁNOVAS": los Episodios Nacionales de Galdós


El 13 de julio de 2007 terminé de leer Trafalgar, el primero de los Episodios Nacionales de Galdós, y lo hice sabiendo que, si ningún mal azar venía a impedirlo, estaba tomando un camino cuyo transcurso me llevaría un buen número de años. Así ha sido, me lo he tomado sin prisa pero sin perder la pista, y el pasado 30 de junio, trece años y 45 episodios después, en el año del centenario del fallecimiento de su autor, concluyo Cánovas, y con él la más monumental obra literaria sobre el siglo XIX español. 

Echo la vista atrás y siento en la garganta la textura del camino con la misma abrumadora materialidad con que lo he ido viendo tendido ante mí. ¡Qué extraordinario personaje, Galdós! Me viene a la memoria la exposición sobre él en la Biblioteca Nacional que visité poco antes del confinamiento. Nada me gustó tanto como esas ordenadas pilas de cuartillas apaisadas con los manuscritos de sus obras: todos con la esmerada caligrafía oblicua y los remiendos y goterones de la plumilla. El aire y la factura de los manuscritos dicen tanto del escritor como el contenido de sus libros. ¡Si lo sabré yo! Galdós es un pulcro cronista de los engranajes del espíritu, de las afiladas herramientas de la lengua castellana y de las vicisitudes de nuestra España. Se aplica a ello con más ánimo de empatía que de exhaustividad. 

Con su literatura y su compromiso político y personal, Galdós demostró que la proporción en que se mezcla el éxito y el fracaso en la historia de España depende, más de lo que creemos, de todos y cada uno de nosotros. Creo que España es hoy mejor de lo que hubiera sido de no haber tenido a D. Benito narrando sus deslumbrantes contradicciones. Creo que él lo supo siempre y se entregó con generosa sinceridad, por mucho que ello supusiera que los intransigentes de entonces -que siguen hoy intactos entre nosotros- le privaran del Nobel en uno de los ejercicios de mezquindad a que nos tienen acostumbrados. 

Ha pasado un siglo desde su muerte, y la lucha en que él se empeñó, la de lograr una España libre, justa, laica, próspera e ilustrada, que tome en cuenta a todos en un compromiso de concordia nacional, sigue librándose hoy, aunque sea de forma menos cruenta. En esa lucha siento que estoy de su mismo lado. 

España no fue la misma después de Galdós.

Tampoco yo.


domingo, 5 de julio de 2020

LA MURALLA ÍBERA DE ARSE-SAGUNTO (Dibujos Arqueológicos III)


No es fácil dar con los restos de la ciudad íbera de Arse, en Sagunto. Es preciso seguir un camino accidentado por el exterior de la muralla del castillo, entre coscojas y lentiscos, para dar con tramos de muralla y el arranque de una torre defensiva construidos con grandes sillares en el siglo IV a.C. Se suda la gota gorda, pero merece la pena. Es la única forma de entrever el aspecto que debió ofrecerle a Aníbal la antigua Arse íbera en los tiempos en que se la consideraba inexpugnable, con su doble recinto amurallado ciñendo la cumbre y las caderas del risco. Una cartela plantada en mitad de la “senda íbera” nos advierte de que «no se dispone de material arqueológico del célebre asedio, ya que en el siglo XX se lleva a cabo la destrucción de la vertiente sur y oeste de la montaña para extraer piedra. Algunas imágenes de la explotación muestran una gran cantidad de proyectiles esféricos, que pueden pertenecer al armamento artillero utilizado por el ejército cartaginés».

Sin embargo, como tantas veces, es la memoria de los nombres la que nos hace próximo el pasado. Dice la misma cartela: «De aquel momento histórico ha pervivido la toponimia de los Altos de Aníbal». 

Apartado y hermoso paraje, propicio para los ecos, este de los Altos de Aníbal en Sagunto.

Para el relato completo de la excursión: