viernes, 26 de noviembre de 2010

HISPANIA: Novelas e historia de la antigua Iberia

La convocatoria tiene irresistibles atractivos.

Por una parte, podréis participar en un debate sobre las novelas históricas ambientadas en la España antigua. Con vosotros estaremos tres autores del género: Rufino Fernández (La sombra del mercenario. Memorias de un viejo ibero), León Arsenal (El hombre de la plata) y yo mismo (El heredero de Tartessos). En estos momentos de furor hispánico televisivo, seguro que el debate dara mucho de sí.

Y, por otra, la casa invita a la cerveza, para que la charla cuente con animación garantizada.

Nos vemos en El Caldito.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Entrevista a Arturo Gonzalo Aizpiri en "Ilike Magazine"


Javier Pellicer, escritor y amigo, ha publicado una entrevista conmigo en Ilike Magazine (¡gracias, Javier!), con una estupenda caricatura de Pablo Pino. Ilike Magazine es una magnífica revista cultural en Internet que os animo a seguir regularmente. El último número podéis descargarlo en:


Y, en cuanto a la entrevista, os la reproduzco a continuación:

Entrevista a Arturo Gonzalo Aizpiri

—En primer lugar, me gustaría situar la acción de tu novela. “El heredero de Tartessos” transcurre en tiempos de la invasión de Cartago a la Península Ibérica, hace más de 2200 años. ¿Cuál fue el motivo de elegir ese momento de la Historia?

— Creo que el desembarco de Amílcar Barca en Gadir en el año 237 a. C. hace que España irrumpa súbitamente en la Historia. Hasta ese momento la Península Ibérica era un territorio en gran medida legendario, dominado por la impronta mítica de Tartessos, con una participación muy limitada en los grandes acontecimientos del ámbito mediterráneo. Y de la noche a la mañana nuestro suelo se convierte en uno de los escenarios clave de la lucha por el poder en el mundo antiguo, entre Roma y Cartago. Además, es una época fascinante por el gran número de pueblos muy diversos que confluyen en ella, lo que permite presentar al lector personajes de uno y otro lado del conflicto que despliegan creencias y sentimientos tan complejos y fascinantes como los del momento histórico que les ha tocado vivir.

—Cuéntanos brevemente el argumento de la novela.

— Tras su desembarco en Gádir, Amílcar, acompañado por su hijo Aníbal, comienza una campaña de conquista que lo lleva a remontar poco a poco el valle del Guadalquivir. Derrota a los turdetanos, con su ejército mercenario acaudillado por los celtíberos Istolacio e Indortes, y conquista también grandes ciudades Oretanas como Ipolka y Kástulo. Pero al llegar a la ciudad de Hélike, situada en las serranías del alto Segura, se encuentra con una fiera resistencia, dirigida por el rey Orissón, que lo obliga a iniciar un asedio. Éste es el punto en que comienza la novela.
Consciente de que la resistencia no podrá prolongarse mucho tiempo, el rey Orissón decide enviar una petición de ayuda a los Ólcades del norte, un belicoso pueblo celtíbero que habita los montes de lo que hoy es la provincia de Cuenca. Y el azar hace que un guerrero ólcade, Gerión, sea testigo del enfrentamiento entre los enviados de Orissón y una patrulla de soldados cartagineses. El celtíbero se ve impulsado a tomar partido, y esa decisión lo conducirá a conocer aspectos insospechados de su propio pasado y a jugar un papel protagonista en los trascendentales acontecimientos que están a punto de cambiar el destino de Ispania.

—“El heredero de Tartessos” está catalogada como novela histórica, pero tiene un inconfundible aroma épico y aventurero, muy cercano a la literatura fantástica. ¿Es algo intencionado?

—Cuando uno escribe una novela, de algún modo vuelca en ella toda su biografía literaria, todo lo que a lo largo de los años como lector le ha dejado huella. Y, siendo cierto que siempre he sido un gran lector de literatura fantástica, no me cabe duda que he incorporado a mi forma de escribir el lenguaje del género. He oído decir a algún escritor que un novelista escribe las historias que le gustaría leer. Creo que en gran medida es así.

—Tu manera de narrar, el estilo preciosista y la forma en que describes, es muy “Tolkien”. En ocasiones incluso raya lo poético.

—Has dado en el clavo. Soy tan apasionado de Tolkien como de la poesía. Probablemente de Tolkien he tomado ese particular sentido del transcurso del tiempo y del espacio, esa atención al viaje tanto como al destino. Y la intención épica de muchas escenas de la novela.
Y de la poesía me quedo con la intención de buscar la emoción y la máxima efectividad y precisión de cada palabra que escribo. Creo que nada como la poesía a ayuda a un escritor a eliminar lo superfluo, y a conseguir que el lenguaje haga al lector evocar imágenes que le den verosimilitud personal al texto.

—La documentación es una de las claves en cualquier novela histórica, más aún cuando se habla de una época tan lejana en el tiempo y relativamente poco conocida por el público en general. ¿Cuáles han sido tus fuentes principales?

— Afortunadamente en los últimos tiempos se está enriqueciendo con gran rapidez la bibliografía sobre la protohistoria de España; la novela incluye una breve bibliografía de aquellos libros que me han resultado más reveladores. Puestos a destacar a alguno, tengo que citar a Diodoro Sículo, Plinio y Pomponio Mela entre los clásicos; y a Francisco Burillo, Manuel Bendala, Francisco Gracia y Pedro Barceló entre los contemporáneos. Me he convertido también en visitante asiduo de algunos de nuestros sufridos museos arqueológicos, como el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y el Museo de Arte Ibérico de Jaén.

—¿Has visitado personalmente los lugares donde transcurre la historia?

— En efecto. No sé bien cómo conseguí convencer a mi mujer, Ángela, para que me acompañara a recorrer las provincias de Cuenca, Albacete y Jaén, localizando los parajes de la novela y visitando algunos sitios arqueológicos. Recomiendo particularmente a los lectores visitar, en la provincia de Cuenca, Villalba de la Sierra y la antigua Valeria, asomada al desfiladero del río Gritos, y las alturas entre Elche de la Sierra y Ayna, en Albacete.

—El misterio que envuelve a la leyenda de Tartessos, una especie de Atlántida ibérica, impregna toda la novela de un modo sutil. Es quizás otro punto en común con la obra de Tolkien. “El Señor de los Anillos” también cuenta con sus propios mitos de trasfondo, que dan solidez al conjunto. ¿Fue esa tu intención al apostar por tratar este mito?

—Yo diría que no he podido escapar a la seducción que ejerce sobre todos los interesados por la Historia el carácter mítico y legendario de Tartessos. El hecho de que nunca se haya descubierto la ubicación de la capital de aquel reino, a pesar de haber dedicado a ello sus esfuerzos grandes arqueólogos, comenzando por el hispanista alemán Adolf Schulten, arroja un halo de misterio sobre ella. Firmando en la Feria del Libro, han sido numerosos los lectores que se han acercado para preguntarme: “Pero, ¿existió de verdad Tartessos?”.

—Los personajes son mayoritariamente ficticios, aunque uno de los que no, Aníbal Barca, ha sido protagonista de otras novelas históricas. ¿Fue complicado construir tu propia versión del famoso conquistador cartaginés? ¿Te has dejado influenciar por otras novelas que trataban al personaje?

—Me atrae poderosamente la figura de Aníbal; lo veo como el sucesor de Aquiles y de Alejandro, figuras capaces de dejar una huella indeleble en quienes los conocieron, y también en el imaginario colectivo de la humanidad. Además, creo que Aníbal encarna un proyecto “imperial” basado en la diversidad, mientras que el modelo romano se basó en mayor medida en la uniformidad.
Y, aunque en efecto he leído otras novelas sobre Aníbal, creo que no me han influido mucho, porque sitúo al personaje en una edad, la más temprana juventud, que ha sido relativamente poco tratada. Quizá la influencia más clara que he tenido ha sido el famoso Retrato que de él hizo Tito Livio en el Libro XXI de la Historia de Roma desde su fundación. Pero sobre todo he intentado imaginar cómo debió ser un joven púnico sumergido desde la infancia en el corazón de los acontecimientos políticos y militares de aquel tiempo, y fascinado con la figura de Alejandro Magno y del mundo helenístico.

—Uno de los personajes, Anglea, resume un poco la visión que los íberos tenían de la mujer, a la que tenían en alta estima. Tenemos mucho que aprender hoy en día de sociedades que siempre hemos creído bárbaras, ¿no crees?

—Desde luego, todas las fuentes coinciden en atribuir un notable papel a las mujeres dentro de las sociedades prerromanas. Anglea es la expresión de ese papel, y simboliza además la capacidad que le atribuyo a las mujeres de corregir muchos de los errores y desequilibrios que siempre ha mostrado la sociedad moldeada por los hombres. Anglea toma las armas cuando es preciso, pero equilibra esa aceptación de la violencia con una personalidad también atenta a la afectividad, la humanidad, incluso el humor y la intuición. Es también una persona pragmática y positiva, pero abierta a la dimensión mágica y enigmática de la existencia. Creo que queda claro que soy un admirador incondicional de Anglea.

—“El heredero de Tartessos” es tu primera novela, fruto de más de cinco años de trabajo según aseguras. Pero, ¿es tu primer trabajo literario, o hay obras anteriores guardadas en el disco duro de tu ordenador?

—Desde que tengo uso de razón he sido un escritor compulsivo y he hecho un poco de todo: relatos, traducciones, ensayos, artículos profesionales. Pero El heredero de Tartessos es mi primera novela. Y he descubierto que es una experiencia extraordinaria, en la que un escritor puede explicarse a sí mismo por completo. Así que no será la última.

—¿Qué tal el trabajo con la editorial? ¿Ha sido gratificante?

—Mi editor, Alberto Santos, ha sido clave para convertir en realidad el proyecto de El heredero de Tartessos. Me mostró el camino que lleva desde un montón de folios recién salidos de la impresora hasta una novela en el mostrador de una librería. Un camino mucho más laborioso de lo que yo me hubiera imaginado. Y me ayudó a pulir el manuscrito, haciéndolo más sólido, más solvente. Ha merecido la pena.

—“El heredero de Tartessos” parece gozar de una salud envidiable, habida cuenta de que ya ha traspasado con éxito la segunda edición. ¿Estás satisfecho, o aún esperas más de la novela?
—Estoy feliz y más que satisfecho con el éxito que está teniendo el libro. Pero, puestos a soñar, ¿por qué no ir aún más allá? No pocos lectores me han comentado que la novela tiene un ritmo muy cinematográfico. Así que, ¿quién sabe?, tal vez algún día alguien se anime a llevar a Gerión y a Anglea a la gran pantalla.

—La promoción de la novela te ha llevado a muchos lugares de España. ¿Qué tal la experiencia de contactar con el lector?

—Si tuviera que dar una sola razón por la que amo escribir novelas, no sería el tiempo de feliz intimidad escribiendo en el cuaderno o en el ordenador, rodeado de libros y mapas. Lo más hermoso es el encuentro cara a cara con los lectores, conversar unos minutos, entregar el libro y estrechar la mano sabiendo que entre Dora o Alfonso o Josep o Stefan o Alicia o Álvaro y yo mismo acaba de crearse una complicidad única. Ellos y yo compartimos un relato, un paisaje, un conjunto de personajes, una aventura. Es algo completamente adictivo.

—¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?

—Estoy comenzando a trabajar en una nueva novela. Y, dado que a medida que he profundizado en la época de la presencia cartaginesa en la Península Ibérica, me ha ido pareciendo cada vez más fascinante, espero continuar explorándola.

—Arturo, ha sido un placer charlar contigo. Mucha suerte con la novela y esperemos que sea la primera de muchas.

—El placer ha sido mutuo, Javier, muchas gracias. Y suerte también a este espléndido proyecto que es Ilike Magazine.