viernes, 9 de enero de 2015

La Bicha de Balazote en el MAN


La Bicha de Balazote, una de las piezas emblemáticas del arte ibérico en el Museo Arqueológico Nacional. Está esculpida sobre dos bloques de piedra caliza y se data en la segunda mitad del siglo VI a. C. Con su hierático aire oriental, siempre me ha parecido una pieza enigmática y fascinante. También me ha llamado la atención el nombre de "bicha", como si fuera una especie de localismo de Albacete. Pues no, resulta que los dos primeros arqueólogos que la examinaron eran franceses, y la llamaron biche, tomándola por una cierva. De ahí a "bicha" era inevitable dar el paso. Hay que ver cómo nacen los neologismos.

viernes, 2 de enero de 2015

El Toboso en un sosegado silencio


Todos aquellos que aman el Quijote deben visitar el Toboso. Es un hermoso pueblo manchego que ha conservado asombrosamente la atmósfera y la traza urbana del Siglo de Oro, con un espléndido conjunto de iglesias, conventos y caserones que valen en todo caso una visita. Pero es que, además, por todo el pueblo se encuentran las huellas de quienes quieren mantener vivo el aliento del luminoso viaje que nos brindó Cervantes a su tiempo y a la condición humana.

El Centro Cervantino aloja una singular colección ejemplares de la obra. Tiene su origen en 1927, cuando el alcalde de la localidad, a iniciativa de los concejales, escribió a todos los embajadores acreditados en España pidiendo ejemplares firmados por el jefe del Gobierno o del Estado al que representaban. Son llamativos los Quijotes firmados por Hindemburg y Mussolini, entre otros muchos.

Hay otras iniciativas de los toboseños, como la de Isabel, dueña de la hospedería Casa de la Torre, en la que no sólo ha creado un insuperable lugar para alojarse, sino también un museo cervantino con contribuciones de viajeros de todo el mundo. Los fragmentos escritos en todas las lenguas y alfabetos imaginables, muchos de ellos ilustrados, son una joya para admirar sin prisa. Gracias por tu esfuerzo y hospitalidad, Isabel.

La propia Isabel nos animó a dejarnos llevar por el relato escrito en rotundas letras de hierro por las paredes encaladas del pueblo. Da cuenta de la visita de don Quijote y Sancho al Toboso en el capítulo IX de la segunda parte de la obra. Teniendo aún reciente la relectura, nos dejamos atrapar por la emoción en cada esquina, trayendo a la imaginación aquella lejana medianoche.

Media noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara... Y así fuimos, siguiendo las indicaciones escritas en los muros, hasta dar con la iglesia, ahora como entonces la de San Antonio Abad, y más allá, en una callejuela sin salida, con la casa de la soberana y alta señora, Dulcinea del Toboso.

Ha pasado ya una docena de semanas desde nuestra visita, y aún recuerdo con un estremecimiento aquella noche entreclara, recién llovida, en que recorrimos el Toboso en compañía de don Quijote y Sancho, y sólo nuestras voces, leyendo en voz alta el texto de Cervantes, rompieron el sosegado silencio del pueblo.