martes, 25 de julio de 2023

LOS RELIEVES TURDETANOS DE OSUNA (Tras las huellas de César XII)


Durante las guerras entre César y Pompeyo, en el siglo I a. C., uno de los principales teatros de operaciones fue Hispania, y numerosas ciudades ibéricas sufrieron las consecuencias. Fue el caso del oppidum turdetano de Osuna, en Sevilla, cuya muralla fue reforzada durante el conflicto, ocultándose sillares decorados en su zona interior.

Algunos de sus sillares se exhiben hoy en el Museo Arqueológico Nacional, y probablemente pertenecieron a monumentos funerarios. Hay relieves extraordinarios, como los que representan un combate entre dos guerreros con grandes escudos, falcatas y cascos de cuero con cimera, acompañados por músicos en procesión; o el del beso de despedida entre dos amantes. Sin duda representan una de las cimas del arte ibérico, y algunos de sus más conocidos iconos.

 












martes, 18 de julio de 2023

LOS CARPETANOS DE CONSABURA (Tras las huellas de César XI)


Al inicio de su propretura de 61 a. C. en Hispania, Cesar llevó a cabo una intensa campaña de castigo contra los carpetanos, forzando el traslado al llano de los habitantes de los oppida, estableciendo un patrón que más tarde aplicaría igualmente a los vetones. En el caso de los carpetanos, los casos más destacados fueron los de Toletum (Toledo), Consabura (Consuegra) y Caesarobriga (Talavera de la Reina); tras el abandono de las poblaciones amuralladas en altura, César estableció en el llano nuevas ciudades íbero-romanas que adquirieron la condición de cabezas de extensos territorios, con el estatus de municipios peregrinos.

En ninguna de ellas se ha conservado una destacada huella material de los viejos castros carpetanos, aunque posiblemente aquella en la que esa vieja estirpe sigue más presente sea Consuegra, con restos del oppidum excavado en el cerro Calderico.

Visité Consuegra en un caluroso día de comienzos de septiembre del pasado año. Me divierten mucho estas antiguas ciudades que escriben su relato en clave de historia. Su callejero suele dar elocuente prueba de ello y pocos tanto como el de Consuegra. Partiendo de la plaza de los Cónsules (con reproducción de estatua de torso consular incluida), se atraviesan las avenidas del Imperio Romano y del Emperador Constantino y las calles de los Senadores Romanos y de Lucano hasta llegar a la de Julio César. Pero lo cierto es que encontrar vestigios romanos en Consuegra, más allá de los del callejero, no es tarea fácil.

Está la presa, a las afueras de la ciudad, que en época romana embalsó las aguas del acueducto de 24 km, que seguía el curso del actual río Amarguillo, seco de solemnidad a estas alturas del año (pero no por ello debe perdérsele el respeto, porque de pronto llega una gota fría y se lleva por delante medio pueblo, como ocurrió el 12 de septiembre de 1891, causando la muerte a 359 consaburenses). Sí, consaburenses; otra de las huellas del pasado romano de estas antiguas poblaciones son sus deliciosos gentilicios.

También está el meritorio museo municipal, que sale razonablemente bien parado del esfuerzo de demostrar que más vale la calidad (y la intención) que la cantidad, con su docena de vitrinas, con un buen discurso museográfico y alguna pieza sobresaliente, como el timiaterio.

Pero para ver cierta abundancia de vestigios, hay que irse de bares. En los patios de la Bodeguita de La Tercia y del restaurante El Alfar esperan al visitante basas, fustes y capiteles de columnas, e incluso una notable escultura que ha servido de modelo a la copia contemporánea de la plaza de los Cónsules.

Por si fuera poco, como colofón de la visita, nos espera el cerro Calderico, con su castillo y sus molinos, dibujando el skyline de lo que parece un trasatlántico geológico varado en la llanura manchega. Una maravilla.

















 

martes, 11 de julio de 2023

LOS VETONES DE ÁVILA (Tras las huellas de César X)

 


Mi visita al abulense castro vetón de Las Cogotas contó con un prólogo y un triple epílogo.

El prólogo lo proporcionó el Aula Arqueológica de Cardeñosa, un pequeño centro de interpretación del castro vetón, que comparte edificio con el Ayuntamiento de la localidad y con la biblioteca municipal. Tengo que reconocer que me resultan entrañables estos esfuerzos de nuestros pueblos, normalmente financiados con fondos europeos, por dar a conocer su patrimonio arqueológico. Tienen su gracia y dan ocasión de entablar conversación con la gente del lugar. Este fue el caso con Isabel, la persona a cargo del centro, que me contó anécdotas del pueblo, como el hecho de ser conocido por las cruces de piedra que jalonan su trama urbana. «Son más de 30 y las utilizamos para quedar. Es nuestro GPS». Del centro me quedo con el vídeo que recrea la vida de los vetones con personajes que parecen recién sacados del bar del pueblo. En el paroxismo de la creatividad, incluye un avance informativo sobre Estrabón, emitido en el «Telediario de la Edad del Hierro de Televettón», con reportera de la época incluida. Bendito sentido del humor, que aparece allí donde uno menos se lo espera. Se tuvieron que hacer unas buenas risas en el día de la realización.

El epílogo tuvo lugar en Ávila capital, donde visité tres espacios museísticos que prestan atención a los vetones.

En la Torre de los Guzmanes se exhibe la exposición «La Vetonia. Cultura y naturaleza», de la que ya di cuenta en este blog la primera vez que la visité, en 2013. Está muy bien para una primera aproximación al tema.

El museo Provincial de Ávila, instalado en la Casa de los Deanes, tiene una estupenda sala dedicada a la Segunda Edad del Hierro, con aire vetusto y necesitado de una puesta al día, pero con una excelente colección de piezas originales de los grandes castros de la provincia. Tiene de todo: armas, monedas, aperos de labranza, calderos de bronce, bocados de caballo, cerámica, molinos de piedra.  Me encantó ver el ara votiva original del santuario a Vaélico que visité hace algunos años en Postoloboso, uno de esos lugares donde la espiritualidad de los antiguos sigue latiendo en el atardecer.  Y me cautivaron las exquisitas figuras encontradas en Las Cogotas, en especial las zoomorfas. Una de ellas, representando a un caballito con la pata delantera alzada y el cuello erguido, se ha convertido en el símbolo del yacimiento. Me llamó la atención la cartela dedicada al castro de El Raso, que explica que fue abandonado cuando la región fue «pacificada» por César. Bonito eufemismo para aludir al rastro de destrucción que dejó el romano cuando atravesó la región en 61 a. C.

Y, por último, la iglesia contigua de Santo Tomé «El Viejo», convertida en algo de lo más innovador: «almacén visitable» de piezas arqueológicas.  Es tal la abundancia de ellas que no caben en el museo. Un patrimonio que en otros lugares daría para crear más de un museo o un centro de interpretación, aquí se almacena como buenamente cabe alrededor de la nave de una iglesia desacralizada y en grandes estanterías metálicas. Cuento a simple vista dos decenas de verracos de todos los tamaños. Impresionante. Todo un rebaño de verracos vetones pasando el tiempo entre mosaicos romanos y sarcófagos musulmanes, observando impávidos a los visitantes de su almacén.




















viernes, 7 de julio de 2023

EL ESPÍRITU HUMANO EN EL MUSEO DE PÉRGAMO


El Museo de Pérgamo, en Berlín, es una deslumbrante puerta abierta a las profundidades del espíritu humano, desde que aprendiera a construir ciudades, esculpir la piedra y escribir su lenguaje, hace más de doce milenios en Oriente medio. Aquí están los ídolos, las invocaciones y las representaciones del poder desde el principio de los tiempos. Aquí están las creencias y los temores, los misterios y los dogmas, el poder y la ofrenda, la intimidación y la epifanía, las luces y las sombras. Por cada ciudad que se construye, otra se desploma y es cubierta por las arenas del tiempo; detrás de cada templo y de cada palacio hay un tributo inmenso de genio, pero también de explotación y muerte.

Hoy me quedo, con todo, con la capacidad que tiene el ser humano para concebir y crear cosas tan bellas como el corredor ceremonial y la puerta de Ishtar de Babilonia, o el pórtico de acceso al mercado de Mileto. El arte nos eleva sobre nuestra cotidiana lucha por la supervivencia, nos hace habitar un mundo de emoción y, por último, consigue redimirnos. El arte nos hace verdaderamente humanos.

Hay muchas formas de tomar constancia de ello, pero visitar los lugares, como el Museo de Pérgamo, donde milenios de creatividad humana siguen vivos ante nuestros admirados ojos, es una de las más conmovedoras.