Mi visita al abulense castro vetón de Las
Cogotas contó con un prólogo y un triple epílogo.
El prólogo lo proporcionó el Aula Arqueológica
de Cardeñosa, un pequeño centro de interpretación del castro vetón, que
comparte edificio con el Ayuntamiento de la localidad y con la biblioteca
municipal. Tengo que reconocer que me resultan entrañables estos esfuerzos de
nuestros pueblos, normalmente financiados con fondos europeos, por dar a
conocer su patrimonio arqueológico. Tienen su gracia y dan ocasión de entablar
conversación con la gente del lugar. Este fue el caso con Isabel, la persona a
cargo del centro, que me contó anécdotas del pueblo, como el hecho de ser
conocido por las cruces de piedra que jalonan su trama urbana. «Son más de 30 y
las utilizamos para quedar. Es nuestro GPS». Del centro me quedo con el vídeo
que recrea la vida de los vetones con personajes que parecen recién sacados del
bar del pueblo. En el paroxismo de la creatividad, incluye un avance
informativo sobre Estrabón, emitido en el «Telediario de la Edad del Hierro de Televettón»,
con reportera de la época incluida. Bendito sentido del humor, que aparece allí
donde uno menos se lo espera. Se tuvieron que hacer unas buenas risas en el día
de la realización.
El epílogo tuvo lugar en Ávila
capital, donde visité tres espacios museísticos que prestan atención a los vetones.
En la Torre de los Guzmanes se exhibe
la exposición «La Vetonia. Cultura y naturaleza», de la que ya di cuenta en este blog la primera vez que la visité, en 2013. Está muy bien para una primera
aproximación al tema.
El museo Provincial de Ávila,
instalado en la Casa de los Deanes, tiene una estupenda sala dedicada a la Segunda
Edad del Hierro, con aire vetusto y necesitado de una puesta al día, pero con
una excelente colección de piezas originales de los grandes castros de la
provincia. Tiene de todo: armas, monedas, aperos de labranza, calderos de
bronce, bocados de caballo, cerámica, molinos de piedra. Me encantó ver
el ara votiva original del santuario a Vaélico que visité hace algunos años en Postoloboso, uno de esos lugares donde la espiritualidad de los antiguos sigue
latiendo en el atardecer. Y me cautivaron las exquisitas figuras
encontradas en Las Cogotas, en especial las zoomorfas. Una de ellas,
representando a un caballito con la pata delantera alzada y el cuello erguido,
se ha convertido en el símbolo del yacimiento. Me llamó la atención la cartela
dedicada al castro de El Raso, que explica que fue abandonado cuando la región
fue «pacificada» por César. Bonito eufemismo para aludir al rastro de
destrucción que dejó el romano cuando atravesó la región en 61 a. C.
Y, por último, la iglesia contigua de Santo Tomé «El Viejo», convertida en algo de lo más innovador: «almacén visitable» de piezas arqueológicas. Es tal la abundancia de ellas que no caben en el museo. Un patrimonio que en otros lugares daría para crear más de un museo o un centro de interpretación, aquí se almacena como buenamente cabe alrededor de la nave de una iglesia desacralizada y en grandes estanterías metálicas. Cuento a simple vista dos decenas de verracos de todos los tamaños. Impresionante. Todo un rebaño de verracos vetones pasando el tiempo entre mosaicos romanos y sarcófagos musulmanes, observando impávidos a los visitantes de su almacén.
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