viernes, 14 de octubre de 2016

GUARDIANES DE TUMBAS. Esculturas funerarias ibéricas en el Museo Arqueológico Nacional


Es impresionante el número y la variedad de esculturas de animales que los pueblos ibéricos incorporaron a su monumentos funerarios; un conjunto excepcional de ellos puede contemplarse en las salas del Museo Arqueológico Nacional. Da la impresión de que todo lo que tuviera un porte suficiente, cuernos o colmillos y se sostuviera sobre cuatro patas podía ejercer la función de guardián de tumbas. Los hay reales e imaginarios, de todas las especies y procedencias: los leones de Pozo Moro, el toro y el carnero de Osuna, la osa de Porcuna, las esfinges de Agost y El Salobral, la leona de Baena, la bicha de Balazote, el grifo de Redován. Y hasta la cabeza del caballo de Font de la Figuera, que hace mucho que perdió de vista a su jinete.

Paseando entre ellas, siento que esas figuras siguen representando, más de dos milenios después de haber sido talladas, un anhelo de inmortalidad tan antiguo como el hombre. Ya nadie recuerda a qué príncipes o héroes custodiaron, pero todos sabemos bien a qué temores querían dar respuesta. Los guardianes de tumbas nos susurran al oído que todo cambia, excepto el alma humana.












lunes, 10 de octubre de 2016

ANGLEA DE HÉLIKE (Galería de ilustraciones TRILOGÍA DE ANÍBAL II)


Tras Gerión, era obvio que debía ser el turno de Anglea, hija del rey oretano de Hélike y oficiante del rito de Astarté. En la ilustración de Sandra Delgado, Anglea está participando en la defensa de su ciudad, sitiada por las tropas de Amílcar Barca, y como arma utiliza una honda.

Para poner en contexto a Anglea me viene a la medida una conversación entre Argantio y Gerión en El heredero de Tartessos, inspirada en un pasaje de Plinio:

Argantio miró a Gerión con una sonrisa ya sincera iluminándole el rostro. El joven enarcó las cejas.
            - Ignoraba que tu pueblo cultivara la práctica de la honda.
            - Está cayendo en desuso, pero, bien manejada, es un arma formidable. Yo mismo entrené a Anglea, igual que a sus hermanos, como dicen los viajeros que se entrena a los niños baleáricos. Cuando llegaba la hora de comer colgaba una hogaza de la rama de una encina y hacía a los niños lanzar contra ella desde una distancia cada vez mayor; sólo cuando deshacían el pan de una pedrada podían comer de él. Argantio pronto encontró más masculino el arco y la espada, y Argonio nunca mostró interés por la caza o la guerra, de modo que ya sólo ella continúa llevando las tres hondas anudadas en la frente.
            - ¿Las tres hondas? –preguntó Gerión.
            - Claro. La larga, de junco negro, que llega más lejos que ningún arco. La corta, de nervios, que proporciona una precisión asombrosa. Y la de cerdas, para cuando no se sabe cuál elegir. Pídele que te las enseñe cuando la conozcas, estará encantada de practicar el celtíbero contigo. 

Para caracterizar a Anglea, Sandra ha utilizado diversos collares y brazaletes ibéricos del Museo Arqueológico Nacional: