viernes, 2 de enero de 2015

El Toboso en un sosegado silencio


Todos aquellos que aman el Quijote deben visitar el Toboso. Es un hermoso pueblo manchego que ha conservado asombrosamente la atmósfera y la traza urbana del Siglo de Oro, con un espléndido conjunto de iglesias, conventos y caserones que valen en todo caso una visita. Pero es que, además, por todo el pueblo se encuentran las huellas de quienes quieren mantener vivo el aliento del luminoso viaje que nos brindó Cervantes a su tiempo y a la condición humana.

El Centro Cervantino aloja una singular colección ejemplares de la obra. Tiene su origen en 1927, cuando el alcalde de la localidad, a iniciativa de los concejales, escribió a todos los embajadores acreditados en España pidiendo ejemplares firmados por el jefe del Gobierno o del Estado al que representaban. Son llamativos los Quijotes firmados por Hindemburg y Mussolini, entre otros muchos.

Hay otras iniciativas de los toboseños, como la de Isabel, dueña de la hospedería Casa de la Torre, en la que no sólo ha creado un insuperable lugar para alojarse, sino también un museo cervantino con contribuciones de viajeros de todo el mundo. Los fragmentos escritos en todas las lenguas y alfabetos imaginables, muchos de ellos ilustrados, son una joya para admirar sin prisa. Gracias por tu esfuerzo y hospitalidad, Isabel.

La propia Isabel nos animó a dejarnos llevar por el relato escrito en rotundas letras de hierro por las paredes encaladas del pueblo. Da cuenta de la visita de don Quijote y Sancho al Toboso en el capítulo IX de la segunda parte de la obra. Teniendo aún reciente la relectura, nos dejamos atrapar por la emoción en cada esquina, trayendo a la imaginación aquella lejana medianoche.

Media noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara... Y así fuimos, siguiendo las indicaciones escritas en los muros, hasta dar con la iglesia, ahora como entonces la de San Antonio Abad, y más allá, en una callejuela sin salida, con la casa de la soberana y alta señora, Dulcinea del Toboso.

Ha pasado ya una docena de semanas desde nuestra visita, y aún recuerdo con un estremecimiento aquella noche entreclara, recién llovida, en que recorrimos el Toboso en compañía de don Quijote y Sancho, y sólo nuestras voces, leyendo en voz alta el texto de Cervantes, rompieron el sosegado silencio del pueblo.


















6 comentarios:

  1. Feliz año, Arturo. Ya veo que sigues con tus visitas reseñadas. Espléndido, como siempre... Que encanto tiene visto tras tu objetivo. Un abrazo.

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  2. Muchas gracias, Íñigo. Sabes por experiencia propia lo tenaz que es el alma de reportero. Un abrazo y que tengamos un gran 2015, lleno de buenos viajes y lecturas.

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  3. Querido Arturo, mis mejores deseos para este 2015.
    Me ha encantado tu entrada sobre el Toboso y esos cielos azules y esa luz que tanto se echan de menos por aquí.

    Y me han recordado un hermoso poema de Álvaro Mutis que copio debajo que creo que parece hecho a propósito para tu semblanza
    Un abrazo fuerte y espero que nos veamos pronto

    Sergio Álvarez

    CITA

    Para Eulalio y Rafaela


    Camino de Salamanca. El verano
    establece sobre Castilla su luz abrasadora.
    El autobús espera para arreglar una avería
    en un pueblo cuyo nombre ya he olvidado.
    Me interno por callejas donde el tórrido
    silencio deshace el tiempo en el atónito polvo
    que cruza el aire con mansa parsimonia.
    El empedrado corredor de una fonda
    me invita con su sombra a refugiarme
    en sus arcadas. Entro. La sala está vacía,
    nadie en el pequeño jardín cuya frescura
    se esparce desde el tazón de piedra
    de la fuente hasta la humilde penumbra
    de los aposentos. Por un estrecho pasillo
    desemboco en un corral ruinoso
    que me devuelve al tiempo de las diligencias.
    Entre la tierra del piso sobresale
    lo que antes fuera el brocal de un pozo.
    De repente, en medio del silencio,
    bajo el resplandor intacto del verano,
    lo veo velar sus armas, meditar abstraído
    y de sus ojos tristes demorar la mirada
    en este intruso que, sin medir sus pasos,
    ha llegado hasta él desde esas Indias
    de las que tiene una vaga noticia.
    Por el camino he venido recordando, recreando
    sus hechos mientras cruzábamos las tierras labrantías.
    Lo tuve tan presente, tan cercano,
    que ahora que lo encuentro me parece
    que se trata de una cita urdida
    con minuciosa paciencia en tantos años
    de fervor sin tregua por este Caballero
    de la Triste Figura, por su lección
    que ha de durar lo que duren los hombres,
    por su vigilia poblada de improbables
    hazañas que son nuestro pan de cada día.
    No debo interrumpir su dolorido velar
    en este pozo segado por la mísera incuria
    de los hombres. Me retiro. Recorro una vez más
    las callejas de este pueblo castellano
    y a nadie participo del encuentro.
    En una hora estaremos en Alba de Tormes.
    ¿Cómo hace España para albergar tanta impaciente savia
    que sostiene el desolado insistir de nuestra vida,
    tanta obstinada sangre para amar y morir según enseña
    el rendido amador de Dulcinea?

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    1. ¡Ay, Sergio, qué maravilla! Mil gracias por haber rescatado ese poema extraordinario. No lo conocía; de Mutis he leído las estupendas novelas de Maqroll el Gaveiro, pero está claro qeu tendré que dedicar atención a su poesía.

      Estoy también deseando que nos veamos. El final del 2014 fue una auténtica locura para mí, y tengo que retomar el contacto con nuestros proyectos. Cuidaos mucho, y mis mejores deseos para 2015.

      Arturo

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  4. Soy mexicano de 22 años y me ha encantado el pueblo de el toboso, solo he visto fotos en lnternet y me parece un lugar super interesante, tranquilo y agradable; desearía visitar algún día

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  5. Cuando tengas ocasión de cruzar el charco no dejes de visitarlo; te encantará. Gracias por pasarte por el blog. Saludos.

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