domingo, 24 de febrero de 2013

"Tongio viene. Espera". Cáceres como un palimpsesto (Cáceres y III)


Que algo como el casco histórico de Cáceres se haya conservado de ese modo, virtualmente intacto, como si el mundo se hubiera detenido en la Edad Media, es algo extraordinario. Recorrer las calles de piedra en una mañana de enero obra el efecto de extirparnos de nuestro mundo de todos los días y hacernos habitar otro que creíamos extinguido para siempre. Es preciso leer Cáceres como si tuviéramos ante nuestros ojos un palimpsesto: la realidad sólo comienza a hacerse inteligible cuando se presta atención a las capas sucesivas. En un mismo lienzo de muralla coexisten sillería romana, muros medievales y renacentistas, y torres almohades. En las iglesias y palacios se suuperponen las épocas y los estilos, adoptando la piedra y la angostura de intramuros como lenguaje compartido. Es algo maravilloso, auténtico y puro, libre por algún milagro de las habituales excrecencias de locales de recuerdos de plástico y de comida rápida que crecen en los lugares de interés turístico. Por cierto que sorprende la escasez de visitantes: ¿es posible que no sea de común conocimiento que a 297 kilómetros de Madrid tenemos una ciudad medieval declarada Patrimonio de la Humanidad?

Cáceres se reserva además no pocas propinas. Quien esté dispuesto a dejarse interrogar por el arte contemporáneo no puede dejar de ir al Centro de Artes Visuales de Helga de Alvear.Y quien sea, como yo, un enamorado de la Historia Antigua, tiene un buen puñado de joyas en el Museo Provincial.

Pasaré por alto los comentarios ácidos que me suscita el que un museo con piezas de tanta importancia esté en tal estado de precariedad: no hay ni una tienda, ni siquiera un mal folleto, las cartelas son paupérrimas. Eso sí, el museo es gratuito. Creo que todos los visitantes estaríamos encantados de pagar una pequeña cantidad a cambio de poder visitar como se merecen joyas como las grandes estelas de finales de la Edad del Bronce, o los muchos restos romanos y visiogodos hallados por la provincia. Destacaré sólo uno que me produjo una especial emoción. Es un fragmento de pizarra que tiene raspada una inscripción: "Gisco/Gieni/Tongius venit sp(e)ctat". O sea: "A Gisco, de Gieno. Tongio viene. Espera". Como dijo Ángela, es como un post-it de hace dos mil años. Tiene un carácter tan perentorio y cercano que parece interpelarnos a nosotros. Uno siente la tentación de quedarse atento junto a la vitrina, esperando ver a Tongio aparecer por la puerta en cualquier momento. Ese es el poder taumatúrgico que tienen las palabras: cada una de las que escribimos es eterna y, como dijo Carlos Garaicoa, cada una deberá ser puesta en una balanza.

En la vitrina del Museo Provincial de Cáceres, Gieno está vivo, y todos nos hacemos cómplices de su urgencia. Tongio viene, y le esperamos.


Cáceres -Madrid
3 - 6 enero 2013

2 comentarios:

  1. Siempre que alguna mente "brillante" habla de adecuar la plaza mayor u otra de las emblemáticas de una localidad, al concepto clásico de plaza (cuadrangular, cerrada...), recuerdo la hermosa plaza mayor de Cáceres, asimétrica, en desnivel, con escalones... y tan bonita, quizá porque en esa singularidad está uno de sus atractivos.
    Y con esto no niego la belleza de las plazas "clásicas", pero cambiar una que ha tomado otra forma a lo largo de los años para adecuarla a esos conceptos no me parece adecuado per se.

    ResponderEliminar
  2. La plaza mayor de Cáceres es espléndida, como también la de Trujillo. Qué gran arquitecvto es la Historia.

    ResponderEliminar