sábado, 8 de mayo de 2021

LOS REGALOS DE HERAKLES (Tras las huellas de Aníbal XXIV)


Obligado a acudir al GP de Jerez el primer fin de semana de mayo, extender el viaje a Cádiz fue un regalo inesperado. Y la primera etapa de mi visita fue, por fin, la tienda de Herakles Reproducciones Arqueológicas, todo un referente en la materia: no hay otro lugar como este donde la recreación de la belleza de los objetos antiguos haya alcanzado un nivel tan sobresaliente.

En el impecable local de la calle Pelota, casi a la sombra de la catedral, conocí a Germán y Pedro, Pedro y Germán, que tanto montan ambos en este proyecto de tan largo recorrido. Me recibieron con la misma amabilidad entusiasta que demostraron desde que los contacté en Facebook en vísperas del viaje. Hablando, ambos demostraban esa complementariedad en la conversación de quienes llevan muchos años dándose mutuamente la alternativa: Germán pone la elocuencia y Pedro la ponderación. El resultado es un relato a dos voces apasionado y apasionante.

La tienda ocupa lo que en 1880 abrió sus puertas como mercería, y ofrece al visitante una sucesión de vitrinas con todo tipo de objetos fenicios, romanos y medievales: joyas, mosaicos, ánforas, incensarios, instrumentos quirúrgicos, estatuillas, exvotos... El amor que transpira todo lo que se expone hace que el visitante se sienta casi conmovido. El conjunto resulta admirable.  

Además, el equipo de Herakles lleva dos décadas poniendo su esfuerzo para que esta maravillosa ciudad de Cádiz siga desvelando sus secretos. Y no es una ciudad cualquiera: es la decana de las ciudades de España, la más longeva; una ciudad que ha sabido darse continuidad a sí misma, envuelta por el mismo mar y bendecida por el mismo sol, mientras el paisaje y las civilizaciones daban trompicones en su derredor.

El último proyecto de Pedro y Germán es especialmente cautivador. Cuando el ayuntamiento de Cádiz sacó a concurso la recuperación de la legendaria taberna de la Cueva del Pájaro Azul, un mito de los templos del flamenco, nadie podía imaginar que aquel vetusto edificio de la calle San Juan tenía enigmas por descubrir. Pero cuando Germán y Pedro resultaron adjudicatarios, y tras muchas vicisitudes se hundió la piqueta en el suelo de la casa contigua para cumplir la exigencia municipal de incorporar al local un ascensor, un viejo secreto comenzó a desvelarse. 

No tardaremos en reanudar el relato.

 














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