Aníbal miró a
Sósilo y éste le devolvió un gesto mudo de estupor. El griego abrió la boca
para decir algo pero le interrumpió un nuevo canto de los fieles congregados:
-¡Sálvanos,
diosa redimida! ¡Sálvanos diosa que habita la luz y la sombra, la carne y la
piedra! ¡Sacia el hambre de Neitin! ¡Entrégale la vida que anhela!
La mujer se
puso en pie de nuevo, hizo desaparecer sus brazos fugazmente en el interior de
su túnica y los alzó después dibujando con ellos curvas enfrentadas, imitando
los cuernos del dios que presidía la escena desde el dintel de la puerta. Cada
una de sus manos sostenía un puñal.
Fue la señal
para que los hombres que llevaban a la cerda avanzaran hasta situarse a ambos
lados del gran altar clavado en el umbral; el animal gruñó y pataleó en un
estruendo de desesperación que pareció acompasarse al ritmo del tambor, cada
vez más rápido, más rotundo, más inexorable.
La mujer se
acercó y con uno de los puñales trazó un arco de plata que segó la garganta del
animal, haciendo que sus chillidos se derramaran en un surtidor de sangre.
Después, en una secuencia de movimientos que Aníbal apenas pudo seguir con la
mirada, clavó el segundo puñal entre las ubres de la víctima y lo deslizó por
toda la longitud del vientre. Éste se abrió como una fruta madura, desbordando
una masa de pulpa rosácea sobre el altar.
Si quieres conocer los libros de la Trilogía de Aníbal:
El cáliz de Melqart (Premio Hislibris Mejor Novela Histórica Española 2014)
La cólera de Aníbal (Premio Hislibris Mejor Autor Español de Novela Histórica 2019)
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