Tras Gerión, era obvio que debía ser el turno de Anglea, hija del rey oretano de Hélike y oficiante del rito de Astarté. En la ilustración de Sandra Delgado, Anglea está participando en la defensa de su ciudad, sitiada por las tropas de Amílcar Barca, y como arma utiliza una honda.
Para poner en contexto a Anglea me viene a la medida una conversación entre Argantio y Gerión en El heredero de Tartessos, inspirada en un pasaje de Plinio:
Argantio miró a Gerión con una
sonrisa ya sincera iluminándole el rostro. El joven enarcó las cejas.
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Ignoraba que tu pueblo cultivara la práctica de la honda.
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Está cayendo en desuso, pero, bien manejada, es un arma formidable. Yo mismo
entrené a Anglea, igual que a sus hermanos, como dicen los viajeros que se
entrena a los niños baleáricos. Cuando llegaba la hora de comer colgaba una
hogaza de la rama de una encina y hacía a los niños lanzar contra ella desde
una distancia cada vez mayor; sólo cuando deshacían el pan de una pedrada
podían comer de él. Argantio pronto encontró más masculino el arco y la espada,
y Argonio nunca mostró interés por la caza o la guerra, de modo que ya sólo
ella continúa llevando las tres hondas anudadas en la frente.
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¿Las tres hondas? –preguntó Gerión.
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Claro. La larga, de junco negro, que llega más lejos que ningún arco. La corta,
de nervios, que proporciona una precisión asombrosa. Y la de cerdas, para
cuando no se sabe cuál elegir. Pídele que te las enseñe cuando la conozcas,
estará encantada de practicar el celtíbero contigo.
Para caracterizar a Anglea, Sandra ha utilizado diversos collares y brazaletes ibéricos del Museo Arqueológico Nacional:
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