martes, 27 de agosto de 2019

EL HORIZONTE EN CLUNIA SULPICIA


Encuentro algo enigmático en las grandes ciudades romanas olvidadas. ¿Por qué hubo hace casi veinte siglos en este lugar una ciudad vibrante con las biografías de más de treinta y cinco mil personas y hoy quedan solo ruinas inmóviles y pájaros fugitivos? Lo mismo he sentido en Primitiva Complutum, Valeria, Castulo y tantas otras. Tal vez la clave de todo esté en el horizonte. Desde la Colonia Clunia Sulpicia, en Burgos, se domina un vasto territorio de encinares, campos de cereales ya cosechados, ondulantes bosques de ribera. Los ciudadanos de entonces veían a sus pies este dilatado mundo circundante cuando acudían a la basílica del foro o a las termas.

Hoy, en cambio, hemos perdido el amor por las alturas. 

Cuando voy al teatro en Madrid veo como telón de fondo cortinajes de atrezzo o tableros de aglomerado. Los espectadores del teatro de Clunia contemplaban más allá de la escena el valle del río Arandilla, desplegado como un animal sabio y perezoso. 

Tengo la sensación de que en nuestro tiempo hemos renunciado a levantar el vuelo. De que nos movemos a ras de suelo. No hace falta que me recuerden lo inservible de la melancolía. Pero cuando traigo a mi mirada esplendores como la Clunia romana erguida sobre las anchuras del Duero, pienso que hemos perdido algo valioso desde entonces. Sólo escribiendo consigo convertir esa idea, a pesar de todo, en un hallazgo tal vez fructífero. 

[Sí, me hace observar Ángela cuando se lo leo, pero sin embargo tampoco ellos podían ver por encima de sus murallas].

[Dice la magnífica guía del yacimiento, obra de sus directores Miguel Ángel de la Iglesia y Francesc Tuset, que Clunia Sulpicia, como capital de uno de los siete conventos jurídicos de la Tarraconense, administró un territorio que iba de Asturias a Navarra y desde el Guadarrama segoviano hasta el Moncayo de Aragón. En ella fue investido el emperador Galba. El núcleo urbano ocupó más de cien hectáreas y tuvo una población de al menos 35.000 habitantes, cifra que en tiempos modernos no alcanzó la ciudad de Burgos hasta 1940. Mis felicitaciones a los arqueólogos y al Diputación de Burgos].
















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