Aníbal Barca es, sin ninguna duda, uno de los personajes de la Historia Antigua que más han atrapado la imaginación colectiva con su audacia y genialidad en el campo militar, y por el enfrentamiento con Roma que dominó su vida. Era inevitable que fuera también un protagonista tan emblemático como para dar nombre a mi trilogía de novelas sobre la época de los Barca en la península Ibérica. Para representarlo, Sandra Delgado se ha fijado en una dimensión poco conocida de Aníbal: no la de gobernante o militar, sino la de principe helenístico enamorado de las letras griegas. Aníbal admiró profundamente a Alejandro y se hizo siempre acompañar por una estuatuilla de Hércules que había pertenecido al Macedonio; fue un gran lector de Homero e incluso escribió algunas obras en griego que no han llegado hasta nosotros.
Cuando hablamos de la escena, Sandra imaginaba a Aníbal "en la semipenumbra
de su tienda, aún con la armadura puesta por la impaciencia de iniciar la
lectura, a la luz escasa de su lámpara, habiendo pasado toda la noche leyendo la Ilíada, con el amanecer despuntando
apenas por alguna pequeña abertura de la tienda".
Se refería al final del capítulo IX de El heredero de Tartessos, cuando Sósilo, su antiguo preceptor, le hace llegar al campamento La Ilíada de Homero:
Aníbal se sentó a la mesa y
tomó el primero de los rollos que contenían el gran poema del bardo griego.
Sabía bien que Alejandro había recibido ese libro de su maestro Aristóteles y
lo había llevado con él durante sus gloriosas campañas. Él mismo había soñado
con hacer lo mismo y ahora sentía una violenta exaltación al tenerlo al fin en
sus manos y desenrollarlo cuidadosamente por primera vez, escuchando el
crujido hermosas palabras griegas de
Homero:
“Canta, oh Diosa, la cólera
de Aquiles, hijo de Peleo; cólera funesta que ocasionó infinitos males a los
aqueos y precipitó al Hades tantas almas valerosas de héroes, que fueron pasto
de perros y aves. Se cumplía así el designio de Zeus, desde el día en que una
querella dividió al hijo de Atreo, protector de su pueblo, y al divino Aquiles…”.
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