viernes, 12 de febrero de 2016

ULLASTRET: LA CIUDAD DE LAS CABEZAS CORTADAS


Cuando en una novela histórica se imaginan los personajes y escenarios del relato, es imprescindible contar con vínculos que permitan acercarnos a quienes pudieron encarnar a aquellos y habitar estos en el pasado. En mi caso, los museos y yacimientos arqueológicos me proporcionan frecuentemente esos vínculos. Observando un colgante celtíbero o una placa pectoral vettona, por ejemplo, es posible reconocer la humanidad de quienes los portaron, y en ese reconocimiento late una reconfortante cercanía. Los objetos convierten a los personajes del pasado en seres de carne y hueso, y contagian un aliento de realidad a los que alumbramos los escritores.

Del mismo modo, los restos que han llegado hasta nosotros de los poblados prerromanos conservan en algunos casos suficientes paisajes y estructuras como para permitirnos recobrar en la mirada la impronta que debían tener cuando las gentes que los construyeron caminaban por sus calles, moraban en sus casas, oraban en sus recintos sagrados.

Uno de esos casos es Ullastret, en Gerona. Tuve la fortuna de visitarlo el pasado verano y me impresionaron sus imponentes murallas, la abundancia de restos del trazado urbano, las cisternas aún en perfecto estado de revista, los silos excavados en el suelo, la planta de los templos. Debió de ser una hermosa ciudad, asomada a una feraz campiña de huertos y pinares. Ofrece una imagen de sofisticación y pujanza del mundo íbero como la que imagino para mi Hélike de Orissón y Anglea. En estos senderos, entre estas piedras milenarias, podrían haber transcurrido muchos de los episodios que he narrado.

La nota de dramatismo la ponen los cráneos, atravesados por clavos de hierro largos como puñales, que un día se exhibieron en los dinteles de los edificios de prestigio. En este caso no es necesaria mucha imaginación para escuchar sus voces, hablándonos de aquel tiempo en que la vida y la muerte eran representadas en un mismo ritual de contornos difuminados, ambiguos, sobrecogedores.

El yacimiento de Ullastret acoge una de las sedes del Museu d'Arqueologia de Catalunya:


















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