Siempre que he tenido ocasión de visitar Turquía me ha impresionado la espectacular abundancia de restos arqueológicos grecorromanos, mucho peor conocidos que los bizantinos u otomanos, pero no menos impactantes. De hecho, aunque Turquía fue el centro de estos dos últimos imperios -el bizantino y el otomano-, no fue sino un territorio relativamente periférico del romano, y eso hace aún más notable e inesperado ese esplendor monumental.
Buen ejemplo de ello es la actual provincia turca de Antalya, situada en la costa meridional de Asia Menor, coincidente a grandes trazos con la antigua provincia romana de Panfilia. Recientemente tuve ocasión de visitarla y en una excursión relámpago pudimos conocer las ruinas de Perge, con su estadio y sus torres helenísticas, y las de Aspendos, con el teatro de Antonino Pío, uno de los mejor conservados del mundo romano. Muy cerca de ellas la ciudad de Antalya, derramándose por su acantilado junto al Mediterráneo, recibe al viajero con su espectacular Puerta de Adriano. Y todo ello en un radio de 45 kilómetros.
Quizá más que el inabarcable espectáculo de la ciudad de Roma, son estos rincones del Imperio los que me hacen intuir la vitalidad irrepetible de aquel mundo del que nuestros antepasados formaron parte. La memoria de piedra de Panfilia es en cierto modo también la de todos nosotros.
Muy muy impresionante.
ResponderEliminarImpresionante, sí. Y supongo que también emocionante. ¡Cuántas vidas olvidadas! Un abrazo.
ResponderEliminarRecuerdo lo que me impresionó pasear por los vestigios de Roma en Siria o Jordania, así que imagino lo que has podido sentir. Impresionante.
ResponderEliminar¡¡que emocionante!! (y que envidia)
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