martes, 15 de julio de 2025

EL DENARIO DE LOS IDUS DE MARZO (Tras las huellas de César XXXVI)

 


La llamada «Vitrina Cero», que cada mes da la bienvenida a los visitantes del museo con un conjunto expositivo dedicado a algún tema de singular interés, estuvo dedicada durante el pasado mes de marzo ni más ni menos que a los Idus de Marzo. La vitrina era, al mismo tiempo, un buen ejemplo de los azares que, a menudo, acompañan a la arqueología. Resulta que en 1733 se encontró casualmente en Ontígola (Toledo) un tesorillo de denarios romanos perdido en los primeros años del gobierno de Tiberio (14-37 d. C.), acuñados en una gran variedad de cecas entre los años 155 a. C. y 16 d. C. La mayoría se habían emitido durante las guerras que se desarrollaron en suelo hispano en el siglo I a. C., pero había otras de procedencias más lejanas.

Tres de los denarios me llamaron especialmente la atención.

El primero era del 44 a. C. y fue acuñado en Roma por César y L. Emilio Buca. Lo extraordinario es que representa al propio César en lo que se considera el primer retrato de un romano vivo sobre una moneda. Como decía la cartela, «Con ello, César seguía el ejemplo de los reyes helenísticos, dando un argumento a quienes creían que su objetivo era ser rey».

El segundo era el conocido como “Denario de los Idus de Marzo”. Fue acuñado en la ceca móvil que acompañaba a Marco Junio Bruto durante su campaña en Grecia y Asia Menor en 43-42 a. C. Consciente del papel propagandístico de las monedas, Bruto acuñó en el reverso del denario la fecha del magnicidio—EID MAR—y dos puñales flanqueando un pileo, «el gorro que para los romanos simbolizaba la libertad ganada con virtus: valor y esfuerzo». Bruto se vanagloriaba así de haber acabado con la tiranía.

El final de la historia lo narraba el tercer denario. Fue acuñado años más tarde, probablemente en la Colonia Patricia Corduba, en 18 a. C., en época de Augusto. Representa el templo de Marte Vengador que Octavio erigió en Roma en agradecimiento por la victoria en la batalla de Filipos sobre los asesinos de César comandados por Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, quienes se suicidaron en la derrota. La figura de César salía así, póstumamente, victoriosa.





















viernes, 27 de junio de 2025

LUCIO CORNELIO BALBO El Menor (Dibujos Arqueológicos XLI)

 


En una desangelada plaza al final de la gaditana avenida de Amílcar Barca, contempla imperiosamente al paseante una réplica de la estatua de Lucio Cornelio Balbo el Menor, creada en 1855 por el escultor de Ubrique José Fernández Guerrero. El original decora el despacho de la alcaldía de la ciudad. Una placa reza: "A Lucio Cornelio Balbo el Menor, natural de Cádiz, ciudadano de Roma, Procónsul de África, vencedor de los Garamantas, primer extranjero que subió en triunfo al capitolio, restaurador de su patria. 1855". Un brevísimo apunte biográfico para un personaje realmente extraordinario, cuya vida daría para más de una novela.



sábado, 14 de junio de 2025

VEINTE AÑOS DE HISLIBRIS


En cierto momento de la vida, da la sensación de que empiezan a acumularse las efemérides. Debe ser consecuencia de ir cumpliendo años y de que haya -si la vida nos sonríe- cada vez más cosas que conmemorar y celebrar. La ocasión más feliz es cuando lo que hay que celebrar es la amistad. 

Este año Hislibris ha cumplido su XX aniversario. Si no sabéis lo que es Hislibris es que sois recién llegados a esta República de las Letras. Hislibris es una comunidad de buena gente que está dispuesta a tomarse la molestia para defender con uñas y dientes un espacio de respeto y camaradería en el que compartir el amor por los libros de historia, los libros con historia, como reza su lema. Hislibris es, en palabras de Pilar González Serrano, un insólito rescoldo, de cuando el espíritu griego regía la curiosidad y la convivencia. 

Este año Hislibris ha cumplido 20 años y lo ha hecho celebrando sus XIII Encuentros anuales, una ocasión en la que se han compartido generosamente -como en las anteriores- libros, risas, abrazos y conversaciones sin fin. Si estáis atentos, podéis leer en su web crónicas más autorizadas que la mía. Por mi parte, me limito a desear que el próximo año nos reunamos de nuevo y que en estas fotografías con sabor a Carpe diem aparezcan nuevos hislibreños que vengan a sumarse a los de siempre. 

Vale.









































jueves, 12 de junio de 2025

EL CULTO ÍBERO-ROMANO DE AZAILA EN EL MAN (Tras las huellas de César XXXV)

 


Tras la visita al oppidum de Cabezo de Alcalá en Azaila (Teruel), me pareció obligatorio pasarme por el MAN para echar un vistazo a los vestigios del culto que se profesaba en el santuario in antis, o de acceso a la ciudad, en el momento de su destrucción. Curiosamente, están en dos secciones diferentes del museo. Por un lado, en la sección de las culturas célticas prerromanas, está el magnífico torito de bronce que sirve de símbolo a Azaila. Tiene una actitud orgullosa y desafiante, como si se dispusiera a embestir; hay en él una combinación de aires minoicos, mediterráneos, junto con una premonición de las figuras de tauromaquia de su paisano Francisco de Goya. Según la cartela de la vitrina, pertenece a una «cultura céltica iberizada» del siglo II a. e. c., y «encarnaría a las fuerzas propiciatorias de la fecundidad, necesarias para la supervivencia de cosechas, animales y población». De su cuello cuelga un asa de caldero a modo de yugo. Me resultó tan fascinante que dediqué un buen rato a dibujarlo.

Sin embargo, para contemplar el llamado «conjunto escultórico de Azaila» hay que avanzar hasta las vitrinas que abordan la romanización. Se trata de una serie, a tamaño natural, de piezas de bronce que permite reconstruir una escena de culto, de tradición indoeuropea, a un jefe indígena. El hombre, que sujeta la rienda de un caballo mientras una divinidad femenina coloca una corona sobre su cabeza, está «heroizado» en conmemoración de sus hazañas militares. Las piezas están realizadas con la técnica de la cera perdida y son de una extraordinaria calidad; destacan, en particular, los dos bustos, tocados con peinados que reproducen con gran detalle la moda vigente en Roma a comienzos del siglo I a. e. c. Impresiona imaginar el efecto que produciría en los recién llegados a la ciudad la escena de exaltación heroica del linaje que la gobernaba. El mensaje estaba bien claro: que sepan todos que nuestro poder se basa en la legitimidad de nuestras propias tradiciones y en nuestra capacidad de apropiarnos de los signos de autoridad militar y cultural de los romanos.

Lástima que la fórmula no estuviera llamada, en el caso de Azaila, a ser duradera. Los habitantes de la orgullosa ciudad habían pasado por alto que siempre pueden aparecer otros romanos, más poderosos aún que nuestros romanos, dispuestos a hacer pagar a sangre y fuego la elección del bando equivocado. Aunque para ello tuvieran que construir la formidable rampa reproducida a escala en la vitrina contigua. El genio romano siempre es capaz de ir más allá de lo imaginable, para crear ciudades, o para destruirlas.























domingo, 25 de mayo de 2025

EL TORO ÍBERO DE AZAILA (Dibujos arqueológicos XL)


Si hay un hilo conductor del espíritu heroico y de la identidad popular mediterránea, sin duda es el toro. También fue así para los íberos del oppidum del Cabezo de Alcalá en Azaila (Teruel), que le rendían culto en el santuario que daba la bienvenida y reclamaba veneración a quienes llegaban a la ciudad. Con su actitud desafiante parecía reclamar el trono del panteón de los íberos sedetanos que la habitaron, resistiéndose a ser reemplazado por los dioses de los conquistadores romanos.

Azaila, la Massada ibérica


 

martes, 13 de mayo de 2025

AZAILA, LA MASSADA IBÉRICA (Tras las huellas de César XXXIV)

 


El yacimiento del Cabezo de Alcalá, junto al pueblo turolense de Azailaera una antigua asignatura pendiente para un amante de los íberos como yo. Quien haya visto una fotografía aérea del oppidum que corona el cerro, con su estructura de calles, muros y defensas asemejándose al esqueleto de un pez de dimensiones geológicas, apunta de inmediato la visita en la lista de deberes impostergables.

Si elegí Azaila para incorporarla a mis pesquisas sobre César fue porque John S. Richardson, en su «La Hispania romana», declara con rotundidad: «Azaila poseía edificios de estilo romano en la época de su destrucción, acaecida probablemente durante el sitio de Ilerda». Pero el consenso científico actual afirma que la ciudad,  cuyo nombre no es desconocido, fue asediada y destruida entre el 74 y 72 a. e. c., durante la guerra de Sartorio. Una vez más Sertorio, Pompeyo y César ven cómo se entrecruzan sus pasos, planteando a menudo rastros ambiguos que confunden al viajero.

Nuestro conocimiento sobre el oppidum no ha dejado de crecer desde las excavaciones pioneras de Juan Cabré en 1919. Hoy sabemos que el ejército que la asedió la circunvaló con un terraplén coronado por una empalizada y un foso, y que finalmente necesitó construir una rampa de asalto que permitió superar las murallas de la ciudad para acceder a su interior. Lo que no sabemos aún es qué posición ocupó cada bando, y si el comandante que dirigió el asedio fue Quinto Sertorio, Quinto Cecilio Pío o el mismísimo Pompeyo Magno.

Visito el Cabezo de Alcalá en un domingo de comienzos de marzo. Llovizna y hace un aire helado que desmiente la impronta primaveral que un tapiz de flores amarillas confiere a los campos. De una caseta de recepción de visitantes sale a mi encuentro un guarda que se presenta como Álvaro. Conversamos unos minutos mientras me descargo la audioguía y pago la entrada (en efectivo, porque «aquí no tenemos ni electricidad, somos como los íberos».). Alvaro me explica que en el yacimiento no se ha excavado desde 2008, pero que es posible que los trabajos se reanuden el verano próximo. La misma historia se repite en todos estos parajes agrestes y solitarios que un día habitaron los antiguos.

Comienzo la visita y de inmediato me atrapa el poder evocador del lugar. Las estructuras defensivas que ciñen el cabezo, con fosos y largos lienzos de muralla reconstruidos en muchos puntos, son impresionantes. Dejo atrás los restos de la rampa de asalto —entre los cuales Juan Cabré halló un espectacular túmulo- y una espectacular cisterna forrada de piedra y accedo a la ciudad por una vía pavimentada en la que se aprecian las rodadas de los carros, y que va a darse de bruces con un templo in antis. El recinto cuenta con un altar en el que se encontró el célebre toro de bronce de Azaila y un impactante conjunto escultórico íbero-romano que se exhibe en el MAN. En el suelo se distingue una incongruente inscripción de cuando se acantonaron en el lugar tropas republicanas durante la guerra civil: «VIVA CNT». En todas las épocas ha habido el mismo instinto bárbaro de dejar las huellas de nuestra existencia efímera a costa del patrimonio.

Continuó recorriendo las calles y me admira la calidad de los pavimentos y del trazado urbano, en el que se combinan los rasgos ibéricos con los romanos. Es evidente que la guerra puso un fin abrupto a un acelerado proceso de romanización, en el que las élites íberas habían abrazado la forma de vida de los conquistadores, como demuestran las termas, de las más antiguas de España, que se han excavado en el barrio extramuros. Me acerco al punto por el que finalmente se produjo el ataque decisivo; la audioguía hace un vívido relato de cómo se produjeron los últimos compases del asedio. «Tómense un momento y miren el paisaje. Imaginen la ciudad, totalmente rodeada por un talud de tierra coronado por una empanizada de madera con un foso hacia el interior. Imaginen al ejército enemigo, esperando la orden de asalto final y a los defensores, disparando con todo lo que tuviesen y apagando los incendios dentro de la ciudad. […] Tras las almenas, los defensores veían cómo, poco a poco, día a día, el enemigo se iba acercando con la rampa de asalto. […] Imagínenselo. Por más que les arrojasen flechas, proyectiles de plomo con hondas, proyectiles de catapulta, nada, seguían acercándose. Los defensores se preparan para el asalto y construyeron barricadas en las calles. Cabré encontró dos. […] Los defensores habían decidido defenderse hasta el final, no había lugar a la rendición. […] Parece que en la ciudad decidieron morir matando y se prepararon para una lucha por las calles, casa por casa, en cada rincón de la ciudad. Terrible». El empeño de la voz que escucho en el auricular por devolverme a los gritos y el furor de la batalla produce un contraste difícil de encajar con la inmensa calma que me circunda. Los ecos de la guerra de antaño son como un recordatorio de que a menudo los hombres son víctimas de sus propias pesadillas. Los fantasmas de esas pesadillas siguen habitando en las piedras antiguas, cuando se nos indica donde mirar.

Desde la necrópolis íbera, a las afueras de la ciudad, me giro para echar una última mirada antes de emprender el regreso. Contemplo los restos de la rampa (agger) y recuerdo que esa misma fue la técnica que utilizó Lucio Flavio Silva, en el 73 e. c. para rendir a la obstinada Massada hebrea, que ha pasado a la historia como un ejemplo universal de resistencia numantina. Resulta que nosotros tenemos nuestra propia Massada ibérica, y ni siquiera conocemos su nombre. Ojalá un día no muy lejano salga de su anonimato.















































lunes, 21 de abril de 2025

EL SANTUARIO DE LOS BETILOS DE ELVIÑA (Dibujos Arqueológicos XXXIX)

 


El santuario de los betilos del castro ártabro de Elviña es una granítica evidencia de la fuerte influencia fenicia en el norte de la fachada atlántica de la Península antes de que llegara hasta allí Julio César y, con él, el dominio romano. Ya antes del siglo I a. e. c. las rutas comerciales con origen en Gadir habían impregnado de espiritualidad oriental a aquellos remotos pueblos célticos.