sábado, 5 de julio de 2014

La ventaja de los azules (con Rafael Soler en Berlín)


Junto a la puerta de Brandemburgo, en una superficie de 19.000 metros cuadrados, se extiende el campo de estelas con que el arquitecto neoyorquino Peter Eisenman alumbró el monumento a los judíos de Europa asesinados por el régimen nazi. Son 2.711 losas de hormigón gris extendidas en una estructura reticulada que parece ondularse por efecto de alguna marea inmóvil. Leo que pretende representar un sistema supuestamente ordenado que ha perdido todo contacto con la razón humana.

Tal vez, pero sospecho que Eisenman quiso además un lugar donde cada cual pudiera trazar sus propios senderos para tratar de comprender la magnitud del horror, y la forma de dejarlo atrás para seguir viviendo. Yo llevaba en el bolsillo el último libro de poemas de Rafael Soler, Ácido almíbar, y busqué la redención en sus palabras. Me recordó la forma de hacerle frente al miedo.

Para que nadie olvide el tamaño de su miedo

y siempre será el silencio la única respuesta
cuando proclames exigente
el aire que respiras
las manos con que amas y el cielo que te cubre
son tu manera de estar alzado entre las cosas.

Cuando el pavor nos deja mudos, escribir se hace más necesario que nunca.

escribo
porque cuerdo de atar estoy que vivo
y soy apenas lo que he sido
el otro que en silencio habla.

En el corazón geométrico del lugar descubro un silencio azul, cortado en ángulos de sombra.

Camino en dos horas auschwitz de tu urna

[...] y en su falso vuelo inmóvil
      en su alarmante quietud definitiva
[...] hay quien llama memoria a un epitafio.

Se trata de la muerte, la de los otros.

pues siempre es la muerte
asunto del otro cuando muere

y por tanto la nuestra. La muerte, como todos los asuntos humanos, nos atañe porque en ella latimos cada uno de nosotros. Antes de alejarme, leo el último poema del libro:

Que otra luz exista

Ahora toca santiguarse con un mapa
y renunciar al menú de los templados
al aire perfumado de los parques
al pan en su alacena

a ese domingo redentor
que dicen te aleja de la muerte

y salir
por una vez salir
al encuentro de los que no volvieron
y tienen al mar en sus rodillas

esa ventaja nos llevan los azules.


Berlín, febrero 2014










4 comentarios:

  1. La última vez que estuve en Berlín estaba en obras esta construcción. Debe resultar estremecedora, si bien toda obra arquitectónica hay que presenciarla en directo para valorarla en su auténtica dimensión.

    Y decía el impostado Adorno que no se puede escribir poesía después de Auschwitz...

    Saludos

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  2. Gracias, Fernando, tienes mucha razón. Cabe pensar más bien que la poesía se hizo más necesaria que nunca después de Auschwitz.

    Un abrazo.

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  3. Gran reseña y estupendas fotos... me encantan.

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