viernes, 11 de febrero de 2011

La Tierra de la Calma Matutina


Seúl amanece en la bruma. El tráfico en la autopista elevada sobre el río Han parece un torrente sanguíneo: se distribuye por los puentes como columnas de hormigas diligentes, apresuradas. Más allá de Walker Hill, los edificios numerados se disuelven en la niebla hacia Seongdong-gu y el centro de la ciudad. Seúl tiene un aire vasto y difuminado, ajetreado pero indiferente. Recorremos la ciudad, contemplando la torre de Seúl en lo alto del parque Namsam, y los rascacielos en Yeovido y Yeongdong, y el denso caudal humano en la avenida Euljiro.

Aunque se trata de un viaje de trabajo, conseguimos sacar un rato para visitar dos museos: el National Folk Museum of Korea, en el interior del recinto del palacio de Gyeongbokgung, y el National Museum of Korea. El primero es un museo antropológico, y refleja la historia de Corea y de las formas de vida de sus habitantes. No es grande, ni incluye piezas inolvidables, pero ilustra muy bien sobre el país y tiene un enfoque museográfico muy ameno. El segundo, el Museo Nacional, es de todo punto extraordinario; se anuncia como uno de los seis más grandes del mundo, y es obvio que no es exagerado. El edificio que lo alberga es colosal pero ligero y aéreo al mismo tiempo; tiene ante sí una amplia zona ajardinada que se incendia de colores granates y ocres al llegar el otoño, produciendo hermosos reflejos en el amplio estanque que hay en su centro. El conjunto expresa al mismo tiempo la potencia económica y tecnológica, y el sutil refinamiento de Asia.

El interior del museo es fascinante. Dedica una planta entera a la historia antigua y medieval de Corea, con obras de arte de sus principales reinos: Gorguyeo, Silla, Goryeo, Joseon. En las plantas superiores hay un poco de todo, con una especial atención al arte de otros países de Asia. Además, durante nuestra visita tuvimos la suerte de poder contemplar una exposición temporal sobre las asombrosas pinturas budistas de Goryeo, de los siglos X al XII.

Paseamos al caer la tarde por los jardines del palacio de Gyeongbokgung, construido en 1395 por la dinastía Joseon, que gobernó Corea entre 1392 y 1910. Pienso que, durante el apresurado recorrido, se ha hecho patente uno de los rasgos definitorios del país: habiendo estado durante toda su historia entre dos gigantes, China y Japón, ha sabido mantener en equilibrio su propia identidad. Nada es una expresión tan clara de ello como el característico alfabeto, el Hangeul, creado por el rey Sejong el Grande en el siglo XV. Descubro cuánto me gusta el país: próspero y vital, caótico pero amable, con una democracia duramente ganada, confiado en el futuro a pesar de la aterradora vecindad de los dictadores estalinistas que aún imponen su voluntad al norte del Paralelo 38.

Esta fue durante más de quinientos años la capital del reino de Joseon. Me dicen que Joseon significa Tierra de la Calma Matutina. Qué nombre tan hermoso.

15 comentarios:

  1. ¡Deliciosa postal de Corea!
    ¡Me has hecho revivir el libro de Pearl S. Buck “Viento del este, viento de oeste”!
    En línea con lo que decías en tu entrada anterior de Corea, la unificación de Corea es un capitulo pendiente de este pasado siglo XX. Esperemos que la fortaleza del tigre asiático, termine por derrotar al anacrónico régimen del vecino del norte.
    Como en el libro Charles Chaplin, tu también nos llevas en tu maleta.
    Un abrazo,
    Asdrúbal.

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  2. Pearl S. Buck, qué maravilla. Y estoy contigo, Asdrúbal, ahora que corren vientos de democracia por los países árabes, tal vez los tiranos de Corea del Norte duerman peor esta noche.

    Por cierto, eres más que bienvenido en la maleta.

    Un abrazo.

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  3. ¡Gracias, Kalíope, y bienvenida al blog! Me he asomado al tuyo y me ha encantado; me verás asiduamente por allí.

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  4. Tierra de la Calma Matutina, me encanta, me hace pensar en despertar admirando esos paisajes que compartes con nosotros, y hasta el tráfico de la autopista sobre el río Han se me antoja silencioso. Oriente tiene ese punto fascinante que a los occidentales nos hace suspirar.
    Gracias por compartir un poco más de ese viaje con nosotros, Arturo :)

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  5. Quien ha estado en Japón, Danaide, sabe bien a lo que me refiero...

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  6. Maravillosas fotos y noticias de un país tan lejano como atractivo e interesante. Eres como una ventana a mundos insospechados, Arturo. Enhorabuena, y gracias por hacernos partícipes de esas bellezas.

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  7. Me encanta vuestra compañía cuando abro esas ventanas, Ariodante.

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  8. Qué maravilloso debe ser poder visitar todos estos lugares, Arturo. Son culturas que, desde aquí, parecen de otro mundo, más mágico que real. Gracias por regalarnos estas magníficas fotos.
    Un abrazo!!

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  9. Gracias, Javier. En un mundo tan maravillosamente diverso como el nuestro, lo mágico y lo real muchas veces se confunden.
    Un abrazo.

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  10. ¡Vaya, vaya, Seul, esto sí son viajes y no las simples excursiones que yo no narro en mi blog! Compruebo, Arturo, que aun en viaje de trabajo, sigues manteniendo viva y despierta la mirada del viajero. Y el oído. Por ejemplo, para captar esas maravillosas expresiones que contienen las lenguas orientales:la tierra de la calma matutina...

    Tampoco nuestro idioma es cojo. ¿Combinamos el saber contenido en las lenguas?

    Karma, calma, alma...

    Saludos viajeros.

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  11. Mantener viva, como dices, la mirada del viajero, es una forma de reconciliarme y sacar provecho de un ritmo de viajes tan intenso. Me doy cuenta de que es una inmensa suerte si uno no deja que se le extinga la curiosidad. A ello me ayuda la literatura, y compartir la experiencia con amigos como vosotros, Fernando.
    Y, dicho sea con toda sinceridad, estas breves notas mías no pueden compararse con las magníficas crónicas de tu blog.
    Espléndida conjugación de idiomas, por cierto.
    Un abrazo.

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  12. Gracias por tu bella crónica. A ver si recupero el hábito bloguero y doy más señal de vida por tus pasajes! Abrazos, jaime

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