viernes, 9 de julio de 2010

Sabe, oh príncipe... ("El heredero de Tartessos" en "El Norte de Castilla")


El pasado sábado 3 de julio, en el suplemento cultural La sombra del ciprés, del periódico El Norte de Castilla, Ciro García publicó el artículo "Sabe, oh príncipe...", en el que, tomando como punto de partida El heredero de Tartessos, desarrolla su tesis de que "parte de la novela histórica moderna es heredera del mito romántico de que cualquier tiempo pasado fue mejor." Me ha parecido interesante, así que os lo reproduzco a continuación.

Sabe, oh príncipe...

Parte de la novela histórica moderna es heredera del mito romántico de que cualquier tiempo pasado fue mejor

El talismán de la costurera. Ciro García.

En la nota final de ‘El heredero de Tartesos’ su autor, Arturo Gonzalo Aizpiri, afirma que, antes de comenzar a documentarse en serio, veía la península de la época prerromana casi como la Aquilonia de Conan. Sospecho que la elección de este reino de la imaginaria era Hyborea –de entre todos los que recorre el bárbaro en su saga y en el que llega a reinar – no está hecha al azar, ya que, con más o menos precisión, la situación geográfica de esa Aqilonia se correspondería con la mayor parte de España y el sur de Francia. Líneas más tarde el autor nos dice que al estudiar la época cae en la cuenta de que la ‘terra incognita’ no lo es tanto, pero que aún así quedan los suficientes espacios en blanco para dejar volar la fantasía. Tratándose de una novela y no de un ensayo histórico esta justificación –aunque la honestidad se agradece– sobra.

No creo exagerar si digo que una buena parte de la novela histórica moderna es heredera, en mayor o menor medida, de aquella corriente romántica que parecía pensar que todo tiempo
pasado fue mejor o al menos más interesante, o más justo, o más bello, o más ‘humano’. Lo curioso es que la fantasía épica, si bien no toda, obedece también a este planteamiento y lo radicaliza, bien creando pasados míticos imaginarios o bien mundos enteros.

De hecho son géneros que en ocasiones se mezclan: cabe recordar ‘Soldados en la niebla’ y sus secuelas ‘Soldado de Areté’ y ‘Soldado de Sidón’, esa ingeniosa serie imaginada por Gene Wolfe, en la que un mercenario latino que ha perdido la memoria inmediata, se va relatando a si mismo sus aventuras –en las que dioses y toda clase de seres míticos no dejan de intervenir–; o las novelas de Tim Powers, donde la misma historia es explicada en función de la relación del hombre con criaturas y fuerzas sobrenaturales –‘La fuerza de su mirada’, por ejemplo, es la interpretación del mito del vampiro así como del hecho poético, que parte de cierta famosa reunión de poetas en Ginebra–; no olvidemos a los góticos del XIX, precursores en cierta forma, remontando sus historias fantasmales a una edad media de cartón piedra; el mismo Shakespeare que, si bien no era novelista, usaba el hecho ‘histórico’ en sus dramas, aderezándolo a su conveniencia con toda suerte de elementos mágicos y presagios. Quizás uno de los ejemplos más patentes sea Robert E. Howard, el creador del ya mencionado Conan, cuyos relatos fantásticos tienen en su mayoría un trasfondo histórico. Nada raro en un enamorado de la historia como lo era él. Aunque más enamorado de su idea de un pasado honorable, maravilloso y terrible a un tiempo, lo que le lleva a torcer la historia a su gusto, a inventar, incluso, esa prehistoria fabulosa, la era Hyborea, dónde tiempos y civilizaciones que no se encontraron pueden coincidir.

También pertenece a esta mixtura de corrientes la novela de Aizpiri ‘El heredero de Tartesos’. En ella la documentación histórica está muy cuidada, hasta el punto de tener algo de reportaje
divulgativo. Pero también es una historia dónde, como en las antiguas epopeyas, el elemento fantástico tiene una importancia capital en la trama. Y también se encuentra en ella ese sentido
heroico del honor y la amistad, tal vez no mejor que otros valores, que tal vez no haya sido nunca, pero que es grato encontrar en las páginas de un libro.


7 comentarios:

  1. Muy interesante, es cierto.
    Un abrazo.

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  2. Estoy muy de acuerdo con el artículo. Lo maravilloso de la novela histórica es esa cierta libertad para el autor a la hora de "echar volar la imaginación" y rellenar los espacios en blanco. Tu novela hace precisamente eso, es fidedigna a lo que los estudiosos de la época prerromana nos dicen, pero llevándolo a lo épico y lo romántico. Que sin duda aquellos tiempos no debieron serlo tanto, que los héroes no son tan héroes, ni los villanos tan villanos, ni las batallas tan magníficas, ya lo sabemos, pero... ¡dejémonos llevar! (Sin perder la cabeza)
    Un abrazo, Arturo.

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  3. Una crítica muy interesante, Arturo. Enhorabuena. Besotes.

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  4. Os agradezco los comentarios, amigos. Estoy contigo totalmente, Javier, hay que dejarse llevar. Creo que ese es el auténtico privilegio de la literatura: en ella es totalmente lícito, e incluso casi necesario, dejarse llevar. Y la novela histórica proporciona escenarios legendarios especialmetne propicios para ello.
    Abrazos.

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  5. Caro Arturo, enhorabuena por la reseña, aunque me deja sin oportunidad de hacerla yo que, previsiblemente, me incorporo como crítico al suplemento en otoño... Un abrazo, Al Aurans

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  6. Tengo que decir que no estoy muy de acuerdo con la opinión de Ciro García, no me parece que la novela minimice la dureza que suponía el mero hecho de vivir (o sobrevivir) en la antigüedad. Únicamente, eso sí, que, como él dice "se encuentra en ella ese sentido heroico del honor y la amistad". Pero ese sentido heroico, ¿es patrimonio de tiempos pasados? A mí me parece verlo, a veces, en estos tiempos que corren, sean mejores o no :)
    Un abrazo.

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  7. Bueno, Jaime, que sepas que ya me he registrado en la edición digital de El Norte de Castilla para seguirte puntualmente.

    Y estoy de acuerdo contigo, María. A mí, por lo menos, la novela no me parece especialmente nostálgica, ni creo que pinte un tiempo mejor. Lo que pasa es que es cierto que en estos tiempos posmodernos el honor y la amistad cotizan a la baja, y quienes lo reivindicamos pasamos por románticos. A lo mejor es que en efecto lo somos...
    Un abrazo.

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