jueves, 24 de julio de 2025

ALAS PARA LA GUERRA: ARATIS Y LA CELTIBERIA EN EL MAN


Si hubiera que elegir una exposición arqueológica imprescindible este año en España, creo que una buena candidata para ello sería «Alas para la guerra. Aratis y la Celtiberia», visitable en el MAN hasta el 5 de octubre. 

La exposición toma como hilo conductor las piezas recuperadas por España tras el horroroso expolio del yacimiento aragonés de Aranda de Moncayo para dar una visión sobre la Celtiberia, especialmente en su vertiente militar. Incluye una muestra de todos los tipos de cascos utilizados en la Celtiberia, como los de Numancia, Alpanseque-Almaluez, Aguilar de Anguita y, sobre todo, los espectaculares hispano-calcídicos procedentes de la antigua ciudad de Aratis, cuyos restos han salido a la luz, la mayor parte víctimas del expolio, en Aranda de Moncayo. Siete de ellos sobrecogen en una sala en penumbra, hábilmente iluminados en sus vitrinas para sugerir la presencia espectral de los guerreros que los portaron.

Hay también otros ejemplos de la panoplia celtíbera, como puntas de flechas, espadas y puñales con hermosas empuñaduras decoradas con plata, placas pectorales y de cinturón y arreos de caballos; y piezas legendarias, como el Vaso de los Guerreros de Numancia, traído del Museo Numantino, o la trompeta cerámica de Castilterreño, en Soria.

Es una exposición magnífica, pero, a mi juicio, lleva a cabo una exposición demasiado superficial y neutra del expolio cometido en Aratis y del azaroso modo en que se recuperaron numerosas, pero no todas, las piezas robadas. Sin quitarle mérito al esfuerzo por rescatar el patrimonio robado, está ausente la necesaria autocrítica por no haber sabido nuestras autoridades impedir un expolio sistemático que, durante años, involucró el uso de maquinaria pesada y causó un destrozo arqueológico descomunal, dando salida ilícita de España a innumerables joyas arqueológicas que terminaron en casas de subastas tan notorias como Christie’s, a plena luz del día. Es imprescindible que entendamos cómo sucedió y qué falló para que no vuelva a ocurrir, para que España deje de ser, de una vez y para siempre, un paraíso de los expoliadores.

Me ha alegrado mucho ver la exposición llena de visitantes. Eso hace aún más increíble que siga sin estar disponible el catálogo de la muestra, casi un mes después de su inauguración.

























































 

martes, 15 de julio de 2025

EL DENARIO DE LOS IDUS DE MARZO (Tras las huellas de César XXXVI)

 


La llamada «Vitrina Cero», que cada mes da la bienvenida a los visitantes del museo con un conjunto expositivo dedicado a algún tema de singular interés, estuvo dedicada durante el pasado mes de marzo ni más ni menos que a los Idus de Marzo. La vitrina era, al mismo tiempo, un buen ejemplo de los azares que, a menudo, acompañan a la arqueología. Resulta que en 1733 se encontró casualmente en Ontígola (Toledo) un tesorillo de denarios romanos perdido en los primeros años del gobierno de Tiberio (14-37 d. C.), acuñados en una gran variedad de cecas entre los años 155 a. C. y 16 d. C. La mayoría se habían emitido durante las guerras que se desarrollaron en suelo hispano en el siglo I a. C., pero había otras de procedencias más lejanas.

Tres de los denarios me llamaron especialmente la atención.

El primero era del 44 a. C. y fue acuñado en Roma por César y L. Emilio Buca. Lo extraordinario es que representa al propio César en lo que se considera el primer retrato de un romano vivo sobre una moneda. Como decía la cartela, «Con ello, César seguía el ejemplo de los reyes helenísticos, dando un argumento a quienes creían que su objetivo era ser rey».

El segundo era el conocido como “Denario de los Idus de Marzo”. Fue acuñado en la ceca móvil que acompañaba a Marco Junio Bruto durante su campaña en Grecia y Asia Menor en 43-42 a. C. Consciente del papel propagandístico de las monedas, Bruto acuñó en el reverso del denario la fecha del magnicidio—EID MAR—y dos puñales flanqueando un pileo, «el gorro que para los romanos simbolizaba la libertad ganada con virtus: valor y esfuerzo». Bruto se vanagloriaba así de haber acabado con la tiranía.

El final de la historia lo narraba el tercer denario. Fue acuñado años más tarde, probablemente en la Colonia Patricia Corduba, en 18 a. C., en época de Augusto. Representa el templo de Marte Vengador que Octavio erigió en Roma en agradecimiento por la victoria en la batalla de Filipos sobre los asesinos de César comandados por Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, quienes se suicidaron en la derrota. La figura de César salía así, póstumamente, victoriosa.