domingo, 31 de agosto de 2025

Una milenaria fraternidad humana en el MUPAC

 


El Museo de Paleontología y Arqueología de Cantabria en Santander, MUPAC, nos deparó una gratísima sorpresa. Hace un recorrido muy bien musealizado desde el Paleolítico hasta la Edad Media en Cantabria, con abundantes recursos multimedia que funcionan a la perfección, lujo este al que estamos poco acostumbrados en estos días de presupuestos públicos low-cost. La colección paleontológica es impresionante, como corresponde a los yacimientos de las cuevas cántabras, un conjunto único en el mundo. Nos impactó especialmente la recreación de un espacio habitado magdaleniense, hallado intacto en la cueva de La Garma, fechado entre el 14.400 y el 13.300 a. n. e. Allí salieron a la luz dos de las obras maestras de la maravillosa colección de arte mueble paleolítico del museo: sendas piezas de hueso con cabezas de cabra talladas en ambas caras. Conmueve contemplar la capacidad artística y simbólica de aquellos seres humanos de hace 16.000 años. Produce una inefable sensación de fraternidad.

Hay otras muchas joyas arqueológicas: el llamado caldero de Cabárceno, del Bronce final o inicios de la Edad del Hierro, o las estelas cántabras gigantes, como la de Zurita, con sus 2m de diámetro grabados con jinetes y guerreros, y las de Lombera, decoradas con crecientes lunares. Atravesando una cabaña prerromana, que exhibe piezas como la tésera del Castro de las Rabas y el espacio dedicado a las guerras cántabras (29-19 a. n. e.) se llega a una sorprendente Domus romana, en la que se recrean escenas de la vida cotidiana romana con proyecciones en vídeo a tamaño natural en tres paredes de una amplia estancia.

En conjunto, el MUPAC es uno de los mejores museos de su género que he visitado en nuestro país, y la mejor noticia es que está en obras un nuevo edificio para una considerable ampliación del mismo promovida por el Gobierno de Cantabria. Estoy impaciente por ir a visitarlo cuando se inaugure.













































martes, 19 de agosto de 2025

¡HISPANO! GLADIADORES ROMANOS EN ALCALÁ DE HENARES

 


Una buena forma de aprovechar alguno de los últimos días de vacaciones es ir a ver la exposición «¡Hispano! Gladiadores en el Imperio Romano» en el Museo Arqueológico y Antropológico dela Comunidad de Madrid en Alcalá de Henares. El MARPA, dirigido por Enrique Baquedano, nunca defrauda, sacando el máximo partido al cuadrilátero del antiguo claustro del convento complutense de la Madre de Dios.

La exposición aborda desde diversos ángulos la actividad gladiatoria en la antigua Roma, desde las diversas modalidades y panoplias de los combatientes de la arena ―tracios, samnitas o mirmillones, entre otros―, hasta la compleja logística asociada, por ejemplo, para el suministro de animales salvajes, pasando por la creación de escuelas de gladiadores y la construcción de imponentes anfiteatros para las grandes representaciones populares. Es terrible constatar la escala y el grado de industrialización que alcanzó un aspecto de la civilización romana, con extremos casi increíbles de barbarie y crueldad.

Para ello la exposición cuenta con piezas traídas de numerosos museos de España e Italia, y completa la espectacular puesta en escena con un anfiteatro en el espacio central, en el que se proyecta un notable vídeo y se llevan a cabo, en fechas señaladas, recreaciones históricas de combates de gladiadores. Aprovechando el tirón de las películas de Gladiator, el MARPA consigue una vez más atraer a un gran número de visitantes a una exposición tan amena como rigurosa.

Si os animáis a ir, podéis hacerlo hasta el 28 de septiembre, ¡y no olvidéis pasaros por la magnífica tienda-librería del museo!





































jueves, 24 de julio de 2025

ALAS PARA LA GUERRA: ARATIS Y LA CELTIBERIA EN EL MAN


Si hubiera que elegir una exposición arqueológica imprescindible este año en España, creo que una buena candidata para ello sería «Alas para la guerra. Aratis y la Celtiberia», visitable en el MAN hasta el 5 de octubre. 

La exposición toma como hilo conductor las piezas recuperadas por España tras el horroroso expolio del yacimiento aragonés de Aranda de Moncayo para dar una visión sobre la Celtiberia, especialmente en su vertiente militar. Incluye una muestra de todos los tipos de cascos utilizados en la Celtiberia, como los de Numancia, Alpanseque-Almaluez, Aguilar de Anguita y, sobre todo, los espectaculares hispano-calcídicos procedentes de la antigua ciudad de Aratis, cuyos restos han salido a la luz, la mayor parte víctimas del expolio, en Aranda de Moncayo. Siete de ellos sobrecogen en una sala en penumbra, hábilmente iluminados en sus vitrinas para sugerir la presencia espectral de los guerreros que los portaron.

Hay también otros ejemplos de la panoplia celtíbera, como puntas de flechas, espadas y puñales con hermosas empuñaduras decoradas con plata, placas pectorales y de cinturón y arreos de caballos; y piezas legendarias, como el Vaso de los Guerreros de Numancia, traído del Museo Numantino, o la trompeta cerámica de Castilterreño, en Soria.

Es una exposición magnífica, pero, a mi juicio, lleva a cabo una exposición demasiado superficial y neutra del expolio cometido en Aratis y del azaroso modo en que se recuperaron numerosas, pero no todas, las piezas robadas. Sin quitarle mérito al esfuerzo por rescatar el patrimonio robado, está ausente la necesaria autocrítica por no haber sabido nuestras autoridades impedir un expolio sistemático que, durante años, involucró el uso de maquinaria pesada y causó un destrozo arqueológico descomunal, dando salida ilícita de España a innumerables joyas arqueológicas que terminaron en casas de subastas tan notorias como Christie’s, a plena luz del día. Es imprescindible que entendamos cómo sucedió y qué falló para que no vuelva a ocurrir, para que España deje de ser, de una vez y para siempre, un paraíso de los expoliadores.

Me ha alegrado mucho ver la exposición llena de visitantes. Eso hace aún más increíble que siga sin estar disponible el catálogo de la muestra, casi un mes después de su inauguración.

























































 

martes, 15 de julio de 2025

EL DENARIO DE LOS IDUS DE MARZO (Tras las huellas de César XXXVI)

 


La llamada «Vitrina Cero», que cada mes da la bienvenida a los visitantes del museo con un conjunto expositivo dedicado a algún tema de singular interés, estuvo dedicada durante el pasado mes de marzo ni más ni menos que a los Idus de Marzo. La vitrina era, al mismo tiempo, un buen ejemplo de los azares que, a menudo, acompañan a la arqueología. Resulta que en 1733 se encontró casualmente en Ontígola (Toledo) un tesorillo de denarios romanos perdido en los primeros años del gobierno de Tiberio (14-37 d. C.), acuñados en una gran variedad de cecas entre los años 155 a. C. y 16 d. C. La mayoría se habían emitido durante las guerras que se desarrollaron en suelo hispano en el siglo I a. C., pero había otras de procedencias más lejanas.

Tres de los denarios me llamaron especialmente la atención.

El primero era del 44 a. C. y fue acuñado en Roma por César y L. Emilio Buca. Lo extraordinario es que representa al propio César en lo que se considera el primer retrato de un romano vivo sobre una moneda. Como decía la cartela, «Con ello, César seguía el ejemplo de los reyes helenísticos, dando un argumento a quienes creían que su objetivo era ser rey».

El segundo era el conocido como “Denario de los Idus de Marzo”. Fue acuñado en la ceca móvil que acompañaba a Marco Junio Bruto durante su campaña en Grecia y Asia Menor en 43-42 a. C. Consciente del papel propagandístico de las monedas, Bruto acuñó en el reverso del denario la fecha del magnicidio—EID MAR—y dos puñales flanqueando un pileo, «el gorro que para los romanos simbolizaba la libertad ganada con virtus: valor y esfuerzo». Bruto se vanagloriaba así de haber acabado con la tiranía.

El final de la historia lo narraba el tercer denario. Fue acuñado años más tarde, probablemente en la Colonia Patricia Corduba, en 18 a. C., en época de Augusto. Representa el templo de Marte Vengador que Octavio erigió en Roma en agradecimiento por la victoria en la batalla de Filipos sobre los asesinos de César comandados por Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, quienes se suicidaron en la derrota. La figura de César salía así, póstumamente, victoriosa.