
Los años, y ese empeño mío en ver las cosas por su lado más positivo, me han hecho reconciliarme más o menos con esta forma de viajar a que me viene obligando el trabajo. Estoy hoy aquí y mañana allá, en viajes relámpago en los que a menudo me tengo que dar por satisfecho si tengo un minuto o una hora para echar un vistazo alrededor y hacer con el móvil alguna foto de circunstancias, o incluso si no puedo hacer otra cosa que mirar curiosamente por la ventanilla de camino al aeropuerto. Al menos de ese modo identifico los lugares a los que deberemos volver.



