sábado, 22 de abril de 2023

¡AQUÍ ESTÁ POR FIN TARTESO!


«Los últimos días de Tarteso» es una de las grandes exposiciones arqueológicas de los últimos tiempos, un nuevo éxito del Museo Arqueológico y Paleontológico dela Comunidad de Madrid, que dirige Enrique Baquedano. El propio Enrique, comisario de la exposición junto a Sebastián Celestino Pérez, uno de los arqueólogos codirectores del yacimiento tartésico de Casas del Turuñuelo en Guareña (Badajoz), que ha cobrado máxima actualidad esta semana gracias al sensacional descubrimiento de las primeras esculturas con representaciones humanas de Tarteso. Hacía mucho tiempo que no sentíamos una emoción semejante los amantes de la arqueología en nuestro país. Gracias y enhorabuena a todos los miembros del equipo de Construyendo Tarteso.

Volviendo a la exposición, es admirable el modo en que los comisarios han conseguido, con una cuidada selección de piezas; carteles y paneles informativos impecables; y las espléndidas ilustraciones de Albert Álvarez Marsal (un clásico ya del museo), Arturo Asensio y Juan Delgado, recrear Tarteso ante los ojos del visitante. Parafraseando a Juan de Mata Carriazo, cuando presentó en 1960 el Tesoro del Carambolo, ¡aquí está, por fin, Tarteso! (Por cierto, tomo buena nota del acuerdo de la comunidad científica, alcanzado en 2011, de utilizar esta forma del nombre, aunque es tarde para rebautizar mi novela, El heredero de Tartessos.)

Este Tarteso se nos presenta en dos grandes momentos de apogeo: la etapa nuclear en el bajo Guadalquivir, en los siglos VII y VI a. C., que concluyeron con la llamada «crisis de Tarteso», y el brillante epílogo en el valle del Guadiana en el siglo V a. C., que dio lugar a santuarios tan impresionantes como Cancho Roano y, el más recientemente excavado, Casas del Turuñuelo. De una y otra época hay piezas espectaculares. Espectacular la orfebrería exquisita de oro, como los tesoros del Carambolo y el portugués de Herdade do Álamo (cuán a menudo pasamos por alto nuestra estirpe común en la protohistoria, sea lusitana o tartesia) o los candelabros de Lebrija.  También los jarros de bronce con exóticas bocas zoomorfas.

El final de la exposición nos reserva una sorpresa impactante: una reproducción del patio de Casas del Turuñuelo, con su hecatombe de más de 40 cadáveres de caballos, sacrificados sobre el pavimento, al pie de la escalinata ceremonial. Una escena sobrecogedora, ya célebre en la arqueología mundial, en la que puede adentrarse por su propio pie el visitante.

Este santuario, junto con los demás de la misma época, fue objeto de una serie de complejos rituales que concluyeron con su destrucción deliberada alrededor del 400 a. C.  Se celebraron banquetes rituales, se sacrificaron animales, principalmente équidos, se incendiaron y demolieron los edificios, se rellenaron de tierra y escombros y se cubrieron con una gruesa capa de arcilla formando túmulos que han llegado casi intactos a nuestros días. ¿Qué sucedió? ¿Lo sabremos algún día?  Tal vez en los numerosos túmulos extremeños, o en la importante porción de Casas del Turuñuelo, que quedan por excavar este la respuesta al enigma. Mientras tanto, Tarteso y sus santuarios, con las evidencias que van revelando de una cultura y una religiosidad sofisticadas y terribles, han terminado por atrapar, como un imán, la curiosidad colectiva; basta con ver la extraordinaria afluencia de público en el museo. Sin duda han contribuido a ello los dos magníficos episodios finales de la más reciente temporada de la imprescindible Arqueomanía de Manuel Pimentel y Manuel Navarro.  Qué buena noticia que Tarteso y sus investigadores estén de moda; ojalá eso sirva para atraer atención y recursos hacia la arqueología y sus profesionales. Pocos territorios de investigación arqueológica hay hoy en Europa tan apasionante como este Guadian, tartésico. ¿Qué nos deparará en los próximos años?

Dos propinas si vais al Museo Arqueológico y Paleontológico a ver la exposición . Una, la otra exposición temporal que alberga el museo, dedicado a Mauricio Antón, artista referente en la paleontología. Y dos, la increíble librería de Jaime, situada, como él dice, en el hueco de la escalera. Por cierto, que en sus estanterías pasa el tiempo, en la mejor compañía posible, mi Tras las huellas de Aníbal. Todo un honor. 



















 

No hay comentarios:

Publicar un comentario