La mayor parte de los
expertos atribuyen a las esculturas zoomorfas halladas en numerosos puntos de
la provincia de Córdoba una finalidad funeraria. Posiblemente se situaron en
lo alto de pilares o pedestales elegidos para señalar y prestar una función
protectora-apotropaica-a los enterramientos de personajes notables.
Sin embargo, lo cierto es
que no se han encontrado necrópolis ibéricas de ese tipo en las principales
comarcas de las que proceden las esculturas, destacando Baena-Nueva Carteya en
la Campiña oriental (donde se halló la leona del museo) y La Rambla-Santaella
en la occidental. Eso, y hallazgos tan espectaculares como el de la puerta
ceremonial de Cástulo, en Linares (Jaén), ya visitado en este blog, abren otras
posibilidades, como representaciones de prestigio o de delimitación visual del
territorio.
El caso es que ya se ha
catalogado un gran número de esculturas y, como veremos, no dejan de aparecer
más. Se trata en su mayor parte de leonas, pero hay también leones, caballos, bóvidos,
cervatillos y felinos indeterminados. En muchos casos tienen una factura
extraordinaria, de nítida influencia griega. Sin duda, la inspiración para
esculpirlas debió llegar de fuera, porque en tiempos de los iberos no había
leonas en Córdoba. Dada su elevada concentración en algunas zonas, pienso que
debió generarse en torno a ellas un irresistible efecto de emulación, como si
se tratara de la vara de medir elegida para competir en la liga de los símbolos
de poder. En ningún lugar debió ponerse esto de manifiesto con mayor claridad
que en Baena, donde se ha catalogado ni más ni menos que una quincena de leonas.
A pesar de ello, ha sido en La
Rambla donde se ha producido el más resonante hallazgo reciente. El 29 de
octubre de 2020, la prensa de Córdoba daba la noticia: durante la apertura de
un surco en su olivar de San Sebastián de los Ballesteros, pedanía del
municipio de La Rambla, el agricultor Gonzalo Crespo había dado con una
singular piedra de gran tamaño que le hizo exclamar: «¡Pero esto que es!».
No era para menos. Cuando la sacó a la superficie se encontró con una
espectacular escultura que le hizo salir corriendo a dar el aviso.
Ha sido bautizada como la «Leona
de La Rambla», aunque sigue abierta la controversia sobre si es en verdad una
leona o más bien una loba. En todo caso, tiene un aspecto verdaderamente feroz,
con los ojos muy abiertos, las orejas erguidas hacia atrás y las fauces
hundidas en la nuca de un carnero que sujeta contra el suelo con las garras
delanteras. Con sus 90 cm de largo y 166 kg de peso, tallada en un único bloque
de piedra caliza, hace gala de un realismo impactante y de un extraordinario
estado de conservación. Muestra en su base restos de una plataforma, lo
que hace pensar que remató algún tipo de pilar funerario, aún por descubrir.
Una de las razones por las
que me gusta tanto la arqueología es que me hace soñar. Leyendo las noticias
sobre la leona de La Rambla, espero con impaciencia al momento de poder verla
con mis propios ojos en un museo. Y sueño con que un día, los arqueólogos o un
agricultor como Gonzalo Crespo, encuentren la esquiva necrópolis de los íberos
de Córdoba. Tal vez entonces empecemos a desentrañar el misterio del anhelo
espiritual que les llevó a poblar la campiña cordobesa con sus leonas.
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