lunes, 30 de agosto de 2021

"AVE SALVE": BIENVENIDOS A TARRACO

 


Durante la prolongada rehabilitación del Museo Nacional de Arqueología de Tarragona, en el llamado Tinglado 4 del puerto de la ciudad se ha montado, a modo de premio de consolación, una exposición temporal de síntesis con lo más destacado del legado romano de la ciudad y su comarca. 

Merece la pena. En el diáfano espacio del galpón portuario, muy bien planteado museísticamente, puede uno, al menos, avizorar el esplendor, la vitalidad y la complejidad urbana de Tarraco, que llegó a ser una de las más destacadas ciudades romanas del Mediterráneo occidental, capital de la provincia de Hispania Citerior, que acogió entre sus murallas a los Escipiones, Julio Cesar y Augusto entre otros cónsules y emperadores de Roma.

El museo temporal acoge muchas piezas extraordinarias: esculturas, bustos, mosaicos (como uno que representa un maravilloso rostro de Medusa, convertido en uno de los iconos del museo), objetos cotidianos como juguetes y artículos de aseo, aras votivas, capiteles, etc. Me resulta especialmente evocador un saludo de bienvenida escrito con teselas de mármol en el umbral interior de una domus de Tarraco: "AVE SALVE".

Si en algo es excesivamente sintético este ejercicio de síntesis, es en la atención prestada al sustrato ibérico prerromano. Nada se nos dice de la antigua Kese, más allá de mostrársenos un denario acuñado en su ceca. Es notable, eso sí, la copia del famoso plato hallado en el oppidum ilercavón del Castellet de Banyoles, del que ya hemos hablado, por partida doble, en este blog.



Termino con una recomendación. A un paso del Tinglado nº4 le espera al visitante el antiguo barrio marinero de El Serrallo, con sus insuperables restaurantes de arroces y pescado. No hay mejor colofón para la visita.














domingo, 22 de agosto de 2021

UN NUEVO VERANO DE DESTRUCCIONES Y EXPOLIOS... Y ALGO DE ESPERANZA


Leo en el Diario de Burgos que un arqueólogo ha denunciado a la Guardia Civil un nuevo expolio llevado a cabo por furtivos expertos con detectores de metales en el yacimiento de Peña Amaya. Se han practicado un centenar de agujeros buscando monedas y otros objetos metálicos, cuyo contexto quedará perdido para siempre. 

Durante este mes de agosto hemos conocido muchos otros ejemplos de destrucción y saqueo del patrimonio arqueológico de España: hace un par de semanas Vicente G. Olaya publicaba en El País que "la autovía A-32 destapa un excepcional santuario íbero en Jaén sometido a expolio", y poco después Canal Sur se hacía eco de la destrucción de una fortaleza ibérica en La Viñuela de Almedinilla, en Córdoba, para plantar seis olivos. La lista es interminable, y me enfurece constatar cómo continúa la secular epidemia de destrucción arqueológica que sufrimos.

Pero, al mismo tiempo, leo que científicos del Instituto de Arqueología Íbera de la Universidad de Jaén trabajaron contra reloj y lograron salvar una gran parte del santuario ibérico de la A-32 bautizado como de Haza del Rayo; y que tal vez la denuncia del arqueólogo sirva para proteger mejor el legado de Peña Amaya, y que, tras la denuncia del Ayuntamiento de Almedinilla, el SEPRONA ha abierto diligencias y no debe perderse la esperanza de que el propietario de la finca de olivos tenga que sentarse delante de un juez.

En este corazón del verano en que, en lugar de destrucción y expolio, por toda España tienen también lugar excavaciones arqueológicas y eventos de divulgación y puesta en valor del patrimonio, prefiero quedarme con el trabajo de tantos que, poco a poco, ponen coto a la incuria y la barbarie. Estoy convencido de que cada vez somos más quienes inclinamos la balanza del lado de la conservación de nuestro patrimonio arqueológico, aunque no sea más que alzando la voz para decir "¡Basta!".


viernes, 13 de agosto de 2021

Una visita a la RAUDA VACCEA en Roa de Duero

 


Aprovecho agosto para seguir con mi empeño de conocer y dar a conocer nuestro a menudo ignorado patrimonio arqueológico, sobre todo el de aquellos lugares que quedan fuera del radar de las guías turísticas. También la litoral pero, sobre todo, la España interior está llena de ellos. 

Es el caso de Roa de Duero, famosa por haber muerto en ella el Cardenal Cisneros en 1517, de muerte natural, y Juan Martín El Empecinado en 1825, ajusticiado por orden de Fernando VII. Desde entonces la ciudad no ha hecho sino buscar formas de revertir el declive económico y demográfico. Una de las iniciativas felices del ayuntamiento raudense fue la creación, hace ya algunos años, de un Centro Arqueológico que honrara a la ciudad que dio origen a su gentilicio: la Rauda primero vaccea y después romana, situada en esa autopista de la Antigüedad que fue la vía Clunia - Asturica Augusta.

El centro se llama, precisamente, Rauda Vaccea, y lo gestiona la entidad Paleolítico Vivo. Telefónicamente concertamos una cita con Rocío, la guía que nos mostraría el lugar como únicos visitantes del día. 

Es un espacio realmente singular. En él se reproducen viviendas del Neolítico, de la Edad del Hierro vaccea y de época romana, en un amplio recinto que se recorre, siguiendo los pasos y las explicaciones de Rocío, como un itinerario de formas de vida y cultura material que el visitante puede experimentar de primera mano. 

Así, en el Neolítico lanzamos una lanza con un propulsor y flechas con arco. Rocío produce lascas de sílex y, ya en las viviendas vacceas, nos muestra las técnicas metalúrgicas del Calcolítico y la forma de hacer fuego arrancando con un eslabón de hierro brillantes chispas de una pieza de sílex. Vemos también cómo se manejaban los molinos de mano, siempre a cargo de las mujeres, claro está, como los patrones de desgaste óseo en los huesos humanos hallados se han encargado de demostrar. En una pared de la casa se apoyan aperos de labranza, como horcas y rastrillos, igualitos que los que mis propios abuelos utilizaron hasta hace no tanto tiempo en el cercano Fuentemolinos.

Vemos una reproducción del estilizado lobo que se ha convertido en el motivo icónico de la Rauda vaccea. El animal muerde un pan y, junto con una pareja gemela, fue hallado decorando, a modo de protectores de su contenido, el llamado Vaso de los Lobos. Y es que el cereal es un sagrado recurso vital por estos andurriales castellanos, entonces y ahora.

La visita concluye con una sorprendente villa romana en la que se han recreado distintos espacios. En ella se atisba la ciudad que prosperó en este imponente promontorio sobre el Duero tras el incendio de la ciudad vaccea a manos del ejército pompeyano en aquella terrible contienda civil hispana que fueron las guerras sertorianas.

Tras pasar por el pequeño museo del centro, nos marchamos agradeciendo a Rocío la visita. Ojalá la próxima vez que vengamos no seamos los únicos visitantes. Sirva este post como nuestro granito de arena para ello.

















viernes, 6 de agosto de 2021

ANGLEA (Y GERIÓN) EN EL SANTUARIO DE ASTARTÉ (Galería de imágenes de la TRILOGÍA DE ANÍBAL XXIV)

 


Cada nueva ilustración de Sandra Delgado para el libro de arte de la Trilogía de Aníbal es un regalo para quienes, como autor o lectores, hemos conocido el mundo de íberos, celtíberos y cartagineses que relatan las novelas solo a través de las palabras y la imaginación. Y me resulta asombroso cómo, al ver la recreación visual que hace Sandra de cada escena, tengo la sensación de que todo encaja y se hace más veraz, más teñido de realidad.

Es el caso de la ilustración de La cólera de Aníbal que hoy os presentamos. El juego de luz, humo y sombra, la perspectiva que permite poner los símbolos divinos en primer plano, y tras ellos a Anglea oficiando sus ritos como sacerdotisa de Astarté, y Gerión al fondo contemplando respetuosamente la escena, me parece una forma genial de narrar tanto lo que se muestra como lo que se intuye con una sola imagen.

Rescatando las palabras del libro:

Anglea se abandona al dolor, inerme y sumisa; se hace transparente; se deja sacudir, colmar, abrumar por él; se deja purificar por su fuego, su violencia, sus filos. Después reúne cuidadosamente todas las pavesas que la conflagración del dolor ha dejado flotando en su interior; las amasa con sus oraciones hasta crear con ellas un invisible betilo de coraje que queda alojado en su corazón, al cuidado de la bondad inefable de la diosa. Ya no será necesario el llanto porque el betilo lo contiene por entero, porque todas las lágrimas se han evaporado dejando tras ellas un silencio salobre que el timbre de su voz se apresura a disipar. «Bendita seas, Astarté benefactora de tus hijas, recibe mi ofrenda y escucha mi ruego: quiera tu benevolencia acompañar a tu pueblo en esta hora…»

Se detiene de pronto con los sentidos tensos y vibrantes como el tendón de un arco. La puerta que comunica el santuario con la casa se ha abierto dejando entrar un soplo de aire y el rumor del exterior. Hay alguien en el vano. No necesita abrir los ojos para saber de quién se trata. Ni qué peso lastra su pecho, puesto que es el mismo que el suyo.


Si quieres conocer los libros de la Trilogía de Aníbal: