domingo, 26 de junio de 2022

CARPETANIA, ROMPEOLAS DE TODAS LAS HISPANIAS (TEMPUS ROMAE, carpetanos y romanos en Madrid)

 


Haciendo de la necesidad virtud, los madrileños tenemos a gala ser un poco de todas partes, porque nuestra ciudad y su entorno no es sino un cruce de caminos en el que los pueblos y gentes que han enhebrado su peripecia en él han ido sedimentando una identidad ecléctica y de aluvión. 

Esa es, más o menos, la tesis de la última exposición temporal del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, llevándola a las postrimerías de la Edad del Hierro, cuando irrumpe en la historia nuestra región. Tempus Romae Madrid lleva por subtítulo "Encuentro de caminos", y presenta nuestro rincón de la Carpetania como un lugar de tránsito entre los cuatro puntos cardinales de la Hispania Romana. Por cierto que los propios carpetanos autóctonos aparecen como un pueblo de una personalidad un tanto difuminada, como si no pasaran de ser una suerte de espacio de contacto entre los vetones, vacceos, celtíberos, ólcades y oretanos que los rodeaban. Carpetania, rompeolas de todas las Hispanias.

La exposición está muy bien. No exhibe piezas espectaculares; todo tiene aire austero y contenido, y el enfásis se pone en el proceso de creación y la forma de vida de la sociedad íbero-romana de aquellos días. Los paneles informativos son magníficos y nos llevan por la vida doméstica, la actividad económica, las infraestructuras, los ritos y convenciones sociales. Finalmente concluimos que el territorio madrileño fue como una reproducción a escala del mundo romano en su conjunto.

Dos menciones especiales para terminar.  Primero, las espectaculares ilustraciones que ocupan buena parte del espacio expositivo. Creo que son las mejores que he visto nunca, vividas y verosímiles. Mi felicitación a sus creadores.

Y, segundo, me quito el sombrero una vez más ante la tienda del museo. No deja de superarse, con un amor por los libros y objetos que se ofrecen al visitante que hace a este sentirse honrado por un valioso privilegio. Gracias.  

[Tempus Romae en Madrid puede visitarse en el MAR de Alcalá de Henares hasta el 8 de enero de 2023.]

















jueves, 2 de junio de 2022

LOS CELTÍBEROS DEL VALLE DE ALTOMIRA

 


A tan solo hora y media de Madrid, en la Alcarria conquense, los amantes de la arqueología y de los lugares impactantes tenéis una cita inexcusable. Muy cerca del pueblo de Garcinarro, en el Valle de Altomira, en los últimos años se ha excavado y puesto en valor para los visitantes el yacimiento arqueológico de La Cava. Se sitúa en lo alto de un cerro, con el frente occidental, el que mira al valle, muy escarpado, lo que le da un gran valor defensivo. Las excavaciones han sacado a la luz evidencias de ocupación desde la Edad del Bronce (2500-1000 a. C.), con restos de murallas y un extraordinario campo con más de 8000 cazoletas excavadas en la roca, de propósito desconocido. 

La parte principal es de época celtíbera (siglos V-IV a. C.) e incluye un foso defensivo de gran magnitud y un asombroso edificio singular con tres estancias retallado en la roca en la acrópolis del cerro. Fue excavado por un equipo dirigido por el arqueólogo Miguel Ángel Valero en 2019  y no tiene, que yo sepa, parangón conocido. Al menos por mi parte, no recuerdo haber visitado vestigios celtibéricos de una monumentalidad semejante. 

La visita tiene otros muchos alicientes, como las rutas de acceso al yacimiento, que transcurren entre cuevas eremíticas, grabados rupestres y tumbas antropomorfas , con cuidados paneles informativos y, en derredor, un paisaje espectacular. Y merece la pena terminar la visita comiendo recios platos alcarreños en la Casa del Tío Canario, en Garcinarro. 

Yo me acerqué a La Cava a finales del invierno. Éstas son mis notas de aquel día:

 El yacimiento de La Cava ocupa un imponente otero calizo que domina el valle de Altomira y, más allá, la sierra del mismo nombre. Febrero termina aquí con un día frío y plomizo, con un viento afilado que arrastra salvas de lluvia intermitente.

Al pardo del invierno y el gris del cielo se asoma el verde tierno del cereal y las salpicaduras rosadas de los almendros floridos, que dibujan un anticipo aún extemporáneo de la primavera. El asentamiento íbero que va a saliendo a la luz aquí arriba es un lugar mágico. Al otro lado del foso, cubriendo la superficie de un risco de piedra cubierta de liquen, se han excavado miles de cazoletas; da la sensación de que aquí cayó en eras pasadas una lluvia de meteoritos. Estremece imaginar los motivos rituales que esconden esas huellas, esos testimonios humanos en la roca. 

El asentamiento conserva tres estancias excavadas a golpe de pico en la roca madre del cerro. Las cartelas situadas junto a las sendas preparadas para la visita les atribuyen usos variados: lugares de prestigio, de culto heroico, de almacenamiento. Sea cual fuere la razón de su construcción, el conjunto sigue resultando imponente; cada uno de los golpes de pico aún visibles a millares en las paredes es la expresión del aliento de hombres y mujeres que solo por eso han evitado ser borrados por completo de nuestra memoria. 

Abandono el lugar con un recuerdo para aquellas gentes, y con un sentimiento de gratitud a quienes han permitido recuperar su legado: el anterior alcalde, Antonio Fernández Odene y la Asociación Cultural de Garcinarro que ahora preside. Se han tomado la molestia de enriquecer el patrimonio de su pueblo y el de todos nosotros con este proyecto. El resultado es valiosísimo. Esas son las cosas que marcan la diferencia, que merecen la pena.