miércoles, 13 de septiembre de 2023

LOS ROSTROS DE TARTESO

Fue una delicia poder volver con Ángela a la exposición «Los últimos días de Tarteso» en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, con el aliciente adicional, respecto a mi primera visita, de poder ver expuestos los ya celebérrimos «primeros rostros de Tarteso», descubiertos para asombro y celebración de los miembros del equipo de la excavación y de todos los amantes de la arqueología, en la última campaña en Casas del Turuñuelo, en Guareña (Badajoz).

Ya en la entrada nos avisan de que hay muchísimo público, y así es. El museo está de bote en bote. Produce una alegría extraordinaria. Creo que habrá un antes y un después en la arqueología española, siguiendo la estela y los hallazgos del proyecto «Construyendo Tarteso» que está haciendo honor muy merecido al CSIC y a la ciencia arqueológica española. Hay nutridos grupos guiados, familias enteras, curiosos y frikis de la arqueología, fotógrafos cargados de equipo.

Toda la exposición atrae una enorme atención, y no es para menos, porque, como ya conté en el post anterior, es una espectacular selección de piezas con una narrativa museística impecable. El patio de la hecatombe ceremonial es como una plaza pública de visitantes asombrados que ven, sentados en el suelo, sobre las fotografías de los esqueletos de los caballos, el vídeo sobre el yacimiento y el florecimiento tartésico en el Guadiana.

Pero las estrellas de la exposición son, claro está, los rostros de Tarteso.  Los visitantes se hacen―nos hacemos―selfies frente a ellos como si se tratara de las celebrities del momento. Y es que lo son: por sí solos merecieron una resonante rueda de prensa y han sido portada en publicaciones de todo el mundo. A su alrededor chisporrotea una excitada efervescencia entre los visitantes.  Nosotros no escapamos a ello. Es emocionante verlos por fin ante nuestros ojos, observarlos desde todos los ángulos; conmueve su serenidad, su suave sonrisa en los labios impecablemente perfilados, las narices esbeltas, los ojos rasgados con una eternidad de horizontes ignotos impresa en ellos. 

Creo que un día se considerará a estos rostros como un icono o un símbolo; algo así como las Giocondas de la Antigüedad. 
















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