viernes, 18 de agosto de 2023

VIKINGOS EN ESTOCOLMO

 


Aunque nunca he profundizado en él, el mundo vikingo me parece fascinante. Entre el 750 y el 1100 de nuestra era, un pueblo salido directamente de la Edad del Hierro, sin haber recibido la influencia directa de Roma y el mundo mediterráneo, irrumpió con su sistema de creencias, su capacidad marinera y su efectividad guerrera en la Europa medieval. Los vikingos alcanzaron con sus embarcaciones, sembrando el pánico la mayor parte de las veces, desde Bizancio hasta la península Ibérica, desde Inglaterra hasta las costas de Groenlandia y Norteamérica. Eso sí, al menos conocemos su lenguaje, y la tradición de las sagas nórdicas ha capturado nuestra imaginación durante siglos, junto con la simbología y la mitología nórdica.

Pocos lugares hay mejores que el Historiska Museet de Estocolmo para conocerlos. En el museo hay piezas increíbles, como las estelas de Gotland, las piedras pintadas con runas y mitos nórdicos. Ocho de ellas se hallaron durante la restauración del suelo de una iglesia en Ardre, mostrando una sorprendente continuidad entre las creencias politeístas del mundo vikingo y el cristianismo que echó raíces en él. Una escena se repite en ellas: la valquiria recibe al guerrero montado en su caballo en el Valhalla.  

Merece destacarse también la sala del oro, la Guldrummet, que contiene un total de 52 kilos de oro y 200 kilos de plata. Es la consecuencia de una ley del siglo XVII, que permitía al Estado adquirir todas las piezas de oro de más de 100 años de antigüedad. Así se defiende el patrimonio de un país. Hay piezas extraordinarias: brazaletes y toques innumerables, cascos, broches, hebillas, y lingotes de oro de tal pureza, que los arqueólogos estiman que solo pudieron fabricarse fundiendo monedas romanas.

Es decir, aunque fuera tan solo de ese modo, la influencia de Roma llegó hasta los crisoles de los orfebres vikingos. Los vikingos representaron otro mundo, pero que acabó también integrado en este.
















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