Si hubiera que elegir una exposición arqueológica imprescindible este año en España, creo que una buena candidata para ello sería «Alas para la guerra. Aratis y la Celtiberia», visitable en el MAN hasta el 5 de octubre.
La exposición toma como hilo conductor las piezas recuperadas por España tras el horroroso expolio del yacimiento aragonés de Aranda de Moncayo para dar una visión sobre la Celtiberia, especialmente en su vertiente militar. Incluye una muestra de todos los tipos de cascos utilizados en la Celtiberia, como los de Numancia, Alpanseque-Almaluez, Aguilar de Anguita y, sobre todo, los espectaculares hispano-calcídicos procedentes de la antigua ciudad de Aratis, cuyos restos han salido a la luz, la mayor parte víctimas del expolio, en Aranda de Moncayo. Siete de ellos sobrecogen en una sala en penumbra, hábilmente iluminados en sus vitrinas para sugerir la presencia espectral de los guerreros que los portaron.
Hay también otros ejemplos
de la panoplia celtíbera, como puntas de flechas, espadas y puñales con
hermosas empuñaduras decoradas con plata, placas pectorales y de cinturón y arreos
de caballos; y piezas legendarias, como el Vaso de los Guerreros de Numancia,
traído del Museo Numantino, o la trompeta cerámica de Castilterreño, en Soria.
Es una exposición magnífica,
pero, a mi juicio, lleva a cabo una exposición demasiado superficial y neutra del
expolio cometido en Aratis y del azaroso modo en que se recuperaron numerosas, pero no
todas, las piezas robadas. Sin quitarle mérito al esfuerzo por rescatar el patrimonio robado, está ausente la necesaria autocrítica por no haber sabido nuestras autoridades impedir un expolio sistemático que, durante años, involucró el uso de
maquinaria pesada y causó un destrozo arqueológico descomunal, dando salida
ilícita de España a innumerables joyas arqueológicas que terminaron en casas de
subastas tan notorias como Christie’s, a plena luz del día. Es imprescindible
que entendamos cómo sucedió y qué falló para que no vuelva a ocurrir, para que
España deje de ser, de una vez y para siempre, un paraíso de los expoliadores.
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