El
santuario de los betilos del castro ártabro de Elviña es una granítica
evidencia de la fuerte influencia fenicia en el norte de la fachada atlántica
de la Península antes de que llegara hasta allí Julio César y, con él, el
dominio romano. Ya antes del siglo I a. e. c. las rutas comerciales con origen
en Gadir habían impregnado de espiritualidad oriental a aquellos remotos
pueblos célticos.
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