jueves, 5 de octubre de 2023

LA CIUDAD ARÉVACO-ROMANA DE CONFLOENTA (Tras las huellas de César XV)

 


A 60 km de Segovia, siguiendo hacia el noroeste el piedemonte de la Sierra, se llega a Duratón, con su maravillosa iglesia románica de Nuestra Señora de la Asunción. En un extenso cerro cultivado hoy con cereal situado tras ella, pendiente de excavar en su gran mayoría, se encuentra la antigua ciudad romana de Confloenta, en la que se instaló a los arévacos del entorno derrotados por el cónsul Tito Didio.

La visité en una calurosa mañana de julio, protegido con un parasol de la inclemencia de la canícula castellana. Debía de tener un aspecto de lo más sospechoso, porque no tardó en venir a mi encuentro un Land-Rover de la Guardia Civil. Los dos agentes se bajaron del vehículo, me miraron de arriba abajo con manifiesta desconfianza, me pidieron la documentación y uno de ellos me sometió a un interrogatorio en toda regla mientras su compañero entraba el vehículo con el DNI en la mano para hacer las comprobaciones oportunas.

—¿Qué hace usted por aquí?

Expliqué al agente que era aficionado a la arqueología y que iba a visitar el yacimiento. Eso no hizo sino agudizar sus sospechas.

—¿Aficionado? ¿Es usted de la universidad?

La verdad es que no niego que pudieran tener motivos para desconfiar: no es fácil entender que nadie quiera someterse a una desolada solanera como aquella por pura afición. No tardaron en llegar las preguntas clave:

—¿Es su coche aquel de allí?

Respondí que sí.

—¿No llevará un detector de metales en el maletero?

Negué con el mayor de los énfasis.

—¿Estás seguro?

—Vamos si quieren y se lo muestro. La verdad es que les agradezco mucho esto que están haciendo. Muchas veces la Guardia Civil son la única protección frente a los expoliadores.

Imagino que, más que mis palabras de aprecio cívico, su base de datos le ratificó que yo era de fiar, porque salió el segundo agente del coche, hizo un comentario en voz baja a su compañero y ya todo fue cordialidad. Ellos mismos me acompañaron al yacimiento y me indicaron cómo moverme por allí. Nos despedimos deseándonos mutuamente buena visita y buen servicio.

Las últimas excavaciones han sacado a la luz las termas meridionales de la ciudad, accesibles mediante una gran rampa escalonada dispuesta en paralelo al arranque del cardo Máximo. Los carteles me fueron informando sobre las vicisitudes del yacimiento, llamado de Los Mercados. El núcleo original de Confloenta contó con 21 hectáreas de extensión y se articuló mediante tres decumani en pendiente (clivi) y 21 kardines con orientación norte-sur en plano horizontal (vici).  La calle de mayor longitud era el Decumanos Maximus, de 660 m de largo. La ciudad ganó tanta prosperidad que, con el tiempo, añadió áreas suburbiales y periurbanas que llevaron la extensión de Confloenta hasta las 50 hectáreas.

Es difícil imaginarlo hoy, porque casi nada de todo ello se ofrece a la vista. Sin embargo, se trata de un yacimiento conocido desde antiguo. Ya en 1795 fue excavado bajo la dirección del arquitecto real Juan de Villanueva, quien extrajo varios mosaicos para decorar la Casa del Ermitaño en el palacio real de Aranjuez. Expolio de estado, podríamos decir, marcando la tendencia de los siglos por venir. Después, en distintos momentos de los siglos XX y XXI siguieron los trabajos, aunque aún queda muchísimo por explorar para conocer esta ciudad que estuvo habitada durante casi ocho siglos, desde su fundación, como civitas peregrina, pasando por su estatus de municipio de derecho latino, en época Flavia, hasta su declive como población tardoimperial y visigoda.

Esa importante ciudad vibrante de historia no aparenta ser hoy más que un extenso trigal listo para cosechar. Es preciso acudir a la fotografía aérea, al trabajo de los arqueólogos y a las reconstrucciones artísticas de los expertos para que cobre vida aquel lugar en que Tito Didio obligó a los combativos arévacos de Colenda a pasar por el aro de la romanización. Es la cara y la cruz de España. Tenemos un patrimonio arqueológico inmenso, una gran parte de él aún por descubrir, y una crónica de escasez de recursos para hacerlo. 

Menos mal que todo va cambiando, para bien, aunque sea poco a poco. Hoy se aprovecha la atención de las administraciones públicas y los fondos europeos para retomar las excavaciones y los trabajos arqueológicos por todos los rincones de España. Hoy crece la afición por la arqueología entre la ciudadanía y baten récords de asistencia y audiencia las exposiciones de los museos y los programas de divulgación documental. Hoy tenemos agentes de la Guardia Civil que vigilan los parajes más agrestes y solitarios para proteger el patrimonio y el conocimiento de nuestro pasado que nos pertenece a todos. Vaya aquí un agradecimiento a aquellos dos agentes que desconfiaron al verme caminando por las soledades de Castilla un incandescente domingo de julio. 













No hay comentarios:

Publicar un comentario