A 60 km de Segovia,
siguiendo hacia el noroeste el piedemonte de la Sierra, se llega a Duratón, con
su maravillosa iglesia románica de Nuestra Señora de la Asunción. En un extenso
cerro cultivado hoy con cereal situado tras ella, pendiente de excavar en su
gran mayoría, se encuentra la antigua ciudad romana de Confloenta, en la que se instaló a los arévacos del entorno derrotados por el cónsul Tito Didio.
La visité en una calurosa
mañana de julio, protegido con un parasol de la inclemencia de la canícula
castellana. Debía de tener un aspecto de lo más sospechoso, porque no tardó en
venir a mi encuentro un Land-Rover de la Guardia Civil. Los dos agentes se
bajaron del vehículo, me miraron de arriba abajo con manifiesta desconfianza,
me pidieron la documentación y uno de ellos me sometió a un interrogatorio en
toda regla mientras su compañero entraba el vehículo con el DNI en la mano para
hacer las comprobaciones oportunas.
—¿Qué hace usted por aquí?
Expliqué al agente que era
aficionado a la arqueología y que iba a visitar el yacimiento. Eso no hizo sino
agudizar sus sospechas.
—¿Aficionado? ¿Es usted de
la universidad?
La verdad es que no niego
que pudieran tener motivos para desconfiar: no es fácil entender que nadie
quiera someterse a una desolada solanera como aquella por pura afición. No
tardaron en llegar las preguntas clave:
—¿Es su coche aquel de allí?
Respondí que sí.
—¿No llevará un detector de
metales en el maletero?
Negué con el mayor de los énfasis.
—¿Estás seguro?
—Vamos si quieren y se lo
muestro. La verdad es que les agradezco mucho esto que están haciendo. Muchas
veces la Guardia Civil son la única protección frente a los expoliadores.
Imagino que, más que mis
palabras de aprecio cívico, su base de datos le ratificó que yo era de fiar, porque
salió el segundo agente del coche, hizo un comentario en voz baja a su
compañero y ya todo fue cordialidad. Ellos mismos me acompañaron al yacimiento
y me indicaron cómo moverme por allí. Nos despedimos deseándonos mutuamente
buena visita y buen servicio.
Las últimas excavaciones han
sacado a la luz las termas meridionales de la ciudad, accesibles mediante una gran
rampa escalonada dispuesta en paralelo al arranque del cardo Máximo. Los
carteles me fueron informando sobre las vicisitudes del yacimiento, llamado de Los
Mercados. El núcleo original de Confloenta contó con 21 hectáreas de extensión
y se articuló mediante tres decumani
en pendiente (clivi) y 21 kardines con orientación norte-sur en
plano horizontal (vici). La
calle de mayor longitud era el Decumanos Maximus, de 660 m de largo. La ciudad
ganó tanta prosperidad que, con el tiempo, añadió áreas suburbiales y periurbanas
que llevaron la extensión de Confloenta hasta las 50 hectáreas.
Es difícil imaginarlo hoy,
porque casi nada de todo ello se ofrece a la vista. Sin embargo, se trata de un
yacimiento conocido desde antiguo. Ya en 1795 fue excavado bajo la dirección
del arquitecto real Juan de Villanueva, quien extrajo varios mosaicos para
decorar la Casa del Ermitaño en el palacio real de Aranjuez. Expolio de estado,
podríamos decir, marcando la tendencia de los siglos por venir. Después, en
distintos momentos de los siglos XX y XXI siguieron los trabajos, aunque aún
queda muchísimo por explorar para conocer esta ciudad que estuvo habitada
durante casi ocho siglos, desde su fundación, como civitas peregrina, pasando por su estatus de municipio de derecho
latino, en época Flavia, hasta su declive como población tardoimperial y
visigoda.
Esa importante ciudad
vibrante de historia no aparenta ser hoy más que un extenso trigal listo para
cosechar. Es preciso acudir a la fotografía aérea, al trabajo de los
arqueólogos y a las reconstrucciones artísticas de los expertos para que cobre
vida aquel lugar en que Tito Didio obligó a los combativos arévacos de Colenda
a pasar por el aro de la romanización. Es la cara y la cruz de España. Tenemos
un patrimonio arqueológico inmenso, una gran parte de él aún por descubrir, y
una crónica de escasez de recursos para hacerlo.
Menos mal que todo va
cambiando, para bien, aunque sea poco a poco. Hoy se aprovecha la atención de
las administraciones públicas y los fondos europeos para retomar las
excavaciones y los trabajos arqueológicos por todos los rincones de España. Hoy
crece la afición por la arqueología entre la ciudadanía y baten récords de
asistencia y audiencia las exposiciones de los museos y los programas de
divulgación documental. Hoy tenemos agentes de la Guardia Civil que vigilan los
parajes más agrestes y solitarios para proteger el patrimonio y el conocimiento
de nuestro pasado que nos pertenece a todos. Vaya aquí un agradecimiento a
aquellos dos agentes que desconfiaron al verme caminando por las soledades de Castilla
un incandescente domingo de julio.
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