jueves, 21 de marzo de 2019

Ercávica, "potens et nobilis"


Ercávica, la ciudad de Tersinnos, señor de los ólcades, escenario de una de las grandes encrucijadas de La cólera de Aníbal. Tenía pendiente ir a visitarla y fue como encontrarme con una vieja amiga. “La ciudad, como el extenso otero sobre el que se asentaba, tenía la forma de una letra qoph invertida, con una meseta de forma irregular en primer término prolongada en un angosto promontorio que parecía empujar hacia el norte el curso del río, obligándolo a trazar un amplio meandro encajonado entre montes grises punteados de enebros, sabinas y encinas”. Tal cual.

Tito Livio dijo de ella que era una “potens et nobilis” civitas en el momento de su conquista por Tiberio Sempronio Graco, en 179 a.n.e. Después, ya en época romana, lo sería mucho más, porque junto a Segóbriga y Valeria formó el triángulo conquense que proveyó de lapis specularis –yeso traslúcido, espejuelo- a buena parte del mundo romano de la época, que lo utilizaba en ventanas y vidrieras. En recuerdo de aquella próspera industria, que llegó a contar con 22 complejos mineros y centenares de explotaciones, se ha creado la ruta del Cristal de Hispania, un sendero de largo recorrido de 163 kilómetros que partiendo de Ercávica llega hasta el confín meridional de La Mancha en San Clemente. Magnífica iniciativa.

Por el contrario, el yacimiento arqueológico de la ciudad está más bien dejado de la mano de Dios, con los paneles informativos ilegibles y los espacios excavados tapados a medias con plásticos viejos. Sin embargo, la visita no decepciona porque los vestigios del foro, la muralla o la ínsula de las cisternas revelan que en este solitario promontorio sobre el Cigüela hubo hace dos milenios una ciudad formidable. Porque las vistas sobre el pantano de Buendía y la Alcarria conquense son espectaculares. Y porque hay rincones tan amables como este de la Casa del Médico –en ella se encontró material quirúrgico y un anillo con el emblema de la profesión- en que ahora escribo a la sombra de los cipreses. Esta prematura primavera de marzo ha puesto en el aire una dulzura que casi se puede tocar. Sonrío pensando que de estos parajes salieron a la luz, nunca mejor dicho, las ventanas de Roma.

Si cierro los ojos parece que en el mundo solo existen pájaros.












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