Qué extraño poder tienen las palabras escritas de hacer sobrevivir a su autor al paso del tiempo. Es el lenguaje lo que nos hace humanos, y lo que deja la más fiel huella de nuestra humanidad. Y mucho más si se trata de palabras manuscritas en un papel, como un mapa minucioso y lleno de matices de quien empuñó la pluma y su alma con ella.
Como los cuadernos maravillosos que vi ayer en la exposición que conmemora el centenario de la fundación de la New York Public Library. Allí estaba la caligrafía minúscula y de perfectas líneas rectas de Borges, el discurso cruzado de pulcras tachaduras que leyó George Washington en su despedida, los cuadernos de Jack Kerouac y Virgina Woolf (junto a él, el bastón que apareció flotando en la superficie del lago en el que un día decidió caminar hasta su muerte con los bolsillos llenos de piedras). Allí está la Declaración de Independencia de los EEUU de puño y letra de Thomas Jefferson, y el volumen de obras de Dickens anotado que éste utilizaba en sus conferencias.
Me ha emocionado leer esos textos a través del cristal de las vitrinas. En cada palabra está el momento único e irrepetible en que fue concebida, en cada una se halla aún vivo el aliento de aquellos hombres y mujeres extraordinarios. Eso descubrí en las venerables salas de mármol de la NYPL: que no hay mejor retrato de un ser humano, ni más perdurable, que su caligrafía. Que quiera obtener una porción de permanencia, no tiene más que tomar un papel y una pluma, y escribirse.
Efectivamente, la caligrafía dice mucho de nosotros. Sólo tenemos que ver la escritura de nuestros vástagos, que todos escriben igual: como si fueran niños, aunque tengan casi los treinta.Peter Pan, forever!
ResponderEliminar¡Increíble, lo del bastón de Virginia Woolf! Cuando estuve, no lo vi. Pero igualmente me sentí emocionada caminando entre sus libros y entre sus muros. ¡Qué gran ciudad, NY!
¡Jajaja! Es que eso de escribir a mano está ya muy pasado de moda, Ario. Escalofriante el bastón, y deslumbrante NY.
ResponderEliminarUn abrazo.
I remember it well... ¿Recuerdas la canción que canta Maurice Chevalier en "Gigi"? Pues eso, recuerdo perfectamente mi última visita a la New York Public Library. De hecho, fui más de una vez y pasaba por allí casi a diario, al estar hospedado muy cerca del lugar, en el hotel Algonquin.
ResponderEliminarFíjate, la foto del perfil de una de mis páginas en Facebook, Biblioteca Genovés, está tomada a la puerta de tan magno e ilustre edificio.
Saludos y buenos viajes
¡Efectivamente, Fernando, ya decía yo que me resultaba familiar! Creo que también yo tengo alguna foto sentado a esas mesas de hierro forjado. Es un lugar increíble, en pleno corazón de Manhattan, pero rezumando serenidad por todas sus esquinas.
ResponderEliminarUn abrazo, y buenos viajes.