viernes, 25 de junio de 2010

Las 1.500 liras de Mehmet Şerif Efendi (El sarcófago de Alejandro en Estambul)


A principios de 1887, Mehmet Şerif Efendi, propietario de un terreno en Ayaa, cerca de la ciudad libanesa de Sayda, comenzó a excavar una cantera. El 2 de marzo comunicó, de acuerdo a la ley otomana de Antigüedades, que había descubierto una cavidad subterránea, probablemente una necrópolis.

Así comenzó una historia que no reveló todo su extraordinario valor hasta que Osman Hamdi Bey, director del Museo Imperial, fue enviado por el sultán Abdülhamit II para completar las excavaciones.

Lo que salió a la luz fue la Necrópolis Real de Sidón; ni más ni menos que 18 tumbas fenicias y helenísticas. Entre los sarcófagos encontrados están joyas como el del rey Tabnit, en forma de momia egipcia, tallado en diorita negra. O el llamado Sarcófago del Sátrapa, que representa escenas de la vida de un desconocido gobernador persa. O el sarcófago del rey Straton I, construido como un templo jónico rodeado por dieciocho plañideras esculpidas en maravillosos relieves.

Y, sobre todo, sobresaliendo entre esos y otros muchos prodigiosos objetos de arte, el llamado Sarcófago de Alejandro.

Lo vemos, estremecidos de emoción, en las salas de honor del Museo Arqueológico de Estambul. La atmósfera es extraordinaria: todo está tapizado en color granate oscuro y sumido en una honda penumbra de la que emergen, iluminados por focos, los sarcófagos. La piedra, limpia y pulida, como recién esculpida, parece flotar en el espacio y en el tiempo.

Persas y griegos cazan y combaten en los bajorrelieves que cubren los cuatro paneles laterales del sarcófago. Alejandro comparte escenas con Abdalonymos, a quien el macedonio designó Rey de Sidón tras la batalla de Issos, en el año 331 a. C., y a quien con toda probabilidad pertenece el sarcófago. En la escena más conocida y más impresionante, Alejandro, tocado con una piel de león, alancea a un jinete persa cuya montura ha dado en tierra. El caballo de Alejandro, Bucéfalo, se alza sobre sus cuartos traseros, entre los que yace un persa caído. Los restos de policromía recuerdan que la escena un día estuvo encendida de colores. Toda la escena respira una dramática vitalidad. Puede adivinarse la mano del artista, las cuidadosas instrucciones de Abdalonymos, tratando de inmortalizar aquella batalla que, además de transformar el mundo, lo convirtió en el primer rey helenístico de Asia. Abdalonymos murió en el 331 a. C., hace 2.301 años, ignorante de que su tumba sería durante mucho tiempo considerada la de su admirado Alejandro.

Nos quedamos mirando aquel prodigio durante largos minutos, cogidos de la mano, pensando que, entre las huellas que deja el ser humano, no hay ninguna más hermosa ni más duradera que la que utiliza el lenguaje del arte.

Tal vez toda esta maravilla siguiera oculta baja la antigua tierra de Sidón si aquel día de marzo de 1887, Mehmet Şerif Efendi hubiera ignorado la obligación de informar a las autoridades otomanas de los hallazgos arqueológicos. El sultán Abdülhamit II le concedió una recompensa de 1.500 liras por su acción. Ignoro a cuánto equivale en moneda de hoy. Pero no me cabe duda de que hay poco dinero en el mundo mejor ganado.

Vuelo Estambul – Madrid
4 de abril de 2010









viernes, 18 de junio de 2010

"Corona y Arqueología en el Siglo de las Luces", en el Palacio Real de Madrid



Una vez concluida la Feria del Libro de Madrid, trato de ponerme al día con las propuestas culturales de la Villa que me han ido quedando pendientes. Comienzo por Corona y Arqueología en el Siglo de las Luces, en el Palacio Real. Se trata de un recorrido por las iniciativas que tomó la Corona española, especialmente en el Siglo XVIII de los Borbones, para conocer y proteger el patrimonio de antigüedades de España.

Debo decir que en un primer momento me decepcionó. Por una parte, es increíble que, para llegar a una exposición tan ambiciosa, la señalización en el Palacio Real sea casi completamente inexistente. Por otra, no comprendo la necesidad de que el silencio que uno desearía encontrar en un sitio así esté constantemente perturbado por la estridencia de los walkie talkies de los vigilantes. Y, para rematar, tampoco comprendo por qué un visitante no puede hacer fotos sin flash en el interior de un espacio público como el de la exposición.

En cuanto a la exposición propiamente dicha, me encontré que en gran medida no versaba tanto sobre Arqueología como sobre las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.

Una vez ajusté mi expectativa, encontré que se trataba de una cuestión muy interesante. Descubrí que la Corona española fue absolutamente pionera en la protección del patrimonio histórico. Por ejemplo, Fernando VI y su Secretario de Estado, el Marqués de la Ensenada, impulsaron en 1752 la realización del Viaje a las antigüedades de España, el primero de su género en Europa, que la Real Academia de la Historia encomendó a Luis Velázquez de Velasco. Y Carlos III fue conocido como el Rey Arqueólogo por su apoyo a las ezcavaciones en Pompeya y Herculano.

Y Carlos IV, por iniciativa de su Secretario de Estado, Mariano Luis de Urquijo, aprobó la que se considera una de las primeras medidas legislativas para la protección y conservación del patrimonio histórico-arqueológico en Europa: la Real Cédula de 1803, que en su Art. 6º reza:

La Academia quedará agradecida a los buenos patriotas que ayuden a la ilustración de la Patria por el medio de buscar, conservar y comunicarla los monumentos antiguos [...]".

De modo que, si os interesa el tema, tomad nota: la exposición es gratuita y puede visitarse hasta el próximo 11 de julio.

Para más información:

viernes, 4 de junio de 2010

Lectores y amigos en la Feria del Libro de Madrid


Para felicidad de todos los que amamos los libros, hay algo con lo que no ha podido esta siniestra crisis que se está llevando por delante conquistas de décadas: la Feria del Libro de Madrid. En el Paseo de Coches del Retiro siguen dándose cita centenares de miles de lectores que tal vez tengan que pasarse sin otras cosas, pero que hacen el esfuerzo que a cada cual le sea preciso para acudir al encuentro de los autores y los libros.

Yo ya he tenido dos sesiones de firma. La primera, el domingo 30 de mayo, dediqué a los lectores 55 libros. Y la segunda, ayer mismo, jueves 3 de junio, firmé 65 más. Y si tuviera que dar una sola razón por la que amo escribir novelas, no sería el tiempo de feliz intimidad escribiendo en el cuaderno o en el ordenador, rodeado de libros y mapas. Lo más hermoso es este encuentro cara a cara con los lectores, conversar unos minutos, entregar el libro y estrechar la mano sabiendo que entre Dora o Alfonso o Josep o Stefan o Alicia o Álvaro y yo mismo acaba de crearse una complicidad única. Ellos y yo compartimos un relato, un paisaje, un conjunto de personajes, una aventura.

Y junto con los nuevos lectores vienen los amigos. Los de toda la vida, y los que han surgido en estos últimos meses de activismo literario. Me ha encantado comprobar que entre los autores noveles la ilusión es algo que se comparte, y la solidaridad y el apoyo algo que se brinda con generosidad. Sirva como ejemplo Isabel Barceló, autora de "Dido, reina de Cartago", quien aparece conmigo en la foto de cabecera. Gracias por tu apoyo, Isabel, en Madrid y en Valencia.

Para los que aún no os habéis pasado y tengáis ganas de hacerlo, aún os queda una oportunidad. Estaré firmando el DOMINGO 13 de JUNIO, de 12H a 14H, en la CASETA 142, de ALBERTO SANTOS EDITOR.

Pero, vengáis o no a mi firma, no dejéis de ir a la Feria. Es una magnífica forma de derrotar a la crisis, al menos por unas horas.