Juan Pedro de Gaspar obtuvo ayer el Goya a la mejor Dirección Artística por su trabajo en Blackthorn. Sin destino, del director Mateo Gil.
Juan Pedro tiene un talento tan deslumbrante que no podía dejar de alcanzar, más temprano que tarde, un reconocimiento tan importante como este.
Además es un gran amigo, siempre dispuesto a echar una mano a quienes le pedimos ayuda. Buen ejemplo de ello es la portada de El heredero de Tartessos y el diseño de la línea editorial de la colección El Periscopio.
Enhorabuena y que disfrutes de tu éxito, amigo Juanpe.
lunes, 20 de febrero de 2012
domingo, 12 de febrero de 2012
El oro de los escitas en el Museo del Prado
No os perdáis la exposición de piezas del Hermitage en el Prado, está todavía hasta finales de marzo. Merecería la visita aunque sólo contuviera una de sus 180 obras maestras. Me refiero al peina escita de oro, del siglo V a. C., que muestra a un jinete combatiendo contra dos infantes, lanza en ristre. Es algo asombroso. Tiene una fuerza y una plasticidad espléndidas; un carácter de perdurabilidad, de tenacidad trágica que seduce a quien la contempla.
jueves, 2 de febrero de 2012
Tarteso existió
Tarteso existió. No es una leyenda, ni una fantasía, ni una hipótesis sin contrastar. Esta es la conclusión a la que ha llegado el I Congreso Internacional Tarteso: el imperio del metal que ha tenido lugar en Huelva entre los días 14 y 17 de diciembre, según una nota de prensa publicada el pasado 31 de enero.
La nota de prensa sintetiza los aspectos esenciales de un interesante manifiesto que han elaborado los participantes en el congreso, y que reproduzco a continuación. Por cierto que, entre otras cuestiones, el manifiesto enmienda la plana a quienes hemos venido atribuyendo a los cartagineses buena parte de la responsabilidad de la desaparición de la civilización tartésica. Y establece como nombre correcto Tarteso, en lugar de Tartessos. En fin, doctores tiene la Iglesia. Espero que me disculpen por mantener sin cambios el título de mi novela, El heredero de Tartessos.
En todo caso, bienvenido sea este renovado interés por Tarteso... o Tartessos.
MANIFIESTO POR TARTESO
MOTIVACIÓN
Ningún país debe renunciar a una parte de su patrimonio cultural; España no puede permitírselo. Tarteso no ha trascendido suficientemente los límites del conocimiento experto. Este vacío ha sido ocupado de forma muy irregular por el imaginario colectivo que, a falta de datos de realidad, los suple con fantasías carentes de valor en la mayor parte de los casos.
Los investigadores, conocedores expertos en este ámbito, tienen la obligación de transmitir el conocimiento adquirido, las diferentes posiciones y las razones que apoyan sus criterios, para que Tarteso deje de ser un territorio dominado por lo legendario y se convierta definitivamente en una propiedad colectiva.
Es obvio que no puede haber acuerdo entre los especialistas sobre la totalidad de los aspectos concernientes a Tarteso. Sin embargo, es imperativo establecer las características generales que conciten acuerdo para establecer los fundamentos de la cultura tartésica. Pero también hay que enunciar los aspectos controvertidos, destacando la posición más verosímil, sus dificultades y alternativas.
ORÍGENES Y CONCEPTO
En primer lugar hay que fijar el nombre. En castellano la forma correcta es Tarteso, el territorio Tartéside, sus habitantes los tartesios. En segundo lugar, hay que definir qué es Tarteso, asunto que se aborda en los párrafos siguientes.
Tarteso es la cultura del suroeste peninsular, confluyente con la presencia colonial fenicia, hechos que eclosionan en la brillantez y riqueza a las que aluden las fuentes literarias griegas con el nombre de Tarteso y, tal vez, alguna mención en las bíblicas.
Los testimonios arqueológicos dan cuenta de una gran diversidad demográfica en la citada confluencia: centros o asentamientos de directa creación colonial, a los que se incorporan contingentes autóctonos; o centros preexistentes de tradición precolonial al que se incorporan los colonos semitas con resultados, en la generalidad de los casos, de formaciones sociales de comunidades yuxtapuestas o híbridas en las que se documenta el uso de lenguas diversas. Allí se decanta lo que entendemos por Tarteso, donde la influencia helénica, más o menos antigua, se intensifica en el último tercio del siglo VII. Por otra parte, la aportación etnocultural indoeuropea es asimismo importante.
Estos fenómenos, que tienen su desarrollo histórico en tiempos que remontan al siglo IX a.C., experimentan un amplio desarrollo en las centurias siguientes, fundamentalmente en los siglos VIII, VII a.C. Previamente se perciben procesos de jerarquización social y organización territorial, asociados a contactos tanto con las culturas avanzadas del centro y el oriente mediterráneos, como con el mundo atlántico, relaciones de difícil explicación por la parquedad de los datos arqueológicos. Según algunos autores en esta etapa pueden detectarse ya raíces de lo que será Tarteso. En este sentido, las primeras cerámicas de tradición micénica, ciertos materiales sardos, las “estelas del suroeste”, entre otros testimonios, se convierten en posibles indicadores de una articulación económica y social que será aprovechada por los colonos fenicios para el rápido y potente desarrollo de sus objetivos coloniales.
TERRITORIO Y ORGANIZACIÓN
Todo parece indicar que Tarteso, en su período de esplendor (750-550) es un territorio articulado en unidades políticas independientes al modo de ciudades-estado.
No podemos identificar con certeza esas ciudades, pero se podrían sugerir de oeste a este Onoba (Huelva), Ilipla (Niebla), Spal (Sevilla), Asta Regia, Carmo (Carmona) y, quizá, más al este Corduba (Córdoba) o Ategua. Este espacio coincide con lo que tradicionalmente se ha considerado el Tarteso nuclear. La vieja idea de un territorio político unificado desde el Algarve hasta Cartagena, apoyada en algún texto literario y en la autoridad de Schulten, actualmente está desechada.
Esta estructura se proyecta por los territorios colindantes, dando lugar a nuevas unidades políticas que culturalmente algunos autores consideran asimismo partícipes de la Tartéside, como Conistorgis (Medellín) o Kastolon (Cástulo). Pero esto no significa que hubiera una unidad política y territorial de todos los espacios en los que aparece escritura, toponimia o materiales de origen tartésico. Al frente de esas unidades políticas hay un jerarca que se podría ejemplificar con el Argantonio de Heródoto.
El carácter urbano de esta sociedad implica la existencia de aristócratas, como se aprecia de manera espectacular en la necrópolis onubense de La Joya. La presencia fenicia ofrece a esas aristocracias un nuevo lenguaje estético e ideológico que se engloba bajo la etiqueta de lo orientalizante, en coincidencia con los fenómenos similares y contemporáneos documentados en otras áreas, como Etruria, el Lacio, Grecia, Tracia y otras culturas en las que aparece contemporáneamente la ciudad como centro político regido por una clase aristocrática.
La explotación de los recursos naturales, agrícolas, ganaderos y mineros, se realiza a partir de las relaciones sociales gentilicias que caracterizan la estructura social, aunque progresivamente la especialización laboral (ceramistas, metalúrgicos, canteros) irá disolviendo las relaciones de parentesco para favorecer el desarrollo de una sociedad organizada por las relaciones derivadas de la producción. Es probable que la desaparición de la cultura tartésica se produjera antes de que ese proceso de transformación social quedara culminado.
EL FIN DE TARTESO
Las circunstancias en las que se produce la desaparición de la cultura tartésica no son claras. Ya no se acepta la tesis de que Cartago fuera la causante de su destrucción, a pesar de que algunos estudiosos aceptan situaciones de conflicto bélico en relación con el final de esta cultura.
El hecho establecido es que a mediados del siglo VI a.C., se constata una disminución de la presencia griega en el suroeste y un cambio de agentes comerciales en Onoba. Aunque Gadir continúa su existencia, muchos de los enclaves fenicios se abandonan. Al mismo tiempo, se aprecia la concentración demográfica en menos núcleos que se configuran como grandes centros: Gadir, Malaka, Sexi, Abdera y Baria.
Mientras aumenta la población en los ámbitos periféricos, en la Tartéside nuclear se observa un decrecimiento demográfico unido a la consolidación de las estructuras urbanas hecho que permite aceptar la convención de que entonces da comienzo la cultura turdetana.
CODA
El esfuerzo realizado en las últimas décadas para comprender adecuadamente esta cultura ha sido extraordinario tanto por parte de las instituciones afectadas, como por parte de los estudiosos.
La encrucijada en la que se encuentra el análisis de esta cultura requiere una intervención decidida por parte de todas las administraciones públicas para promover la investigación arqueológica en los lugares que concitan acuerdo entre los expertos para recuperar restos verdaderamente innovadores. La dotación económica para excavar hábitats en extensión es una necesidad imperiosa para que el conocimiento sobre Tarteso logre dar un salto cualitativo.
Al mismo tiempo, las instituciones y los medios de comunicación deben intervenir para que Tarteso se convierta en un destino cultural, lo que puede favorecer sin duda el desarrollo económico de las áreas afectadas.
Finalmente, los responsables políticos y académicos deben cuidar para que Tarteso ocupe el lugar que le corresponde, como primera cultura letrada de la Península Ibérica, en el patrimonio cultural de nuestro país.